Si estas estudiando, estar al día en las materias e ir aprobando las asignaturas, privándote de momentos de diversión y desfases, de fines de semana y de noches entre semana de juergas.
Si estas trabajando, te acuestas temprano y madrugones, de estar atento a lo que haces sin la necesidad de que tu encargado tenga que repasarte la tarea. De cumplir y que a la hora de que te paguen lo hagan con alegría por saber tus jefes o tu jefas que eres cumplidor y responsable y les resuelves mucho y les haces ganar más.
Si practicas deporte, tienes que vigilar de un modo casi higiénico las horas de sueño y las comidas, los lugares a los que vas y con quién te juntas a la hora de divertirte.
Responsabilidades, todo se reduce en eso. Y la juventud pasa pronto, ósea, que el periodo de estudios y deportes, dos de las actividades más gratificantes, pasan pronto a ser sustituidas por la fase en la que te encuentra como trabajador u opositor, que es una movida con mayúsculas. Y te encuentras con un trabajo mejor o peor por la cantidad de estudios, cursos extras, deportes de aficionado, experiencia en el extranjero para conseguir dominar otras lenguas, y salidas de fin de semana y vacaciones en lo que cuenta no es lo bien que te lo pasaste, sino lo que aprendiste y con que gente influyente te relacionaste para conseguir un puesto especializado acorde con tu trayectoria de estudiante y que te cueste menos levantarte a diario a ganarte el pan.
Pero si el problema es que no elegimos ninguna de estas rutinas y pasamos por la vida porque hay que pasar, nos encontraremos a corto plazo con innumerables problemas, y a largo plazo tendremos unas barbas raídas, y una cabeza con un pelo tapado por una gorra o gorro y un perro flauta para pedir limosna.
La vida es un continuo abanico de posibilidades, que cuanto más joven eres, más sonrientes y con mayor agrado nos las brindan, pero cuando eres mayor parece que estorbamos a los demás, que fuéramos inútiles, desvalidos y una carga.
Siempre podemos esperar con paciencia nuestra oportunidad de obtener beneficio gracias a nuestro esfuerzo, y tenemos que identificar los trenes que pasan por nuestro lado en forma de oportunidades que ya no se volverán a dar más. Pero lo pero es ser un existencialista, o un carpe diem de postín, en lo que prima es no molestarse en nada importante, en vez de vivir la vida como la posibilidad de llenar de plenitud nuestra alma con los detalles mínimos y placenteros con el resto de las facetas realizadas.
Otra cosa es tener algún tipo de enfermedad mental, mal visto por un sector amplio de la población y aceptado por otro mayor, en lo que nos convierte casi en “intocables”. Durante el proceso de engendramiento y desarrollo o primeras fases de una enfermedad mental no es que no deseemos seguir con nuestra vida, es que nos da miedo, lo vemos ilógico o simplemente, a bases de paranoias y delirios, no distinguimos lo que es ficticio de lo que es real. Es una fase amarga y dura en la que nosotros mismos y nuestros familiares nos vemos de lo más perdidos y sin una salida del conflicto. Algunos piensan en lo de la negación, de seguir con nuestra vida, cuando en realidad no podemos ni sabemos donde estamos ni como situarnos. ¿Perro flauta?, pues claro, muchas de las personas que se encuentran sin techo abandonadas en la calle sufren algún tipo de enfermedad mental, que en su día no tuvieron el apoyo que existe hoy. Habernos alejado de la línea a seguir, también. Muchas sustancias toxicas o drogas y ambientes poco saludables son el disparadero de muchas otras enfermedades mentales, y la rutina seguro que no es seguida en esos casos. Lo seguro es que a quien más le duele y a quien más daño se le hace es a la familia, y el que tenga una que le apoye de forma incondicional, que se dé con un canto en los dientes.
Las personas ajenas a todos estos procesos o fases tienen la solución para todos estos problemas con la “sicología” popular, nada científica ni eficiente en ningún caso pero con índice de acierto como he dicho “popular” del 100%. En lo que todo queda explicado y fuente de cotilleo entre todo la comunidad. El personal profesional que nos trata y sigue nuestra evolución es más clemente y benevolente y no hace distinción entre buenas y malas personas, porque igual la culpa es de con quien salíamos y entrábamos o con quien nos criamos. Lo cierto es que actualmente hay equipos completos de profesionales que nos tratan nuestro sufrimiento como si fuera propio y no ajeno, no como en la dichosa sabiduría “popular” y que no miran como si quedásemos eliminados instantáneamente de la competición, y nos dan la oportunidad de seguir en la medida de lo posible con una vida digna y nos enseñan a romper las barreras que no nos dejaban ver la vida real.
Desde aquí intento plasmar mi agradecimiento a las personas que por vocación se formaron como profesionales para intentar en la medida de lo posible aplacar el dolor que en su día nos impidieron dejar de ser niños y vernos en la incomodidad de “no” poder elegir nada, perdiendo los primeros años de nuestra vida de adultos que son los que más importan en la trayectoria laboral de cualquier persona. Y fomentar entre la población el que nos miren con otros ojos y nos arranquen el estigma de “fuera de servicio” o “perdiste esta competición, chaval”.
F.M.K.
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