miércoles, 29 de febrero de 2012

CADA MAÑANA

Cada mañana cuando me levanto intento que mi vida sea una vida completa. Desde que suena el despertador a las ocho de la mañana, me gusta madrugar, hasta que me acuesto por la noche. Lo hago haciendo un montón de actividades que ocupan mi tiempo en mi día a día. Entre otras cosas me gusta escribir relatos que se publican en este blog, pero lo que me trae hasta estas líneas hasta aquí hoy es una pregunta ¿qué significa tener una vida plena?.
Mi proyecto de vida es, en principio a medio plazo. Me dedico cada tarde, después del café, a escribir un poco. Lo hago como rutina y escribo una especie de diario que fecha cada día, en el que expreso mis opiniones de la jornada y en el que cuento lo que me pasa a cada momento. Lo hago con la finalidad de escribir mejor, de adquirir disciplina. Dicen de Virginia Wolf que cuando empezó a escribir su diario mejoro en sus novelas la técnica de escritura. Con esta finalidad y con esta ilusión escribo y lo considero un proyecto por que trabajo cada día en ello a pesar del ánimo que tenga, de la falta de ideas que pueda tener o de las ganas de escribir que me acompañen. Lo hago con la determinación de una hormiga al coger una cáscara de pipa y trasportarla al hormiguero. Es mi proyecto y mi ilusión. Me satisface.
Cuando llegué a mi piso, y quizás por mi enfermedad, pensaba de mis vecinos que todos eran unos estirados que apenas te daban los buenos días por compromiso. Llevo viviendo dos años y cada vez me parecen más simpáticos. Mi actitud ha cambiado. Era mi miedo el que me impedía ver los beneficios sociales que aporta el vivir en comunidad, aunque esto no sea siempre así. También me encuentro bastante a gusto donde desayuno todos los días. Me paso lo mismo que al principio con mis vecinos, al principio me sentía violento. Ahora charlo con el camarero, se donde veranea, se si se va un fin de semana a la playa y donde estudia sus hijo. El también sabe muchas cosas de mi, esto es la normalización de la enfermedad, de la que soy consciente, de la que no me olvido, pero de la que procuro tratar con normalidad y naturalidad y a nadie que conozco nuevo le digo que tengo un trastorno mental. Eso es algo íntimo y personal y no tengo porque compartirlo más que con mis más allegados. Para mantener relaciones sociales con las demás no tengo porque decir mis limitaciones, tengo que enaltecer mis virtudes, que son muchas y que son por las que me aprecian mis amigos.
Con los profesionales he tenido mucha fortuna. Me he encontrado en mi camino con muy buenos terapeutas que han sabido orientarme en el camino correcto y han sabido captar mis inquietudes en los campos adecuados. Pero lo cierto es que no podemos crear un vínculo de dependencia hacia ellos. No es sano. Tenemos que aprender a tomar nuestras propias decisiones en las cosas más sencillas y en la más compleja y no dejar nuestra responsabilidad en ellos. Somos personas que tenemos que luchar por una autonomía y el principio de ella es una relación sana con los profesionales del medio.

Pedro.

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