lunes, 27 de junio de 2011

EL PERRO.

Tendría yo unos 5 ó 6 años cuando me mandó mi madre por pan. Después de haber hecho la compra me dirigí a mi casa, cuando por el camino, de vuelta vi un perro mixto lobo, que ya lo había visto en casa de un amigo, y se manifestó como una fiera dando ladridos y saltando en una especie de jaula que lo separaba de nosotros por una tela metálica.
Al pasar por la calle donde estaba el perro había una reunión de hombres y mujeres mayores, y el perro estaba en medio de la calle, suelto, así que al verlo me detuve y decidí pasar a pesar de saber de su violencia. Yo me dirigí a la orilla de la calle donde no estaba el perro, pero este se dio la vuelta y se dirigió hacia mi y empezó a ladrarme entonces el perro me arrinconó y me dejó contra la pared y no paraba de ladrarme. Yo llevaba la talega con el pan en su interior en una mano y pensé que lo que quería el perro era el pan, así que traté de arrimarle la talega de pan, pero el perro siguió ladrándome y entonces entendí que no era el pan lo que él quería. Entonces miré de nuevo al perro y tenía la cabeza inclinada como si quisiera morderme el cuello después de estar un rato ladrándome se acercó uno de los hombres de los de la reunión y el perro se le avanzó por lo que tuvo que venir otra persona de la reunión para ahuyentarlo, tras la cual el perro agachó la cabeza y el rabo y se fue acobardado.
Después de los ladridos del perro se me entumecieron los nervios y los tendones. De manera que una mujer se me acercó y me estiró de los brazos y las piernas porque las tenía agarrotadas y me preguntó si me llevaba a casa y le dije que no. Cuando llegué a casa mi madre lo que hizo fue pegarme.

B.

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