lunes, 5 de junio de 2017

SIN MIEDO AL DOLOR

El dolor es algo que hay que afrontar día a día y sin miedo. Se da en todas las facetas de la vida de una persona y puede ser tanto físico como psíquico. Aprendemos desde muy jóvenes a perderle el miedo al dolor físico de lo contrario si entonces por ejemplo creyésemos que por habernos lesionado un tobillo no deberíamos volver a jugar al baloncesto estaríamos  cometiendo un error y condenados a no volver a hacer este deporte. Eso es lo que me ocurrió a mí. Tuve una lesión de tobillo fuerte pero no por eso dejé de jugar al baloncesto: aunque superé el miedo (con al tiempo volví a lesionarme dos veces más en el otro pie)  no siempre se hace del todo pero se supera en gran medida y el no tener este miedo te hace vivir una vida más plena, más completa, vivir en definitiva. Si no le perdiésemos el miedo al dolor no podríamos vivir.
Sabemos que esto es así porque las lesiones pueden curarse la mayoría de ellas, gracias a Dios, afortunadamente. Al dolor psíquico también hay que perderle el miedo. Yo lo he vivido por la ruptura que tuve hace ahora casi 25 años con la novia que tuve. Si le hubiese tenido miedo al dolor psíquico no hubiese sabido lo que es el amor de pareja. El dolor psíquico creo que puede ser peor que el dolor físico sobre todo si se hace duradero. Lo que me ocurrió a mi es que sentí por dentro como si me estuviesen arrancando el alma cuando rompí con mi pareja. Al principio no sabía de donde venía ese dolor pero con el tiempo comprendí que fue porque dejamos de ser amigos con la separación. Y es que por separarse no hay que dejar de ser amigos. Yo la seguía queriendo pero sentía que ella entonces no comprendió la separación y que quizás me odiara por ello. Durante trece años estuve despertándome a mitad de noche con los ojos ennegrecidos y llenos de lágrimas (con el alma rota) al tiempo que no había imágenes curiosamente en mi cabeza de la que fue mi novia aunque estaba pensando en ella en esos momentos. 
Luego se me venía la imagen de ella alguna vez pero siempre poniéndose del lado de antiguos amigos que ya no lo eran en la medida que lo fueron. La enfermera que llevaba la recepción de mi psiquiatra me pidió que dejara de llorar que dejara esa actitud pero no comprendía que no dependía de mí, era espontáneo lo que me ocurría. Entonces un buen día aunque absorbido por el trabajo decidí intentar ponerme en contacto con ella y pude hacerlo telefónicamente con su padre. Empecé a tomar una actitud más positiva, todo lo que pude, con ella, a preocuparme todo lo que pude por ella, a luchar por ella aunque no pudiésemos vernos de la manera que pudiera (estuve trabajando muchos años con estas sensaciones y ese malestar). Fue entonces cuando desaparecieron esos dolores psíquicos. Y es que al dolor psíquico hay que perderle también el miedo. De lo contrario no podríamos vivir. Hay que perderle el miedo al dolor, tanto físico como psíquico( aunque también ponerle remedio a los mismos, que para eso existen).

Jesús

2 comentarios:

Blog Unidad Rehabilitación Salud Mental Hospital Macarena dijo...

Jesus llevas toda la razon hay veces que el dolor psiquico es peor que el fisico.Los dos son posibles de superar lo que hay es que ser fuertes y sentirnos capaces de pasar pagina. besos tu compañara SILVIA

Anónimo dijo...

Querido Jesús: llevas razón en todo cuanto dices sobre el miedo al dolor físico y al dolor psíquico. A mí me dan miedo ambos. A veces el dolor psíquico es angustiante y no te deja vivir y parece, sólo en apariencia, que es peor que el dolor físico, pero luego te atrapa el dolor físico y parece peor que el dolor psíquico. No se sabe qué es peor muchas veces.Me tiene bastante confundido el tema del dolor y tu artículo, breve pero jugoso como siempre, me ha invitado a reflexionar un poquito más sobre el tema. Pronto compartiremos mi novela, que tiene mucho de dolor psíquico. La novela es como un thriller psiquiátrico que sé que te va a gustar mucho porque eres uno de los mejores lectores que conozco. Recibe un abrazo de tu amigo José Cuadrado.