miércoles, 27 de noviembre de 2019

DIARIO DE UN MENDIGO URBANO

El mendigo urbano no vive, sobrevive. Vive según las circunstancias de cada día porque está a la intemperie y nunca sabe los elementos meteorológicos y de otros tipos que le van a afectar.
Nunca sabe dónde va a tener su casa. A veces está cinco días seguidos en un albergue o centro de acogida y después tiene que irse a dormir a un parque, por ejemplo el del Alamillo. Állí monta su cama como mejor puede: establece un espacio donde quepa su cuerpo y pone unos cartones o mantas en el mejor de los casos, se unta crema antimosquitos cuando es verano y se pone un chubasquero cuando es invierno para defenderse de la lluvia. Con un jersey se abriga un poco y prácticamente se quita el frío de encima. Antes de dormir cena lo que ha podido conseguir en los distintos Centros de ayuda a las personas indigentes, las personas que no tienen ni tan siquiera una pequeña pensión no contributiva para vivir con un mínimo de dignidad. Muchas veces el mendigo urbano se ha buscado la vida durante el día aparcando coches y recibiendo la crítica de los demás que no conocen sus circunstancias personales.
A nadie le importa un mendigo urbano salvo a las monjitas de diversos conventos y a los voluntarios que colaboran desinteresadamente con ellas todos los días del año, sin excepción. La noche la pasa como puede en el parque, por ejemplo, amenazado no sólo por los mosquitos, sino por las ratas que marinean por las ramas de los árboles que también quieren establecer su territorio porque funcionan como animales. Y como animales funciona también el mendigo urbano porque se trata básicamente de una palabra: supervivencia.
Durante el día desayuna en alguno de los sitios donde pueden tomar un poco de café o leche manchada con unas cuantas galletas. A veces tiene suerte y le reservan un bollito de leche o un trozo de bizcocho, sobre todo si se trata de una fecha especial, como por ejemplo la última que ha pasado de Todos los Santos: había un bollito de leche y el mendigo urbano se ha sentido feliz porque alguien, algunas personas mejor dicho le tienen en cuenta. El mendigo urbano no está olvidado del mundo. Está despreciado por el mundo, pero tenido muy en cuenta por entidades como los conventos, San Juan de Dios, las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, la Cruz Roja y otras.
Almuerza en muchos de los comedores sociales o benéficos que están en la ciudad. Allí se alimenta como es debido sin tener que justificar sus ingresos. Almuerza con dignidad, se alimenta como es debido. En ocasiones le dan un refresco como una Coca-Cola o un vasito de Sunny, con lo que la comida sabe más agradable. El mendigo urbano puede repetir el primer plato, pero no el segundo. También la alimentación tiene sus limitaciones porque son muchas las personas con problemas económicos, con prioridades básicas a satisfacer de inmediato.
El mendigo urbano se ducha en algunos sitios donde tienen este servicio. Lava su ropa normalmente en el río y la seca poniéndola en diversos sitios en verano. En invierno le cuesta más trabajo y tarda mucho en secar sus pocos trapos mediodignos. Consigue la ropa en los roperos o armarios de diversas entidades. Vive de las campañas de verano y de invierno, también llamadas temporadas de calor y de frío. Según la época del año le dan una ropa u otra, pero pueden satisfacer sus necesidades, vivir con una cierta dignidad que la sociedad le niega. El mendigo urbano está muy estigmatizado, un poco como los enfermos mentales. De hecho hay muchos casos de mendigo urbano con problemas de salud mental. Ha llegado a una situación de dependencia de los demás y encima tiene que sufrir los efectos secundarios de la enfermedad mental.

El mendigo urbano para distraerse o invertir las muchas horas que tiene libres a lo largo del día suele ir a las Bibliotecas Públicas a utilizar internet y navegar y de camino aprender mucho. Hay muchos mendigos urbanos que tienen una cultura general muy grande e incluso preparación universitaria pero la vida le ha llevado a vivir en esas duras circunstancias. Hay abogados que han fracasado y se han visto obligados a vivir en la calle, a malvivir con lo mínimo que le dan los demás. Y los hay de otras carreras que igualmente están pasando una época muy mala y se ven obligados a vivir en la calle.
Hay muchos casos de divorciados que han sido despojados de todas sus posesiones en favor de sus ex-mujeres y sin nada se han tenido que lanzar a la calle para vivir como mendigos urbanos. Hay personas que se han quedado sin trabajo y se han lanzado también a la calle, a esa dura aventura de vivir sin nada salvo la solidaridad de un puñado de buenas personas.
Hay mendigos urbanos que lo son por vocación, porque quieren estar al margen de la sociedad en todos los sentidos y no quieren seguir ninguna regla, ni siquiera la de tener una casa propia y tener que pagar contribución y otros impuestos. Son los menos de los mendigos urbanos, pero los hay vocacionales y yo los he conocido. Y eso se nota porque se les ve felices y van por la vida con la cabeza muy alta porque se sienten orgullosos de su situación y no sienten la más mínima autocompasión.
El mendigo urbano muchas veces se ve obligado a hacer diversas faenas para conseguir algo de dinero. Ya he comentado lo de los guardacoches o aparcacoches. Pero los hay también que por ejemplo venden tabaco de contrabando a un precio mucho más bajo del normal. Venden por ejemplo la cajetilla de tabaco a 1.50 euros. Con eso consiguen algo para satisfacer otro tipo de necesidades. Hay también mendigas urbanas que son prostitutas y consiguen así lo que necesitan para sobrevivir con un poco más de dignidad, si es que esto se puede considerar dignidad en sentido estricto. Otros mendigos urbanos venden metales y especialmente el cobre que se paga muy bien y consiguen de una tacada 15 ó 20 euros con los que pueden tirar varios días. Porque los mendigos urbanos administran muy bien su dinero por pura y estricta necesidad.
La gente normal, por así decirlo, tira el dinero. El mendigo urbano lo administra como si fuera un Banco. Mira por los euros que tanto trabajo le cuesta conseguir. A veces te encuentras a un mendigo urbano que tiene una cultura inmensa. La cultura de los libros y la cultura de la calle, ambas mezcladas. Con esa cultura va viviendo con toda dignidad sin envidiar las posesiones de los demás. No es conformarse con lo que tiene. Es valorar lo que tiene. Ser mendigo urbano te da una medida diferente de las cosas. Te hace valorar mucho cualquier cosa que dejen abandonada en un contenedor de basura y es que lo que no sirve para una persona normal para el mendigo urbano puede ser un auténtico tesoro. Pasa eso también con la comida que tiran los restaurantes. Muchos se la comen porque aún está comestible, aún está buena, pero la desprecian los chefs de los restaurantes.
Podría decir muchas más cosas del mendigo urbano, de su día a día. Este pequeño diario da una idea de cómo es su vida, de cómo sobreviven diariamente superando las múltiples dificultades que tienen por su situación personal. Desde aquí animo a todos para que valoren la vida de estas personas anónimas que tienen su propia historia vital y merecen todo el respeto y la consideración necesarias. Yo he hablado con muchos y me he quedado prendado de cómo son y de cuánto tienen que ofrecer a la sociedad que les margina. Hay también mala gente, pero mala gente hay también entre las llamadas personas normales.
Doy por bueno este artículo si se llama la atención sobre el denostado mendigo urbano.

Salud y suerte.


José Cuadrado Morales


No hay comentarios: