Quevedo estuvo en el Consejo de Castilla, por lo que coincidía con D. Luís de Góngora, de ahí su rivalidad. En cierta ocasión se apostó con otra persona que era capaz de insultar a la Reina (Mariana de Austria, esposa de Felipe IV). Así, escogió una rosa roja y un blanco clavel, diciéndole a su majestad: “Majestad, entre el clavel y la rosa, su majestad escoja”. Esto lo escribió en un papel, que le ofreció a la Reina en una cena.
Al margen de la rivalidad personal, también la había cultural: Góngora era culturalista, por lo que primaba más la forma poética, que el fondo que quería transmitir. En cambio, Quevedo era conceptista, esto es, prima el fondo sobre la forma, o el contenido sobe e continente; Pero era tal la capacidad de Quevedo, que construía poesías sublimes, y a la vez, sencillas y de comprensión posible. Aquí os dejo una de las más conocidas.
A UNA NARIZ
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.
Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca aariba,
era Ovidio Nasón mas narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.
Diego de la Algaba.
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