lunes, 23 de octubre de 2017
VORACIDAD
Por
fin es lunes. Gracias a Dios. Se acabó el fin de semana y llega la libertad del
trabajo y las ocupaciones diarias.
Me
remito en este nuevo artículo al que escribí la semana pasada titulado “Harto
ya de estar harto ya me cansé”. Podemos considerar a este nuevo artículo la
segunda parte de aquél porque creo que le faltaba material.
En
aquel artículo hablaba de las dentelladas que dan los tiburones blancos como
símbolo de las dentelladas y los golpes que dan el hartazgo del pensamiento y
las enfermedades mentales, particularmente la mía: el trastorno obsesivo
compulsivo, más conocido como TOC.
Esas
dentelladas son terribles. Pues a ellas hay que responder con voracidad, con
más dentelladas todavía, con más furia, con más fuerza para no dejarnos vencer.
Yo
recuerdo ahora los muchos años que la depresión me tuvo preso de sus garras,
metido en la cama, perdiendo el tiempo y la vida. Era un muñeco de peluche más tirado en la cama como
si fuera un desperdicio. No quiero que vuelva ese tiempo, completamente oscuro,
con mucho sufrimiento, en el que me sentí vencido y sin salida posible.
Acabé
con mucha constancia venciendo la depresión. Después me cogió la ansiedad y con
ella convivo. Tengo la Invalidez Permanente
Total por problemas de ansiedad y trastorno de pánico, que es una variante de
la ansiedad. La ansiedad me produce también mucho dolor. Pero prefiero la
ansiedad a la depresión. La depresión me dejaba tirado en el suelo o en la
cama. La ansiedad me permite dar un bote cada mañana de la cama y empezar a
moverme y a vivir, a hacer cosas, con ansiedad pero a hacerlas.
La
ansiedad me permite escribir con voracidad, con verdadera fruición, con fuerte
interés por las cosas que me preocupan y me interesan. Le doy velocidad a las
teclas y su ruido me ayuda a vivir. Siento que las teclas son motivos para
realizarme y convertirme en un ser útil para la sociedad. Me gusta sentirme
útil para los demás y creo que lo hago como escritor, como periodista,
aportando al mundo que me rodea y en el que vivo mi propia visión sobre él.
Conozco
a personas depresivas que están con el cuerpo plomizo, casi sin poderse mover.
Deben tener voracidad para luchar contra la depresión, pensar que son tiburones
blancos que pueden vencer a la enfermedad con esas dentelladas terribles y sin
ningún límite posible.
Y
conozco a personas con ansiedad que están dominadas por ella. Tienen que luchar
para convertir a la ansiedad en una compañera positiva porque se puede hacer
positiva la enfermedad. Yo siempre me digo por la mañana cuando me levanto como
un lema de vida cotidiana: “Autoestima, flexibilidad, positividad, optimismo,
seguridad, sin miedo, con amor propio, dignidad y voluntad”. Y este lema me
funciona para tirar hacia delante. Cuando estoy mal me lo repito y tiro hacia delante,
hacia las metas que suponen la vida cotidiana. Ese vivir día a día que ya
comenté hace muchísimos artículos y que es como debemos planificar nuestra
existencia: un vivir día a día, tiempo a tiempo, con sus pausas y sus momentos
para el decaimiento y la victoria. Porque nadie está mal todo el tiempo. Todos,
incluso los que están peor, tienen buenos momentos a lo largo del día y han de
aprovecharlos para hacer las cosas, para ser y sentirse útiles, para dar
validez a una existencia que la depresión intenta convertir en nada, en un
fardo sin sustancia sometido a la tensión del dolor permanente.
Yo
hago de la ansiedad algo positivo, aunque a veces ella puede conmigo, pero no
dejo de luchar. Y eso es lo que hay que hacer: no dejar de luchar, si caemos
nos levantamos y a tirar hacia delante otra vez, como si nada hubiera ocurrido.
Con la cabeza muy alta, con esa dignidad de la que antes hablaba y que no
debemos olvidar nunca.
La
enfermedad mental muchas veces ataca a la propia dignidad del individuo porque
lo convierte en un ser dejado, abandonado de sí mismo, que no se lava, que come
mal, que tiene desordenado el sueño, etc… Todos los enfermos mentales habrán
vivido alguna vez estas sensaciones y resultarán entonces reconocibles. Pues no
debemos abandonarnos, sino rebelarnos contra esa sensación de dejadez que hace
que nuestro espíritu se desinfle a la par que nuestro cuerpo y nos convirtamos
en plastilina maleable por la depresión o la ansiedad.
Lo
que más abunda es el trastorno ansioso-depresivo. Yo afortunadamente hace
tiempo que no sé lo que es la depresión, pero la he vivido durante muchos años.
Ahora la ansiedad es la que ocupa su sitio y me hace daño y me hace vivir muy
malos momentos, pero intento siempre mirar hacia delante para que la vida sea
la prioridad, que es lo que intenta cargarse la enfermedad de nervios. Ésta
tiende a anular la personalidad del individuo y, con ella, la propia
existencia. Y es algo que no podemos permitir. Tenemos que tener autoestima,
querernos abiertamente sin tapujos de ningún tipo. Y no importa si nos tenemos
que decir: “Te quiero Pepe”. Tenemos que ser nosotros mismos receptores
primeros de nuestro propio amor para que sea auténtico el amor que le damos a
los demás. Si no nos queremos a nosotros mismos difícilmente será auténtico el
amor hacia los otros. Ama al prójimo como a ti mismo. Es una frase
completamente válida que nunca debemos perder de vista.
La
enfermedad de nervios también te hace sentir un inútil, alguien incapaz de
realizar las más insignificantes actividades, pero eso es una gran mentira. Los enfermos mentales
somos capaces de hacer muchas cosas, tantas como los que no lo son. Tenemos
fuerza de ánimo para tirar hacia delante sin miedo, que es algo muy importante,
porque si te atrapa el miedo queda reducida toda la vida a nada, a una
insignificante porción de Universo que no tiene ningún sentido.
Somos
muy válidos. Tenemos que repetirnos eso cada mañana. Ser fuertes para descubrir
todo nuestro potencial interior , que es enorme y que está esperando que salga
al exterior para dar validez a nuestra condición de ser humano. Podemos decir:
“padezco depresión”, pero no soy una persona nula porque no lo voy a permitir.
Podemos decir también : “padezco ansiedad”, pero no soy una persona sin valor
sino que soy capaz de hacer tantas cosas que no sé por dónde empezar. De eso se
trata: de elevar la enfermedad a la categoría de motor para que nos dé fuerza
para valorarnos y aumentar progresivamente nuestra autoestima. Parece una
paradoja, pero es la realidad. La enfermedad puede ser positiva para darnos
fuerza y coraje para vivir, fuerza para luchar, para gritar que no somos unos
trastos a los que hay que almacenar en hospitales, sino seres perfectamente
válidos capaces de realizar cualquier tarea.
Eso
es lo que quiero que quede claro en este artículo complemento del anterior: que
el enfermo mental tiene que tener voracidad para devorar como un tiburón blanco
la enfermedad sin piedad ninguna. Porque la enfermedad no tiene piedad ninguna
con los enfermos mentales. Nosotros no podemos tener piedad ninguna con ella.
Somos el tiburón que sigue matando aunque ya esté alimentado. Debemos tener esa
voracidad y no ser cobardes nunca. Y si tenemos crisis esperar a que pasen para
seguir haciendo lo que realmente sea valioso para nosotros mismos.
Queda
clara pues la intención de este artículo: no somos unos inútiles, sino personas
absolutamente válidas para hacer todo tipo de cosas. No lo olvidéis amigos.
Salud y suerte.
José Cuadrado Morales
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4 comentarios:
Pepe he leído tu artículo "Voracidad": me ha animado y me he sentido reflejado en muchas de las cosas que dices. Los enfermos mentales no somos trastos inservibles o inútiles sino que podemos hacer muchas cosas. Gracias por decirlo. A mi también me ha costado mucho salir de ese estado de apatía depresivo en que vivía pero lo he conseguido aunque a veces puede ocurrir que me encuentre bajo o con un poquito de ansiedad. Eso se combate participando en la unidad de rehabilitación, apoyándote en ella, estoy de acuerdo contigo. Hay que hacer de la enfermedad algo positivo, que a su pesar nos suba la autoestima en vez de bajárnosla como tu dices. Me ha encantado tu artículo. Un saludo.
Jesús.
¡ENHORABUENA!MUY INTERESANTE EL ARTICULO.ESPERAMOS CONTINUAR SIGUIENDO TUS ESCRITURAS.
Gracias amigo Jesús por el comentario que has escrito a mi artículo Voracidad. Lo has entendido perfectamente y has penetrado de maravilla en él. Has buceado en el artículo que he escrito basándome en mis muchas experiencias relacionadas con la salud mental y la Unidad de Rehabilitación. Como verás es el complemento perfecto al artículo Harto ya de estar harto ya me cansé. Pensé que se había quedado corto y he recurrido a este segundo artículo.
Me alegro de haberte animado con mi trabajo y que no te sientas un trasto. Cuidate mucho. Te tengo que dejar porque Alfonso me está metiendo prisa para que se ponga otro usuario. Un abrazo Jesús. Tu amigo Pepe Cuadrado.
Estimados amigos de Rehabilitación de Santander: gracias por vuestro comentario a mi artículo Voracidad, complemento de una primera parte titulada Harto ya de estar harto ya me cansé. Espero como decís que sigáis leyendo mis escritos y nos hagamos amigos en este nivel maravilloso de la palabra escrita. Fielmente, José Cuadrado.
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