lunes, 25 de febrero de 2013
RELATO
POLOS OPUESTOS
Cuando estoy
con Virginia no me pasa eso. Virginia es mi novia y la quiero con locura. Ella
habla más que yo cuando estamos juntos y siempre tiene una anécdota o un
comentario que hacer. Además es agradable en la conversación y procura
simpatizar con la persona que charla. Tiene más facilidad que yo para las
relaciones personales y cuida bien de sus interlocutores haciendo que se sientan escuchados. No como yo que
parece que me mantengo en la distancia, cuando hablo con alguien me preocupo lo
suficiente para mantener el hilo de la conversación, ella no. Ella hace
preguntas y se interesa por lo que la otra persona le está contando. Creo que
en definitiva es mejor persona que yo. Tiene más corazón.
Yo siempre
estoy en mi mundo no soy capaz de mirar más allá de una cuarta de lo que sucede
cerca de mí y eso hace que no le caiga
simpático a todos. Por el contrario la gente que habla con Virginia de una manera espontánea se abren a ella como
si la conociesen de toda la vida. Además le ayuda su físico, por supuesto. Ella
es mucho más guapa que yo y mucha gente se pregunta, lo sé porque lo leo en sus
ojos, como una mujer como Virginia a acabado enamorada de un hombre como yo.
Los amigos
que tenemos en común, cuando estamos juntos en una conversación mientras
tomamos un café o almorzamos, están más pendientes de sus necesidades que de
las mías. Se preocupan si le falta el azúcar del café o si tiene un cigarrillo
a mano cuando quiere fumar. Le hacen preguntas sobre sus gustos y hay veces que
tenga la sensación de que me roban parte de ella. Será porque muchas veces he
sentido que ella entrega más a la relación como pareja que yo. También pienso que
esas preguntas y esas conversaciones deberían de existir tan solo en nuestras
intimidad y, al hacerse públicas y no formuladas por mí, siento perder parte de
estas.
Sé que está
enamorada de mí. Ha hecho cosas que me han dejado perplejos. Una vez estuve ingresado
e incomunicado y ella le dejo una carta al celador para ponerse en contacto
conmigo en la que me decía lo mucho que me echaba de menos, lo mucho que me
quería y lo ansiosa que taba porque me recuperara pronto. Después del ingreso
llego a confesarme que tenía miedo de que después de haber pasado yo la semana
de recuperación en la clínica, algo en mí hubiera cambiado y que la quisiera
menos por haber estado ingresado y sin hablar con ella. Tenía miedo de que mis
sentimientos hacia ella hubieran cambiado y no sabe, por que no se lo he dicho,
que no deje de pensar en ella durante todo el ingreso y que me arrepentía mucho
de lo poco que la atendí el día antes de ingresar, preocupado en otros
menesteres que ocupaban mi mente.
Y es que
últimamente estoy ensimismado en mis cosas y tengo la sensación de que no la
atiendo como ella se merece, aunque hago todo lo posible por estar junto a ella
en los momentos que me necesita y disfrutar de los momentos de pareja, todo me
parece insuficiente. No sé si estoy a la altura de amar, tengo dudas, que ella
se encarga de disipar cuando estamos juntos, pero cuando me quedo solo y me despido
de ella en la parada de autobús, siento que no la he atendido como se merecía y
me da la sensación de revelarme como un hombre torpe e ineficaz, incapaz de
captar toda la atención que ella se merece.
Creo que
ella está más enamorada de mí que yo de ella o por lo menos su entrega es más
firme que la mía. Esa es la sensación que tengo. Cuando le miro a los ojos veo
a una mujer enamorada y no sé si ella vera en mi un hombre que también lo
está, lo que le pasa es que es incapaz
de trasmitirlo con la naturalidad que lo hace ella. Sí, porque siendo sincero,
me siento torpe delante de ella.
Muchas veces no sé si cogerla de la mano o
caminar los dos juntos uno al lado de otro, es ahí cuando me siento torpe e
incomodo y no se si ella se da cuenta y disimula o simplemente lo ve como una
expresión más del carácter de un hombre que le cuesta la misma vida expresarse.
Porque, para defenderme de este mundo, antes de conocerla a ella, había
aprendido a abrirme poco a los demás y es ahí donde entra, entre otras cosas,
la antipatía que creo levantar frente a nuestros amigos y donde ella se
desenvuelve con soltura, sacando lo mejor de los demás.
Cuando hablo
con ella procuro no darle demasiadas preocupación a sus inquietudes para que
ella vea en mi un hombre decidido y firme y se sienta capaz de depositar sus
miedos y desconfianzas en un ser seguro que le trasmita tranquilidad. Muchas
veces me pregunto si no le estaré dando demasiado poca importancia a lo que
ella me quiere trasmitir y me preocupa que me vea como un desinteresado. Pero
la intención es darle confianza en mí y que todos sus miedos y todas sus
inquietudes recaigan en mi persona. Procuro tranquilizarla, aconsejarle lo
mejor y llegar a una conclusión sin imponer mi criterio, pero ella hace después
lo que le da la gana y aunque yo le haya dicho que es lo más razonable según mi
criterio, ella hace lo que le parece y mi opinión muchas veces parece
importarle poco.
Es ahí cuando siento el mayor distanciamiento entre nosotros,
o quizás el único. Me ofrezco como salvador de sus dudas y sus miedos y ella, a
pesar de trasmitírmelos, se comporta como si no hubiera hablado conmigo del
tema y hace lo que le viene en gana. Ella es así y así tengo que aceptarla,
pero me queda esa sensación de no estar
a la altura de sus inquietudes, de a lo mejor, no haberla comprendido o de no
tener ni idea de sus necesidades. Esto pasa poco. Hay veces que son cosas
intranscendentes, aunque otras muchas son cuestiones de la vida de ella que,
aunque no interfieren en nuestra relación, son trascendentales.
Porque
además tengo la sensación de que ella tiene una vida aparte de la que vive
junto a mí. De que cuando no estamos
juntos ella sigue hablando y cayéndole simpática a la gente y las personas se
preocupan de sus necesidades y sus amigos, que también son los míos, se me
vuelven enemigos. Y siento celos y no me gusta la sensación de tener que
compartir con ella una vida en la que ella sea independiente, que no esté junto a mí, que sonría a otros sin yo
estar delante y me invade una gran sensación de inseguridad.
La pluma
negra.
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