viernes, 27 de abril de 2012
AQUÍ Y AHORA
Tomo prestado el título del programa de Canal Sur Televisión Aquí y Ahora para hacer un artículo sobre el presente. Me parece un título estupendo y que resume la esencia de lo que quiero decir. Aquí, en este momento, en este lugar y no en otro de cualquier otro tiempo. Y ahora, en las circunstancias presentes, en los momentos exactos que estamos viviendo, sin viajar ni al pasado para rebuscar cosas y ni desplazarse hasta el futuro para encontrar lo que sólo podemos encontrar en el presente.Para ilustrar la filosofía del presente conviene irse a un libro mayúsculo que es las Confesiones de San Agustín. Él nos habla sobre el tiempo en general y el tiempo en particular. Nos habla del tiempo y sus tres estados: presente, pasado y futuro. Nos dice que esa división es errónea puesto que no hay separación ninguna entre los tiempos, que todo es un eterno presente. E iguala el ejercicio del presente con toda acción de amor. Es decir, iguala el tiempo presente al amor. Y llega a decir que el tiempo es un estado del alma y ese estado es el amor propio y el amor hacia los demás que sólo se puede dar en un tiempo presente, que es crónico y que aúna todos los tiempos posibles.
San Agustín nos enseña que la consideración del tiempo como un eterno presente nos convierte en personas menos egoístas porque nos dedicamos más a los demás. En el momento actual se vive y es en el momento actual cuando tenemos que dar todo nuestro amor a nuestros semejantes. El tiempo es un estado de bondad, de caridad, de enseñanza perpetua en el ejercicio de solidaridad con todos nuestros semejantes.Mucho antes que San Agustín el filósofo presocrático Heráclito ya nos ilustró sobre el tema del presente. Él venía a decir lo mismo que el santo español pero sin tanto tema sentimental. Para él la vida se reducía a un eterno presente que no podía fragmentarse en mil pedazos temporales.Un segundo sustituye a otro y así van pasando todos sin que podamos tener la sensación de pasado ni la sensación de futuro. Heráclito influyó mucho en Bergson cuando éste formuló su teoría de los tiempos subjetivo y objetivo. El tiempo es una cuestión de sensaciones, que acaban todas convertidas en un presente perpetuo que no s
e puede modificar por más que queramos. El tiempo camina hacia delante y no podemos utilizarlo a nuestro antojo. El tiempo es la vida misma y nosotros nos igualamos a él en todos nuestros aspectos de la vida cotidiana.
El tiempo ha sido tratado también en el cine en películas sobre el viaje en el tiempo que nunca han tenido credibilidad suficiente. Yo me quedo con la filosofía vital de Sylvester Stallone en su película Acorralado en la que afirma que vivirá día a día. Ésa es la realidad que tenemos únicamente: el día tras otro día. No hay más. No podemos hacer proyectos hacia el futuro porque el et
erno presente nos puede modificar a su antojo todos nuestros propósitos. Y no podemos mirar hacia el pasado porque lo hecho hecho está. Rambo defiende la política del tiempo al instante, metido en un racimo de teorías bien sencillas que se reducen simplemente a una sensación de presente permanente que no podemos modificar porque el presente no deja de fluir constantemente.
La filosofía del presente ha sido tratada muchas veces a lo largo de la historia también por numerosos escritores, entre ellos Marcel Proust y su famoso En busca del tiempo perdido. Bucea en el tiempo para transportarse hacia el pasado para hallar un tiempo ya perdido en lugar de mirar hacia adelante, que al final es la conclusión que le queda porque no existe más tiempo que el instante y no podemos luchar contra la tiranía positiva del presente.
Milan Kundera, en su famoso libro La insoportable levedad del ser, nos habla del presente, de la fragilidad de la vida humana sujeta al paso del tiempo como un eterno presente. La levedad de todas las cosas vividas es realmente insoportable porque somos criaturas inteligentes tremendamente vulnerables y no podemos luchar contra el único tiempo del que tenemos constancia: el presente. Éste ejerce una agobiante sensación de apremio crónico sobre el ser humano, quien no puede defenderse del presente como dictador que todo lo controla y decide.El tiempo es una masa maleable que intentamos modificar a nuestro antojo, pero no es posible. La misma sensación de Dios es la de un eterno presente por su don de la ubicuidad: estar en todas partes al mismo tiempo y en todos los tiempos que se reducen a uno: el presente. No hay más. Dios carece de pasado y de futuro. Es un presente permanente al que nos agarramos para dar sentido a nuestras vidas y poder seguir adelante con todas nuestras fuerzas. Al fin y al cabo la vida es una cuestión de empeñarse en morir o empeñarse en vivir, pero empeñarse en vivir desde el presente, desde la sensación de que somos también materia que habrá de transformarse en otro tipo de energía mientras nuestro espíritu pasará a ocupar el sitio que le toca en el Universo.
El tiempo nos permite la flexibilidad de aceptar el presente como compañero indispensable para seguir adelante con la fe puesta en nosotros mismos. Es decir, el tiempo somos nosotros mismos, cada uno de nosotros representa la fuerza de un tiempo transparente que viaja con nosotros constantemente unido a nuestra piel y a todas las circunstancias que nos rodean. El tiempo flexible es el tiempo presente. El presente no es un tirano que nos impide vivir como seres esclavos. Antes al contrario, nosotros somos seres libres que vivimos un número determinado de años que lo utilizamos únicamente como método para calcular. El tiempo lo clasificamos en días, meses y años, pero el tiempo no puede dividirse en celdas como una hoja de informática. El tiempo es uno e indivisible y es lo que tenemos para desarrollar nuestro proyecto existencial.
El tiempo es, pues, la herramienta que se nos da para vivir y desarrollarnos como personas. El tiempo presente es la idea de que somos uno y que cada uno es cada uno. No podemos trocearnos como si fuéramos un puñado de filetes. Somos un único ser con ganas de vivir y vivir el presente porque eso es lo que somos. Cuando pensamos en el tiempo nos tenemos que concentrar en nosotros mismos, en nuestra sustancia material y espiritual para construir un proyecto de vida positivo. El tiempo es nuestro amigo, nuestro aliado, no nuestro enemigo. No es un reloj de arena que va llegado poco a poco a su final, sino una sensación de calidez, de fortaleza, de energía positiva. La muerte no es más que una circunstancia de la vida porque el tiempo después sigue contando más todavía. La muerte es una circunstancia más de la existencia, por eso la vida es la que da sentido a la muerte y no al revés, como decía Juan Ramón Jiménez.
Yo estoy vivo y acabo de escribir este artículo en un momento presente y vosotros lo leeréis en vuestro tiempo presente particular que no es más que un presente refundido de presentes continuos que no tienen principio ni final. Que disfrutéis de este artículo y que el presente os acompañe. Gracias.
José Cuadrado Morales
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