jueves, 25 de abril de 2013

LA BUENA MUERTE


Hace escasos días falleció José Luis Sampedro a la edad de 96 años. Era un brillante economista y un brillante escritor de ficción. Como economista es autor de uno de los manuales de economía más estudiados en las Universidades españolas. Concretamente yo lo estudié cuando hacía Ciencias de la Información, rama de Periodismo, en la Universidad Complutense de Madrid. Era maravilloso ver cómo los más abstrusos conceptos de economía los explicaba de la forma más sencilla. Y como autor de ficción tiene diversas novelas como La sonrisa etrusca,  ambientada en Milán. Por sus obras de ficción mereció el ingreso en la Real Academia de la Lengua. Estuvo lúcido hasta el final de su vida. 40 días antes de su muerte concedió una entrevista a Televisión Española donde desgranaba con un hilillo de voz todos los conceptos y demás ideas de su vida. También el tema de la muerte, que lo consideraba un final lógico al ciclo vital de la existencia. Es un caso claro de buena muerte.
Hace varios meses lo veíamos en la Puerta del Sol de Madrid apoyando a los indignados del movimiento del 15M, leyendo un manifiesto donde dejaba todas sus ideas muy claras sobre los temas que preocupaban a ese movimiento. Y lo hacía con ese mismo hilillo de voz, pero con toda la coherencia del mundo.Hace unos días también el Terapeuta Ocupacional de la Ura Macarena, en el grupo de informática donde escribo estos artículos, se preguntaba en voz alta sobre lo que pensarían sus padres ya octogenarios sobre la muerte sabiendo que les quedaba poco tiempo de vida. Lo desconozco. Pero sí sé lo que pensaban mis padres. A mi padre no le dio tiempo porque murió en la madurez con sólo 61 años. A mi madre sí le dio tiempo a plantearse la muerte. Era creyente y para ella la muerte también era buena. Lo que le preocupaba era la vejez, con la decrepitud que ello significaba en lo físico y en lo psíquico.
Los místicos también representan un buen ejemplo de buena muerte. Recuerdo a Santa Teresa: Vivo sin vivir en mì y tan alta vida espero que muero porque no muero. Es el ansia viva de la muerte. La muerte como liberación de una vida pasajera hacia una vida eterna con Dios. Y dio sentido a su vida rezando y escribiendo libros como Las Moradas. Igual es el caso de San Juan de la Cruz y de Fray Luis de León.
Las Coplas por la muerte de mi padre de Jorge Manrique son otro ejemplo de buena muerte. Tienen también mucho de mística. Empiezan: Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando. La muerte está siempre presente en nuestras vidas porque desde que nacemos ya estamos muriendo. Lo que hay que hacer es llenar de sentido la existencia como hizo su padre, cuyas gestas cantaba en las Coplas.

Otro ejemplo de vida aprovechada es el de Juan Ramón Jiménez, que fue Premio Nobel de Literatura en 1956. Sólo dos días después falleció su esposa que tanto le había apoyado. Llevó una vida muy rica. Escribió de todo desde el Modernismo a la poesía pura, suya para siempre. Libros como Animal de fondo, Diario de un poeta recién casado, Platero y yo dieron contenido a su existencia. Y siempre con su frase favorita por bandera: No es la muerte la que da sentido a la vida, sino la vida la que da sentido a la muerte. Es otro caso de buena muerte.
Otro ejemplo de trabajador incansable es Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura en 1989. Con su primera mujer escribía  a mano y ella pasaba los textos a máquina de escribir, como yo, que también lleno mi vida de Literatura y le doy sentido a mi vida. Después con su segunda mujer, Marina Castaño, quien dijo cuando se murió que Camilo estaba cansado de vivir, cuando yo creo que lo que estaba cansado era de trabajar. Libros como La familia de Pascual Duarte, Mrs. Cadwel habla con su hijo, Madera de boj y el primero de todos , de poesía, Pisando la dudosa luz del día demuestran una vida de trabajo que dio sentido a su muerte. Siempre con otra frase por bandera: Quien resiste vence. Él supo resistir y murió a gusto.
Recuerdo ahora a Bertrand Russell y su libro La conquista de la felicidad. Un libro que nos enseña a ser felices con ejemplos muy cotidianos. Por ejemplo: relata cuando iba a dar una conferencia y tenía pánico de hablar en público. Se preguntaba quién iba a saber cómo se encontraba él y como la respuesta era nadie superaba el pánico y se sentía feliz. Ejemplos como estos nos enseñaban a ser felices y a afrontar la muerte como algo bueno.
He visto recientemente la película El guerrero pacífico.
Es la historia de un gimnasta que quiere participar en las Olimpiadas, pero tiene un accidente y se parte la tibia y el peroné por varias partes. Se los quitan los médicos y le ponen un hierro. El entrenador le dice que abandone, pero conoce a un dueño de una gasolinera y una tienda de Abierto 24 horas que le va diciendo frases que lo animan para volver a hacer gimnasia. Entre esas frases destaco: Hay que intentar reducir al máximo los instantes vacíos para que la muerte tenga menos peso. Ocupar el tiempo para que nos enfrentemos a una buena muerte. Al final de la película el chaval vuelve a hacer gimnasia y el dueño de la gasolinera, un Nick Nolte avejentado por el alcohol y otros abusos le pregunta quién es él y le contesta que es el momento. Ha conseguido vivir el presente por encima de todas las cosas.
Vi el otro día un poco de la serie de Telecinco El don de Alba, remake de la serie americana Entre fantasmas protagonizada por Jennifer Love Hewit. Ambas tienen la facultad de hacer más fácil el tránsito de las almas hacia el otro mundo. En un momento de la trama su amigo y mentor le dice: No tengas miedo de vivir por muy cerca que estés de la muerte. De eso se trata: de no tener miedo a la vida para que la muerte nos coja de la mejor forma posible. Es otro caso de buena muerte: enfrentarnos a ella con alegría y con el deber cumplido.

El otro día vi en la Avenida de San Lázaro una pintada enorme que era todo un poema. Uno de los versos decía así: mañana comienza todo de nuevo.Con esa idea hemos de vivir. Con el eterno presente. Olvidándonos del pasado y del futuro, lo que nos llevará a afrontar la muerte de la mejor forma posible. Hace unos días vi la película Relaciones confidenciales con un Al Pacino extraordinario que hacía de relaciones públicas que siempre tenía la cabeza embotada por el abuso del alcohol y los barbitúricos. Tenía siempre la amarga sensación de que llevaba una vida absurda y superficial. Hay que intentar no morir como lo hace Al Pacino en la película: habiendo llevado una vida sin sentido. Hay que llenarla de éste y de contenido para poder enfrentarnos a una buena muerte.
A veces hay personas que llevan una vida llena de sentido que la estropean al final por culpa del suicidio. Es el caso de numerosos escritores como Ernest Hemingway, que se pegó un tiro en la boca en 1961. No podía soportar tener que dejar su vida de aventurero por culpa del cáncer y no supo morir de verdad. Está Ángel Ganivet, un miembro destacado de la Generación del 98, que hizo dos intentos de suicidio hasta que lo consiguió por sus problemas de ansiedad. Está también Cesare Pavese que se quitó la vida en el Hotel Roma de Turín. Y Mariano José de Larra, que se disparó con sólo 29 años por lo mal que iba el liberalismo en España y por un  desengaño amoroso. Y está el caso del poeta ruso Vladimir Maiakovski, que se descerrajó un tiro en 1930 en un callejón con sólo 37 años, dejando una obra que sólo el tiempo sabe hasta dónde podría haber llegado. Son todos ejemplos de malas muertes porque pocas cosas hay tan pobres como el suicidio.

En fin,como dice el título de una comedia francesa, un mal día lo tiene cualquiera. Lo malo es tener una mala vida que acaba en una mala muerte. Es el caso de los que se dejaron llevar por el movimiento beat, cuyo máximo representante fue Jacques Louis Kerouac, cuyo libro On the road acaba de dar lugar a una película con el mismo títul. Ese libro hizo popular una frase muy dura: Vive deprisa, muere joven y tendrás un cadáver bonito. Muchos siguieron esa frase como James Dean quien vivió deprisa y sólo pudo hacer tres películas, murió joven con sólo veintantos años y dejó un cadáver horrible porque se mató en un accidente de coche y su cuerpo quedó totalmente destrozado.También es el caso de Sal Mineo y Natalie Wood y tantos otros de la época más o menos. Lo que hay que hacer es vivir tranquilo, morir cuando haya que morir y dejar un cadáver que ya no sirve para nada. Y dejar que nuestra alma vaya en paz hacia la otra vida con ayuda o sin ella. Tener en definitiva una buena muerte y que llegue lo más tarde posible.
Hay que hacer lo que dice el título de la última película de Terrence Malick, un cineasta que se prodiga poco. El título es To the Wonder. Hacia la maravilla. Pues eso tenemos que sentir: que estamos viviendo una maravilla de vida porque cada vida es como un pequeño milagro y vamos hacia otra maravilla  que es la muerte, que es un punto y final por un lado como diría José Luis Sampedro a un ciclo vital lógico, y por otro lado la muerte, para los creyentes, es un punto y seguido hacia otra vida más duradera. Y no hay que ser un místico para tener éxtasis y demás experiencias fuertes. Basta con ser sólo un ser humano y llevar una vida coherente y plena de sentido. Así podremos enfrentarnos a la muerte con un cara a cara positivo, venciendo sobre la vida, dando todo el sentido a ella y pleno de experiencias. Yo lleno mi vida de Literatura. Otros la llenarán  con el deporte. Otros con el cine. Otros siendo monitor de informática. El caso es hacer algo útil  que nos llene de sentido y dé plena satisfacción a nuestra existencia.
Yo os invito a ir hacia esa maravilla de la vida en primer lugar y enfrentarnos después a la muerte con entusiasmo y sabiendo que es una buena muerte, sin paliativos. Salud y suerte.

José Cuadrado Morales

2 comentarios:

Blog Unidad Rehabilitación Salud Mental Hospital Macarena dijo...

Tus reflexiones sobre la muerte y la vida hacen pensar en muchas cosas. En este momento tengo a mi madre de 87 años enferma con una rotura de cadera en el hospital y me preocupa bastante por la edad avanzada de ella y lo peligroso, aunque no lo parezca en principio, de una rotura de cadera. Solo se que odio la muerte, y que, aunque me cueste trabajo vivir por la pérdida de facultades que supone esta enfermedad, estoy contigo en que lo más importante es mirar al futuro y ver vida en todo lo que se ponga por delante de nuestros ojos. Ver la vida en todo. A pesar de estar mal o enfermo, superarse, superar todas las barreras que puedas, sembrarse de optimismo y recoger la cosecha: vida. Esto contrasta un poco con la tónica de lo que pensaba de joven: según un amigo, y yo compartía esta idea, el pesimismo era consustancial a la vida misma. Un pesimista era un optimista bien informado. Visiones de joven. Si, se puede ser pesimista pero no con un punto de vista negativo hacia la vida. Yo de joven era pesimista, pero tenía un punto de vista optimista hacia la vida. Pensaba que este no es el mejor mundo de los posibles y que había que hacer por mejorarlo. En este sentido, el que le da Voltaire a la vida, el pesimismo puede ser vitalista, en el sentido de estar continuamente preocupado por mejorar la vida en general.

Jesús

Anónimo dijo...

La vida es como un túnel largo y obscuro, donde poco a poco vamos deprimiendonos más, hasta que un día nos atrevemos a pensar claramente en la muerte, en ese instante del corazón brota una chispa de felicidad e instintivamente levantamos la mirada al frente y descubrimos que al fondo del tunel se abre una puerta mostrando un mundo luminoso y amplio, la verdadera vida.... la paz.
Y te juras a ti mismo que jamás volverás a caer en la tentación de volver a nacer. Esa es la gran y única lección de esta vida.