lunes, 20 de mayo de 2019

LA PERSONAS TÓXICAS

Hoy quiero hablar de las personas tóxicas. No me refiero a los toxicómanos, a esas personas que ensucian su cuerpo con sustancias estupefacientes y otras drogas o malos alimentos y llegan a estar completamente emponzoñadas. Hay muchos toxicómanos, personas que han estado enganchadas y después se han desenganchados gracias a la metadona u otros fármacos y han vuelto a hacer una vida normal, aunque siempre queda la secuela de haber sido una persona habituada a las drogas, esclava de ellas.
Tantas como personas toxicómanas hay de personas tóxicas. Las personas tóxicas son esas personas que se acercan a nosotros para perjudicarnos de alguna manera, para hacernos algún tipo de daño, para obtener de nosotros dinero u otros intereses, para hacernos de sanguijuelas porque no nos quieren o desean destruirnos y dejarnos hechos polvo. Hay tantas personas tóxicas que las relaciones humanas se están volviendo cada vez más complicadas. Ahí tenemos el caso del impresionante número de divorcios que cada año va en aumento, de las múltiples amistades rotas, de las conflictivas relaciones padres e hijos y otras relaciones más.
Las personas tóxicas no tienen escrúpulos. Ayer por ejemplo en una cola se me enganchó una mujer alcohólica que quería sacarme forzosamente dinero para comprar cerveza. Es una pena por supuesto, pero no deja de ser una persona tóxica. Se insinuó para mantener relaciones sexuales a cambio de dinero lo cual es una verdadera pena, pero yo no tenía que entrar en el trapo y dejar sacar dinero. La invité a una cerveza de litro, la popular litrona, por cortesía y me la quité de encima y en cierta medida la persona tóxica consiguió lo que quería.

He tenido en mi vida muchas personas tóxicas que se han aprovechado de mis sentimientos. Personas que se han acercado a mí para explotar mi lado más sentimental. Han fingido amor o han tenido un amor ortopédico o temporal con el que me han hecho mucho daño. No se han acercado a mí por puro amor desinteresado, sino con la intención de explotarme y sacar de mí mi mejor yo como diría Pedro Salinas, el gran y desconocido poeta de la Generación del 27. Yo he confiado mi corazón a muchas mujeres y siempre he acabado quedándome solo. Antes me culpabilizaba pensando que yo era el que fallaba siempre, que yo era el que cometía los errores y propiciaba la ruptura de las relaciones. Ya con casi 58 años he llegado a la conclusión de que yo no soy culpable de nada. He cometido errores como cualquiera, pero no soy el único responsable de que mis relaciones amorosas hayan acabado normalmente mal. A veces ha habido mutuo acuerdo y hemos podido seguir siendo amigos. Las menos veces. Normalmente ha habido ruptura poco amistosa y he sufrido mucho, tanto que ahora no tengo ninguna gana de plantearme una relación sentimental. Creo que he llegado al cupo del sufrimiento y ya no puedo más. Los 60 están ahí esperándome y ya no soy el inocente chaval de 25 años que se fue a vivir con una mujer gaditana profundamente enamorado. Fue el principio de mis fracasos de convivencia. Ya no le doy ninguna oportunidad más al amor. Al menos eso es lo que siento en estos momentos. Además: me siento extraño, siento que no puedo enamorarme, que aquellos viejos sentimientos que sentía no los volveré a sentir nunca más, y me da mucha pena, pero por otra parte creo que es la consecuencia lógica de tanto sufrimiento, de tanto dolor.
En la vida se supone que todo ocurre por algo. Pues por algo mi absentismo amoroso se justifica por mis rupturas amorosas dolorosas. Ya no quiero que me digan más adiós en los momentos en los que estoy más ilusionado. No quiero que vuelvan a hacer trizas mi ilusión. La ilusión es algo difícil de conquistar, pero muy fácil de perder. Y yo no quiero perder más mi ilusión. La tengo concentrada ahora en mi nuevo libro. Esa ilusión está intacta y no deseo que me la quite nadie, no quiero que vengan más personas tóxicas a decirme que escribir no sirve de nada, que es una pérdida de tiempo, que no es un trabajo sino sencillamente un hobby que no da frutos económicos.

Yo no escribo por dinero, sino para satisfacer una necesidad profunda del alma que tengo desde que era un niño. No me mueve el dinero en absoluto, aunque podría conseguirlo haciendo otro tipo de literatura. Pero prefiero ser fiel a mi línea. En ella estoy desde que era un chaval y no quiero cambiar por más que muchas personas tóxicas lo intenten.
Hay personas tóxicas que se han acercado a mí cuando he estado enfermo y no hablo sólo de la enfermedad de nervios. Con ésta he tenido muchas personas tóxicas que han querido que me vieran prácticamente como un loco o algo parecido. Con la enfermedad en general se me han acercado personas tóxicas a cebarse en mi sufrimiento. Por ejemplo: cuando me operaron de una piedra en el uréter. Alguien fue a verme al hospital a reírse de mí, a desearme todo el mal posible. Yo estaba conectado a un montón de cables y no podía defenderme salvo con la mirada. Con la mirada lo decía todo mientras esa persona hablaba como si pudiera afectarme. No me afectó. Superé mi enfermedad y salí adelante, y aquella persona tóxica sufrió una derrota porque no pudo ver a un José Cuadrado acabado, derrotado por la enfermedad, vencido en todos sus adentros. Yo salí fortalecido y tenía ganas de vivir después de haber padecido la enfermedad.

Hay personas tóxicas que se alegran de la muerte de tus personas queridas. Van a los tanatorios a alegrarse de la muerte de un ser querido. Lo hacen a veces fingiendo aflicción y hasta dan el pésame pero con una sonrisa queda, aparentemente una mueca de dolor que es una sonrisa encubierta. Yo he padecido eso con la muerte de mi padre y algo menos con la muerte de mi madre. Ya estoy fuerte ante la muerte. He aprendido. Mis casi seis décadas de supervivencia me han ayudado a aceptar la muerte con normalidad, como una parte más de la vida, porque eso es la muerte: la consecuencia final de la vida, la lógica terminación de un ciclo vital que es el ciclo de la vida, un ciclo que no tiene fin porque siempre se está reiniciando la vida como un ordenador del alma, todo empieza de nuevo continuamente y la vida no tiene final. He aprendido a aceptar la muerte como una continuidad de la vida porque pienso que es lo mejor. A mí me sirve. Yo no llego a la aspiración mística del muero porque no muero, pero sí que digo que no me asusta la muerte porque ésta entre otras cosas es un hermoso consuelo de los muchos padecimientos que nos hacen vivir las personas tóxicas, cuyo número aumenta cada día.
Hay muchos políticos tóxicos ahora que estamos en campaña electoral. Personas que están mintiendo, que no van a cumplir los puntos de su programa electoral, que se van a burlar de los votos de las personas que confían en ellos. Muchos políticos son personas tóxicas. No diré nombres porque no quiero señalarme, pero creo que en un encuesta saldrían muchos iguales.
En fin: hay que estar alerta ante las personas tóxicas, personas sin pudor que hacen daño sin escrúpulo alguno. Hay que ser previsores y defenderse de ellas. Con rotundidad, sin necesidad de hacer daño, simplemente defenderse. A ello os animo. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

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