Ambas las he vivido yo en estas pasadas fiestas de
Navidad. He disfrutado de la libertad escogida cuando me he dedicado a corregir
mi nuevo libro de poemas. Ya estoy en la última corrección del libro. Se titula
Las ninfas del rencor, y es la segunda parte de Tuétanos odiantes. La primera
fue Cuando no se ama. Le he dado un buen empujón a mi libro y he sentido una
soledad positiva, la soledad de la creación.
También he vivido una soledad escogida cuando he
estado en mi casa solo viendo la tele o dedicándome a las cosas que me gustan
al margen de la Literatura. En
esos instantes la soledad es una buena compañera que proporciona placer y te da
fuerzas.
La soledad ha sido impuesta en los días “claves” de
las fiestas. Ha habido momentos en los que he echado de menos una familia
propia, que ya la tuve, pero la perdí tras el divorcio. En los días claves de la Nochebuena y la Nochevieja lo pasé mal
con la soledad, aunque por las noches no tuve problemas porque estuve con mi
hermana mayor y mi cuñado. Los días fueron
más duros porque me sentía solo.
En esas noches me quedé a dormir en casa de mi
hermana. A las mañanas de los días siguientes sentí la soledad de la vuelta a
casa y se me hizo bastante duro. Era una soledad impuesta. Tuve ataques de
ansiedad y profundas crisis de pánico. Pero fui fuerte y salí adelante y acabé
acostumbrándome a la soledad de la casa haciendo mis cosas, no sólo corregir mi
nuevo libro de poemas.
También he disfrutado de la libertad escogida de ir
al cine, aunque a veces echo de menos a alguien para comentar las películas y
sentirme acompañado. Me pasó algo muy curioso uno de los días que fui a sacar
la entrada de cine muy temprano. Una chica se me acercó y empezó a hablar
conmigo y me invitó a una coca-cola. Valoré mucho su espontaneidad. Y me sentí
ilusionado, a pesar de que era una mujer casada que venía a sacar entradas para
ella y su marido. Pero me sentí reconfortado y durante unos minutos me evadí de
mis problemas y de esa soledad pegajosa que hiere y lastima.
Dentro de la soledad impuesta destaca la de las
noches y las mañanas, que son muy duras. Sufro crisis de ansiedad muy fuertes
que afectan a otros de mis trastornos de personalidad como el
obsesivo-compulsivo. Se agudizan los síntomas de otras patologías, aunque me
sobrepongo y supero las crisis con mucha voluntad.
Dentro de la soledad escogida destaco la de leer un
buen libro. Entre los libros que he leído destaco una Antología de poemas y
canciones de Bertold Brecht, más conocido por su producción teatral. Ese libro
me lo regaló por Reyes mi hijo y me ha gustado bastante. Es una poesía muy
prosaica, más cercana a la prosa poética que a la propia poesía. He aprendido
bastante y he disfrutado.
Con la soledad escogida he disfrutado de buenas
películas en la televisión. He visto por primera vez Titanic. Nunca la había
visto íntegramente. Por diversas razones siempre que me proponía ver la
película pasaba algo. Fue el 1 de enero y lo pasé francamente bien. Me gustó
mucho la película, aunque creo personalmente que es un poco larga y
reiterativa, especialmente en todo lo que tiene que ver con las escenas del
hundimiento del barco.
He disfrutado mucho de los momentos que he estado
con mi hijo aunque después, tras la separación, me sintiera mal con la soledad
impuesta. Pero procuro disfrutar de esos momentos inigualables con mi hijo y
aceptar la soledad con todo el estoicismo del mundo.
En la soledad impuesta destaco el teléfono. Suena
muy poco. Me han llamado pocos amigos para felicitarme las fiestas y eso me ha
puesto un poco triste, aunque en los momentos de lucidez valoro las llamadas y
no la ausencia de ellas. Estoy más o menos acostumbrado a este tipo de soledad
y no me duele tanto que no suele el teléfono todo lo que yo quisiera.
A veces, con la soledad, sobreviene la depresión y
me siento muy mal. Es una tristeza profunda, indespegable. Duele hasta el
pecho. Y me siento fatal. Pero siempre acabo por sobreponerme.
Dentro de la soledad impuesta destaco el miedo a
enfermar y morir solo. Esto se me ha acusado más estos días porque ha muerto un
amigo que vivía solo como yo y los vecinos se dieron cuenta de que algo no iba
bien porque salía un olor penetrante de su casa. Llevaba dos días muerto. Al
parecer un infarto. No quiero que me pase a mí lo mismo y me da miedo.
Me da miedo también volverme un poco loco como Don
Quijote de tanto estar solo. Yo he leído la novela de Cervantes numerosas veces
y tengo miedo de esa desazón que produce la locura, la demencia.
Este artículo me está saliendo un poco victimista y
soy un poco injusto porque tengo a Dios y él compensa todas mis soledades.
Teniéndolo a Él no me siento solo. No debo sentirme solo porque Él procura todo
mi bienestar y me da la energía que necesito para salir adelante y estar a
gusto conmigo mismo. Ya he dicho alguna vez que Él y yo formamos el mejor
equipo y salimos adelante conjuntamente en los momentos difíciles. En mis
soledades tengo la fuerza que Él me da y consigo avanzar con mi libro y otras
cosas. Dios está siempre presente en mi vida y no debo sentirme solo porque
Dios está en todo momento conmigo. Yo rezo todos los días y he ido a misa una
vez en Navidad, el día de fin de año para pedirle que me diera suerte en el año
que estaba a punto de comenzar. El año no ha empezado mal. Tengo ganas de
corregir mi libro. He visto a mi hijo y nos hemos dado regalos. Me han regalado
ropa mis hermanas que me hacía falta. Soluciono los problemas que surgen en mi
casa. Me siento fuerte, a pesar de los altibajos frecuentes por culpa de mi
enfermedad.

Voy a intentar sentirme menos solo y voy a
conseguir que Dios esté más presente en mi vida para que no me sienta un hombre
finito, solitario, meditabundo. Tengo que valorar más los momentos de la Ura, cuando estoy rodeado de
gente, de amigos, de personas que tienen mis mismos problemas o parecidos. En la Ura me siento útil, sobre todo
escribiendo los artículos como éste y las críticas de cine. Soy feliz
escribiendo. Y me siento más ágil escribiendo en el ordenador que en la máquina
de escribir, aunque de momento pretendo seguir con ella porque sigo escribiendo
a mano y pasando después los poemas a máquina. Estrictamente no necesito un
ordenador. Otra cosa será cuando me dedique a la novela. Entonces quizás
necesite un ordenador. Ya veremos.
El caso es que he superado otra Navidad y me siento
fuerte hoy 11 de enero del año 2016. Éste es mi primer artículo del año y
quiero como siempre ponerle un tono positivo. Quiero sentirme bien conmigo
mismo y quiero estar lo menos solo posible. Para ello tengo que poner mucho más
de mí mismo y hacer todo lo posible para que las soledades no me alcancen y en
todo caso que sean las soledades positivas.
Os deseo un año muy feliz a todos y que no tengáis
que lamentaros demasiado de la soledad porque os sintáis acompañados fundamentalmente
de vosotros mismos. Que no perdáis nunca la ilusión. Que la muerte espera en
cualquier momento y nos coge a todos. Hoy ha cogido a David Bowie, un mito de
la música pop, víctima del cáncer, y al que le rindo un pequeño homenaje desde
aquí, desde estas páginas que me dan fuerza para seguir adelante. Para estar
conmigo mismo. Para valorar todo lo que tengo y cuanto soy. Salud y suerte.
José Cuadrado
Morales