Estamos en la época de la generación del
coronavirus, ese puñetero virus que produce la enfermedad denominada Covid 19.
Todos estamos presos no se sabe exactamente de qué, pero vivimos algo histórico
sin que nos apetezca porque a nadie le apetece esta especie de lotería de la
muerte que es esta enfermedad, que no sé si es fruto de la casualidad, del
maldito destino, o es un invento de los científicos para crear una guerra
bacteriológica como un ensayo general de lo que se nos viene encima.
Recuerdo estos días mucho las clases de Historia
del Pensamiento e Historia de la
Filosofía de cuando estudiaba Bachillerato y el Curso de
Orientación Universitaria. Recuerdo ahora todo lo que nos enseñaron sobre
multitud de filósofos y la invitación que nos hacía continuamente el profesor,
creo que llamado Santiago, para pensar, para exprimir el pensamiento al límite
de sus posibilidades. Y a raíz de eso yo he pensado mucho y mis libros
reflejan esa voluntad de reflexionar, de
sacarle un partido filosófico a la existencia. Defiendo el existencialismo como
forma de afrontar la vida. Me viene ahora a la memoria Jean Paul Sartre y sus
famosos libros. Ellos me han ayudado a tirar para adelante durante muchos años.
Pero ahora durante la época del confinamiento por la Covid 19 me he cansado de
pensar y todos mis planteamientos filosóficos se han ido un poco al garete porque ha predominado
sobre todo la necesidad de la supervivencia. Reflexión y supervivencia a veces
son incompatibles. He necesitado darme cuenta gracias a tan dura enfermedad de
que la vida está por encima de todas las filosofías y todos los pensamientos.
Hace unos días estaba con un amigo llamado Fernando
que me veía en actitud de pensamiento. Era como la estatua El pensador de
Rodin. Me dijo qué hacía dando tantas vueltas a la cabeza , que dejara de
pensar tanto, que ya estaba bien de tanta reflexión. Que lo importante era
vivir, sacar adelante cada día.
Y lo comprendo bien ahora cuando veo diariamente
las estadísticas de muertos y de contagiados por la dichosa enfermedad. Es algo
frío, estadístico. Todo se ha reducido a contar números en vez de personas. Con
esto no puede ninguna filosofía de las existentes. Hay que crear una nueva
filosofía que nos permita entender lo que significa una pandemia, una
enfermedad que afecta al mismo tiempo a todo el planeta. Algo duro que ocurre
más o menos una vez cada siglo.
Pero ya no se trata de las pandemias de la
Edad Media como la peste negra que
provocaba la muerte de más de la mitad de la población de Europa. Ahora hay más
higiene, más conciencia de mundo globalizado. Somos todos uno y de esta premisa
tenemos que construir un mundo mejor para todos, pero teniendo en cuenta las
crisis económicas que están por venir y las necesidades básicas que están sufriendo
millones de personas agudizadas por la
Covid 19.
Unos dicen el Covid 19 y otros la Covid 19. Yo prefiero el
artículo femenino y no hay nada de
sexismo en ello. Simplemente se trata de una enfermedad cuya máxima es matar a
todo lo que tenga vida humana. Y frente a esto insisto que no hay ninguna
filosofía que valga. Por eso estoy cansado de pensar, de darle vueltas a la
pelota como decía mi padre, a la dichosa cabeza que no me deja tranquilo en
ningún momento.
He perdido amigos con esto del coronavirus.
Personas que estaban llenas de vida y que por un contagio han encontrado la
muerte mucho antes de tiempo. Yo me he cuidado todo lo que he podido. Estoy
cansado del gel hidroalcohólico, el best seller de las farmacias. Y las
mascarillas. Se ha jugado mucho con este tema y se ha debatido sobre la
obligatoriedad de llevarlas siempre o sólo en momentos puntuales como los
transportes públicos.
Yo creo que no era tan difícil emitir una orden de llevar
forzosamente siempre las mascarillas puestas para defendernos y defender a los
demás. Lo que dice una cadena de televisión: cuídate, cuídanos. De eso se
trata: de ser solidario, de mirar por uno mismo y por los demás. Mirad por
dónde se puede aplicar nuevamente el Evangelio: Ama al prójimo como a ti mismo.
Se ha creado una solidaridad necesaria y
obligatoria. Aunque a veces ha predominado el egoísmo. Por ejemplo: a mí me
robaron por segunda vez el móvil, salí corriendo detrás del ladrón y me caí,
haciéndome un esguince de tobillo. Nadie me ayudó. Predominó el miedo a la
Covid 19. Me vi solo tirado en el suelo y me tuve que
levantar como pude para subir a casa y llamar para bloquear el móvil.
Me pusieron una férula y me dieron una muleta.
Nadie vino a echarme una mano. Tenía que ir al supermercado y a la farmacia con
las dos cosas y no recibí ayuda de las personas más queridas. No es victimismo,
es sólo un apunte de realidad. Es la realidad misma. Pero lo que no te mata te
hace más fuerte como se suele decir y yo me siento más fuerte ahora con la
supervivencia dentro del orden nuevo establecido por el coronavirus. Estoy
dispuesto a sobrevivir, a tirar para adelante, a salir de todo esto pero sin
tanto pensamiento, sin tanta reflexión. Para qué tanto pensar si como decía
Schopenhauer el hombre es un ser para la muerte, el culmen del pesimismo y
también el culmen de la realidad.
A ver qué pasa en las próximas semanas y en los
próximos meses . A ver si hay un rebrote o la Covid 19 se queda ya definitivamente con nosotros
y tenemos que esperar una vacuna que tendremos que ponernos siempre todos los
años como la vacuna de la gripe.
Como diría mi hijo, la vida. La vida y sus
circunstancias como diría también Ortega y Gasset. Pero vivir por encima de
todo. Dejar de pensar porque yo ya estoy cansado por culpa entre otras cosas
del Trastorno Obsesivo Compulsivo.
Es hora de una nueva era, de sacar lo bueno de lo
malo y crear una nueva realidad, una nueva normalidad como diría el Presidente
del Gobierno Pedro Sánchez. Es hora de aunar voluntades y salir adelante porque
el mundo lo necesita. Estamos necesitados más que nunca de una unión mundial,
de la famosa aldea global de Marshall McLuhan. Más que nunca somos un aldea
global por culpa de una enfermedad.
Tiremos hacia delante con optimismo y con ganas de
vivir a pesar de todas las circunstancias adversas. Somos fuertes cuando
queremos serlo y somos más fuertes de lo que pensamos como dice mi amiga María
José.
A cuidarse y vivir, y a dejar de pensar tanto.
Salud y suerte.
José Cuadrado
Morales.
Como banda sonora para este artículo, su autor, nos propone "Así habló Zaratustra" de Richard Strauss.
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