martes, 21 de enero de 2014

LA RELACIÓN TERAPÉUTICA; ¿QUÉ PASA CUANDO ME CAMBIAN DE PSICÓLOGO – PSIQUIATRA?


Al tratar este espinoso tema lo primero que se me viene a la cabeza es una palabra: “diargenia”, que ya utilicé hace bastantes meses en otro artículo y se me dijo que no estaba en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, lo cual no es raro porque este diccionario suele ir muy lento incorporando palabras nuevas. Puede que ya haya salido en una nueva edición. La palabra me la enseñó el Coordinador General del Área de Salud Mental del Distrito Macarena (no daré nombres en este artículo para que nadie se dé por aludido) y me dijo que la “diargenia” era por un lado la empatía entre paciente y psicólogo (o psiquiatra, que para el caso es lo mismo), pero también podía ser la transferencia de elementos negativos de uno a otro, lo que hacía necesario muchas veces el cambio de psicólogo o psiquiatra. Es decir: que a veces es bueno el cambio. Yo quería precisamente cambiar al psiquiatra que tenía en la Unidad de Día del Hospital Universitario Virgen Macarena, con el que me llevaba a matar. 
Él me dijo que estaba de acuerdo. Yo me encontraba entonces en el Distrito Centro de Salud Mental en la Plaza del Duque y me habían mandado a la Unidad de Día para que me vieran con más frecuencia porque estaba muy masificado. Pero no fue necesario el cambio de psiquiatra porque el Distrito Centro se trasladó al Centro de Especialidades Esperanza Macarena en María Auxiliadora y volví al Distrito Centro.
Aquí volví con mi psiquiatra habitual de muchos años, desde que murió mi padre y se rompió mi matrimonio. Me asignaron entonces a una psicóloga para que tuviera un mayor apoyo psicológico. Ella aplicaba el tratamiento cognitivo conductual. Me mandaba deberes. Me recomendó la lectura de dos libros que me han servido mucho: El tratamiento psicológico de la agorafobia y El tratamiento psicológico del trastorno obseso compulsivo, dos de mis problemas. A ellos había que añadir las crisis de ansiedad, el trastorno de pánico, la depresión y la estructura dependiente de personalidad. La psicóloga no me quiso meter en el grupo de agorafóbicos porque yo tenía más problemas. Padecía un trastorno múltiple de la personalidad y podía perjudicar al grupo y ser perjudicado por éste.
Aunque estaba muy a gusto con ella, la destinaron al Distrito Este y me tuvieron que cambiar de psicóloga. Tenía que empezar todo de cero. Me daba mucha pereza, pero yo me planteo los cambios de manera positiva porque sé que algo nuevo me enseñará cualquier profesional traiga el método que traiga. La nueva psicóloga tenía un sistema muy distinto a la anterior. Pero me enseñó muchas cosas, aparentemente simples, pero de gran valor para mí. Por ejemplo: me dijo que cuando alguien me preguntara cómo estaba contestara que bien aunque estuviera mal y que así me pondría mejor. Y que me repetiera muchas veces al día: yo estoy bien, yo me encuentro bien, lo mismo que me dicen cuando hago relajación. Y sirve. Ella fue la que me propuso ir a la Ura Macarena. Pero antes de empezar a tramitar las cosas me ingresaron en la Unidad de Psiquiatría del Hospital Universitario Virgen Macarena. Allí estuve dos semanas. Fue por la muerte de mi madre y la ruptura con una mujer con la que vivía. Allí un psiquiatra me puso un tratamiento que por primera vez en mi vida seguía a rajatabla porque no podía leer los prospectos de las medicinas que tanto miedo me daban por la cantidad de efectos secundarios que tienen las medicinas de nervios. Con el tratamiento tenía efectos secundarios, pero me sentía mejor. Cuando salí me encontré con la desgraciada noticia de que mi psiquiatra de casi veinte años había caído enfermo y había sido sustituido por otro psiquiatra muy jovencito e inexperto. Mi psiquiatra habitual ya no vendría más por su enfermedad. Otra vez tenía que empezar desde cero. Era un poco latoso, pero quería aplicar un espíritu positivo.
El nuevo psiquiatra confirmó el tratamiento que me habían  puesto en el Hospital. Pero estuve poco tiempo con él porque me lo volvieron a cambiar por otro psiquiatra que confirmó también el tratamiento haciendo matices hasta encontrar las dosis justas de todas las medicinas. Pero otra vez tenía que repetir las mismas cosas y me daba mucha pereza.
Mientras tanto se estaba tramitando mi traslado a la Ura Macarena. Me entrevistó la trabajadora social del Distrito Centro. Me mandó a la Ura y aquí me dieron a elegir entre diversas actividades y yo escogí la pintura. Después se fueron incorporando nuevas cosas: informática, relajación, yoga, andar, tertulia, etc… Aquí, en la Ura, me asignaron a un nuevo psicólogo y vuelta a empezar. Me llevaba bien con él. Me mandaba deberes, me recomendaba exposiciones, me pedía que fuera al cine todos los miércoles, me decía que escribiera mis libros, etc… Pero duró poco tiempo porque lo destinaron a Córdoba. Y vino un nuevo psicólogo a mi vida, con el que estuve poco tiempo. Pero si con el anterior aprendí que con el trastorno obseso compulsivo estaba cavando un hoyo debido al repaso que tan frecuentemente hacía de las cosas física y mentalmente, con el nuevo psicólogo aprendí que era bueno aplicar la velocidad al repaso de las obsesiones para que éstas hicieran el menor dañor posible. Y era verdad. Y confirmaba mi teoría de que cualquier profesional podía enseñarme cosas y así no era tan traumática la separación de mi psicólogo o psiquiatra de turno.
Entró en mi vida un tercer psicólogo en la Ura. Me he llevado muy bien con él durante tres años. Me ha enseñado la importancia de la relación entre la flexibilidad y la autoestima, temas sobre los que escribí un artículo, ha dignificado bastante mi profesión de escritor porque me ha dicho mil veces que no regale mi libro sino que los venda porque yo no puedo regalar mi trabajo. Con él he normalizado la relación con mi hijo y con mis hermanas. Con él he vuelto a viajar a mis lugares favoritos: Arcos de la Frontera y Madrid. Y muchas cosas más. Lo echaré de menos porque se va y viene una buena psicóloga que me ha dicho que es muy válida. Para colmo me han vuelto a cambiar el psiquiatra de María Auxiliadora. Ahora tengo una mujer que ha trabajado con el último psicólogo de la Ura. Ya la conozco y es una mujer joven y bastante amable con la que intuyo que me llevaré bien.
No sé qué ocurrirá con la cuarta psicóloga de la Ura. Me ha dicho el tercer psicólogo que es buena porque ha trabajado con ella. Yo espero siempre lo mejor porque pretendo ser positivo. Y es algo que recomiendo a todos los usuarios de la Ura Macarena y a todos los lectores que tengan relaciones con psicólogos y psiquiatras.
 A todo esto hay que añadir las sustituciones de psicólogos y psiquiatras por enfermedad o comisiones de servicio. A lo mejor los ves una vez nada más sin confianza ninguna, pero también se aprende. Por ejemplo una vez había una psiquiatra sustituta que me enseñó que cuando estuviera mal no pensara que era el final. Éste sólo llega una vez y viene con la muerte, no con una crisis de ansiedad o de agorafobia o cualquier otra cosa. Me dijo que me ilusionara con algo, lo que fuera. Me preguntó si era seguidor de algún equipo de fútbol y le dije que del Sevilla. Era la época reciente del Sevilla F.C. cuando ganó dos veces la Copa de la Uefa, la Copa del Rey, la Supercopa de Europa, etc… Y es verdad: me ilusioné con el Sevilla y me alegraba y me sigo alegrando por sus victorias. Ayer mismo domingo el Sevilla empató en casa del Atlético de Madrid y hoy me siento feliz por ello. Me entristezco un poco con las derrotas, pero menos. Lo importante ya digo es tener una ilusión, la que sea.

A esto hay que añadir también los médicos particulares a los que me han llevado mis padres o los he pagado yo mismo cuando he tenido independencia económica. También tenían sus librillos de maestrillos particulares y me han enseñado cosas. Lo importante es aprender. No considerar traumáticos los cambios y pensar que realmente vas a estar mejor. Yo ahora estoy mejor de la depresión y de la estructura dependiente de la personalidad. De lo que sigo igual es de la ansiedad y el trastorno obseso compulsivo. De la agorafobia también estoy mejor. Y a cada psicólogo y a cada psiquiatra le debo un poquito. Y por supuesto a mi propia voluntad.
Yo creo que aquí hay que aplicar el título del último ensayo del ensayista Marcos Ana: Vale la pena luchar. Pues yo creo que sí porque es nuestra vida y no tenemos otra y la tenemos que vivir de la mejor manera posible y sacando de ella todo el fruto que podamos.
No hay que ser catastrofistas con los cambios porque las crisis suelen traer cosas buenas cuando terminan. Además: todos son profesionales y conocen su trabajo y nosotros tenemos que adaptarnos a ellos basándonos en el respeto mutuo y poniendo por delante nuestra autoestima. Tenemos que querernos a nosotros mismos para poder hacer positivos los cambios. No ser negativos con estos y pensar  que siempre tenemos la oportunidad de cambiar si las cosas no nos van bien porque existe la libre elección de especialista. Siempre tenemos esta oportunidad, esta esperanza. Lo que hay que hacer es no desesperarse por un cambio y confiar en que lo que venga va a mejorar  lo anterior como ha ocurrido conmigo. Yo tengo fe en que los cambios son buenos si nosotros mismos los consideramos buenos. Depende del tratamiento que les demos.
Así que no os preocupéis por un psicólogo o un psiquiatra nuevo. Cada uno traerá su enseñanza que nos servirá para salir un poco hacia delante. Sed positivos y pensad siempre lo mejor. La mente hace mucho y nos tiende trampas en las que no debemos caer y tenemos que ser más poderosos que ella poniendo toda nuestra voluntad. Cuidaos mucho y salud y suerte.


José Cuadrado Morales

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