viernes, 15 de marzo de 2013
EL VICTIMISMO
El victimismo es una actitud
que abunda cada vez más. Creo sinceramente que todos nos hemos hecho la víctima
alguna vez en nuestra vida para llamar la atención de los demás. Yo el primero.
Por lo que he considerado la oportunidad de escribir un artículo sobre este
correoso tema.
El victimismo es una forma de
mentira que no mencioné en mi reciente
artículo sobre las mentiras publicado hace poco tiempo. Es una mentira mezcla
de automentira o autoengaño y de mentira arriesgada. De ambas hablaba en ese
citado artículo. Es una forma de autoengaño porque somos conscientes de que
estamos mintiendo a los demás, exagerando los síntomas de una enfermedad o la
mala situación económica en la que vivimos. Y es una mentira arriesgada porque
podemos perder a una persona querida, un amigo, un familiar, alguien que nos
importe mucho porque son las personas que más nos importan aquéllas con las que
practicamos la enfermiza actitud del victimismo. Esa mezcla de mentiras es
explosiva porque puede desencadenar problemas mayores y más reales que aquellos
a los que se refieren las mentiras victimistas.
El victimismo es, pues, una
forma de enfermedad de nuestra salud mental. Como me dijo hace años una
psicóloga que me trataba, de nombre Margarita, el victimismo como enfermedad
mental se cura o se trata por lo menos con la técnica cognitivo conductual.
Ella me puso un ejemplo de cómo aplicar
esa técnica: cuando alguien me pregunte cómo estoy tengo que contestar que
estoy bien para así evitar caer en la tentación de engañar. Además diciendo que
estamos bien conseguimos el resultado positivo de sentirnos mejor porque
tenemos una actitud más positiva. Practicamos la positividad frente a la negatividad que supone el victimismo.
La terapia cognitivo conductual es más compleja pero muy eficaz para curar el
victimismo como enfermedad mental.
El victimista practica el
chantaje emocional o, como yo suelo decir, la extorsión sentimental. Nadie está
peor que él. No se te ocurra decirle a un victimista que estás mal porque él
automáticamente dirá: pues yo estoy peor, yo tengo esto o aquello y no sé que
hacer para salir adelante, estoy desesperado. Para el victimista no hay más mal
que el suyo. Y no escucha a los demás, por lo que estamos ante una actitud
egoísta. Lo que nos lleva a la consideración de que el victimista es una
persona inmadura porque no ha aprendido a contar sus problemas (que nadie niega
que los tenga) con naturalidad y madurez, como personas adultas.
Yo he conocido a muchos
victimistas durante los veintiún años de enfermedad en las terapias de grupo,
en los ingresos hospitalarios, en los ambulatorios, en la misma Ura de
Macarena. Manifiestan su victimismo de numerosas maneras para llamar la
atención: cortándose las venas pero sin intentar suicidarse en ningún momento
porque no es ésa su intención (sin quisieran
suicidarse lo harían a solas y no fallarían, y lo harían insisto sin
público), bebiendo mucho para llamar la atención (lo cual suele generar otros
problemas adicionales como el alcoholismo o la dipsomanía, a la que dediqué
también un artículo hace varios meses), llevando una muleta sin necesitarla
simplemente para que los demás le pregunten qué le pasa y un largo listado de
síntomas o actitudes victimistas para que los demás estén pendientes de él. He
conocido tantos victimistas que por eso he dicho al principio que todos alguna
vez hemos practicado el victimismo como conducta enfermiza y manifestación de
una enfermedad mental.
Para los victimistas no hay más
mundo que el suyo. Y se da con más frecuencia en épocas de crisis económica
como la que estamos viviendo en estos momentos. Ahora pululan por las calles
más personas tocando el acordeón u otros instrumentos, haciendo de estatua
humana o simplemente poniendo un cartel lleno de mentiras. No quiero decir con
esto que todos los que piden por la calle sean victimistas. Algunos lo hacen
puramente por necesidad y eso lo justifico plenamente. Yo critico a los que se
remiten a la mentira para llamar la atención. Por ejemplo, y eso lo he
comprobado en el trabajo de campo que he realizado para escribir este artículo,
he confirmado que la mayoría de los carteles que exhiben muchos de los
pedigüeños son mentira o están llenos de ellas. No hay siete hermanos, ni madre
enferma, ni padre sin trabajo. Simplemente son personas que se pasan horas en
una esquina pidiendo dinero o una limosna con un cartel plagado de mentiras,
las cuales rechazo. Prefiero que me pidan dinero directamente sin mentirme, o
dándome un mecherito o cualquier otro detalle para dar dinero. No confundamos,
insisto, la necesidad real con el victimismo. A veces se mezclan las dos cosas:
la necesidad se convierte en enfermedad cuando ponemos en práctica el
victimismo. Creo que queda claro el tema.
Lo victimistas muchas veces
no son conscientes de manera fehaciente de que lo son porque han asumido con
realismo brutal su condición de tales.
La enfermedad alcanza aquí su punto más alto. Están acostumbrados a pedir dinero
o a cantar sus enfermedades y se han acostumbrado de tal manera que ya forma
parte de su enfermedad. Tengo una vecina que siempre está de médicos. Hoy mismo
me la he encontrado en la escalera de mi casa al salir e iba a hacerse análisis
y radiografías por enésima vez. Y siempre los resultados son negativos. No
tiene nada. Lo más los dolores propios de la edad. Aquí entra un poco el tema
de la hipocondría. El victimista hipocondríaco no para de llamar la atención
con enfermedades imaginarias. Concretamente esta mujer tiene harto al marido con
tantas enfermedades que se inventa la mujer para que la tenga en cuenta. No
sabe pedir amor de otra manera y se ha acostumbrado a hacerlo de forma
enfermiza y sin límites posibles para su exageración. Estamos ante una
enfermedad mental más de las muchas que hay aunque no sea consciente de ello
por más que yo se lo diga cuando hablo con ella y le digo que no piense tanto
en las enfermedades porque va a acabar teniendo una de verdad
Esto nos lleva a la famosa
historia de Pedro y el lobo. Pedro es un pastor que siempre está llamando a la
gente gritando que viene el lobo, que viene el lobo. La gente acude, pero es
mentira. Hasta un día que viene el lobo y la gente, ya sobradamente
desconfiada, no acude y el lobo devora a las ovejas. Pues algo así les pasa a los
victimistas: que no paran de quejarse y exagerar sus síntomas (reales más o
menos) y cuando están enfermos de verdad ya nadie los cree. Insisto en que
hablar de una enfermedad real no es victimismo si se hace con la intención de
compartir y ya está. Cuando manipulamos la enfermedad y nuestra actitud
relacionada con los demás entonces sí estamos ante el victimismo y es lo que yo
rechazo. A estas personas hay que ayudarlas porque añaden a sus problemas
reales (más o menos) el problema del victimismo. Y esto es algo muy negativo,
pero hasta ese extremo llega la mentira o la exageración. Muchas veces el
victimista ya no puede dejar de serlo y lo convierte en un hábito normal de
vida, como si fuera una circunstancia más de su vida. Yo soy yo y mis
circunstancias y una de esas circunstancias es el victimismo. Lo han asumido
como algo más de su personalidad y no pueden cambiarlo. No es que no quieran,
sino que no pueden hacerlo. Esto mueve a la lástima real, a la compasión o a la comprensión, según como cada uno se lo
tome, pero no deja a nadie indiferente.
El victimismo es una actitud
reprobable pero que tiene cura con la terapia cognitivo conductual como ya he
dicho. Esta terapia es muy eficaz como me dijo Margarita y se aplica muy
positivamente con los pacientes de esta enfermedad mental. Los pacientes tienen
que ser conscientes de que lo son, de que no están bien y de que si persisten
en su actitud van a conseguir más enemigos que amigos porque todos nos cansamos
de que nos pretendan manipular o engañar de mil maneras. La vida está llena de
mentiras y toda la lástima no es mentira pero una gran parte de ella lo es y
hay que evitarla para que no sean las personas no victimistas las que caigan
enfermas por culpa de las victimistas. Porque se puede producir una diargenia,
es decir, la transferencia de un problema de una persona a otra. En este caso
la transferencia del victimismo a una persona sana que no lo practique. La
diargenia también se puede producir en otras enfermedades mentales y es una
situación muy peligrosa y hay que tener mucho cuidado con ella porque es fácil
caer en ahí.
Desde aquí lanzo un mensaje
optimista para todos los que practiquen el victimismo como forma de vida:
tienen cura. Simplemente tienen que decir la verdad. Si están enfermos, pues lo
están y punto, no tienen por qué exagerarlo ni mentir poniendo la cosa peor de
lo que está. Si necesitan dinero pues que lo pidan y se les dará si se puede,
pero que no se pongan como personas pobres que no tienen un céntimo para salir
adelante y que no pueden ni empezar el mes. Soy positivo en cuanto a salir de
la situación económica en la que nos encontramos. Con eso se curarán muchos
victimistas. Y en cuanto a las enfermedades también soy optimista porque
psicológicamente se les puede ayudar con la terapia ya dicha y pueden salir
adelante. Confiad en vosotros mismos y no tengáis que recurrir a la mentira o a
la exageración lastimera. Todo sea por decir la verdad y salir adelante con la ayuda de todos los
amigos y familiares que tengamos a mano. Salud y suerte.
José Cuadrado Morales
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