lunes, 1 de octubre de 2018
Y EL CANSANCIO INFINITO
Durante mis vacaciones he
tenido oportunidad de leer numerosos libros de poesía y sobre todo
de narrativa, género en el que más me muevo últimamente como
sabéis los que tenéis ocasión y generosidad de seguirme con
frecuencia.
Entre las lecturas poéticas
me ha reconfortado mucho volver a leer por enésima vez Veinte poemas
de amor y una canción desesperada del Premio Nobel chileno Pablo
Neruda.
De uno de los versos de uno de
los poemas de este libro ha salido la inspiración para este
artículo. Ese verso termina diciendo: ...y el dolor infinito. Pues
bien; yo sustituyo dolor por cansancio. Y me sale: y el cansancio
infinito.
Pues eso es lo que yo siento
sobre todo: más que dolor cansancio. Un cansancio infinito porque
parece no tener fin o yo por lo menos no se lo veo y eso que lucho y
lucho sin cesar, pero quizás me esté equivocando y la clave no esté
en la lucha sino tal vez en el abandono, en el dejarse llevar por los
problemas. Dejar de luchar contra ellos y hacerse amigo de ellos con
toda la tranquilidad del mundo. Pensar que el problema está en
mantener el problema luchando contra él, lo cual puede ser un error
fatal. No estoy seguro. Me habita la confusión y no sé muy bien qué
hacer. Estoy perdido, pero no estoy acabado. Un luchador nunca está
acabado, pero sí puede estar equivocado. Y yo creo que estoy
equivocado. Ésa es la sensación principal que persigue todo lo que
hago por mi problema llamémoslo psiquiátrico.
Yo nunca me quiero considerar
un enfermo mental porque no me siento como tal. Me considero más una
persona sencilla que tiene un problema complejo: el Trastorno
Obsesivo Compulsivo. Ello me provoca un cansancio infinito. Pero no
me siento un enfermo mental aunque tenga un problema que se ha hecho
con el paso del tiempo cada vez más grande y me ha derrotado muchas
veces este verano. Pero estoy de pie, con ganas de vivir y de luchar,
o con ganas de dejar de luchar si es realmente lo que tengo que
hacer. Si sigo el consejo de muchos, entre ellos el de mi psicóloga:
la clave no está en luchar sino en vivir. Yo prefiero luchar y
vivir. Pero sobre todo no debo olvidarme de vivir como hizo Julio
Iglesias.
Yo quiero vivir pero el TOC me
roba mucha vida y eso me provoca un cansancio infinito, un cansancio
doloroso. A veces siento un dolor tan grande que me duele el cuerpo
físicamente. No sólo ya el alma, el ánimo, sino el cuerpo. Me
duele la espalda, me duele la cintura, me duele la cabeza, siento
vértigo, mareo, es decir, todos los efectos secundarios fisiológicos
de la ansiedad. Tengo todo el catálogo entero, por eso quiero ser un
luchador para no dejarme abatir.
Muchas veces la única forma
que tengo de afrontar estos efectos secundarios es metiéndome en la
cama y durmiendo. Y en la cama sin embargo los dolores aumentan, se
hacen más crecientes y agudos. Y no duermo. O duermo fatal. Con
muchos sueños y muchas pesadillas.
Esas pesadillas no me dejan
vivir tranquilamente porque me torturan durante el día y me generan
más problemas. Muchas veces doy cabezadas en mi sillón azul y sueño
también y los sueños no me dejan vivir. Me provocan una angustia
enorme, angustia por la que siento también un cansancio infinito.
No sé exactamente qué camino
tomar. Este año puse en juego una nueva estrategia en un viaje de
cuatro días que hice a Arcos de la Frontera y me salió muy bien. No
me dio tanto la lata el TOC. Conseguí superarlo. Fue como un
milagro. No me lo esperaba. Me salió redondo. Pero cuando volví a
Sevilla, a mi casa, volvieron los rituales obsesivos, las
comprobaciones, todas las cosas que tanto daño me hacen. Me entraron
ganas de volverme otra vez a Arcos porque allí me había sentido
realmente feliz porque el TOC me había dado una pausa que pensaba
que iba a ser más grande.
Pero ha crecido y me ha metido
mucho tiempo en la cama y me ha causado mucho dolor. Tengo que luchar
mucho y vivir al mismo tiempo porque creo que ambas cosas son
compatibles para mí.
No puedo vivir y luchar. Vivir
es disfrutar de la vida. Luchando no se puede disfrutar de la
existencia porque siempre se tiene presente el motivo de la lucha y
esto provoca más sufrimiento. Ésa es la realidad.
Y siento un cansancio infinito
por tanto sufrimiento. Tengo que superarlo, tengo que dejarlo atrás
de una vez por todas para poder seguir adelante, para poder
descansar, para ver la televisión relajado, para escribir mis
novelas tranquilo, para relacionarme con mis amigos con alegría.
Hace mucho tiempo que no voy
al cine. También esto me genera un cansancio infinito. Por eso dejé
de hacer crítica cinematográfica en el blog de la Ura. Me da pereza
ir al cine, como me da pereza ir a ver los partidos del Sevilla F.C.
a un bar. Me siento muy perezoso. Y me dejo llevar por la pereza que
es aún peor. Aunque yo me rebelo y hoy he vuelto a la Ura después
de mis vacaciones y estoy escribiendo mi primer artículo de la
temporada. Un artículo que resume muy bien lo que es mi verano, lo
que ha sido mi verano: cansancio infinito. Un cansancio que es pesar
el doble de lo que realmente peso. Y es infinito porque no le veo un
próximo final.
Recientemente me vio la
psiquiatra y consideró que estaba estable. Así lo puso en el
informe para la médica de cabecera. Estable dentro de la gravedad
como se suele decir de los enfermos que están así. Estoy estable
sí. No empeoro, pero tampoco mejoro. Estoy en una estabilidad
inestable. Estoy en una situación de extrema laxitud.
Quiero escapar de mi cárcel.
Me siento preso de mí mismo y soy mi propio carcelero. Tengo que ser
benevolente y aplicar de verdad lo que suelo decir: autoestima,
flexibilidad, no todo debe de ser perfecto, seguridad, sin miedo.
Así debería proceder. Con
flexibilidad para que los problemas no se hagan inmensos, con
autoestima para darme amor a mí mismo, sin perfeccionismo para saber
disculpar mis errores, más seguro de mí mismo, sin miedo a la
propia patología.
A veces me veo bien y me
siento muy feliz. Esos momentos compensan parcialmente el sufrimiento
de la enfermedad, el cansancio infinito del que estoy hablando. Son
momentos aislados en los que encuentro un lugar para la dicha, no un
lugar para olvidar como diría el título de la película.
No echo de menos el cine. Ni
echo de menos muchas cosas que hacía antes. Tengo una cierta dejadez
que me paraliza. Pero a la hora de la verdad he estado puntual ante
mi ordenador para escribir mi primer artículo de la temporada. Es
decir, que yo siempre acabo cumpliendo. No me abandono hasta el
extremo. El cansancio infinito no puede conmigo. Yo soy más fuerte
que él.
Cuando termine de escribir iré
a comprar al supermercado. Después me prepararé el almuerzo y haré
otras cosas en casa. Hoy no me voy a acostar. Me lo he propuesto
firmemente desde esta mañana. No puedo dejarme arrastrar por el
cansancio como si fuera un columpio que se deja empujar hacia el
vacío y sólo encuentra eso precisamente: vacío. Y José Cuadrado
Morales no quiere ser vacío porque no se siente vacío y no siente
que su vida esté vacía.
Me queda mucho por hacer y no
quiero perder más tiempo. Tengo claro que debo de ser más fuerte.
Que no debo abandonarme. Que debo cuidar más de mí mismo. Que tengo
que ser mi principal aliado. Y en eso estoy. Y creo que al final
venceré. Al menos quiero pensar y sentir eso: que voy a salir
victorioso. Si no creo que no tendría mucho sentido que yo estuviera
hoy lunes escribiendo este artículo aquí en la Ura con mis
compañeros de informática. No tendrían sentido mis palabras y yo
quiero que tengan sentido todas las palabras que escribo.
Tengo que superar el cansancio
infinito, como Pablo Neruda tenía que superar el dolor infinito por
el fracaso amoroso.
En esas estamos amigo Pablo.
Cada uno con lo suyo. Salud y suerte.
José
Cuadrado Morales
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