Roberto Carlos cantaba eso de que “yo quiero tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar”. Uno por lo menos apostillaría yo. Con uno es suficiente para sentir el calor humano más profundo. Y hablamos de esa persona especial que es nuestro confesor, nuestro sacerdote particular, nuestra alma gemela, nuestro paralelo emocional, nuestra fuente de dichas múltiples, nuestra presunción de equilibrio que acaba siendo verdadero. Amigo es sinónimo de armonía con la vida, con nuestros sentimientos, con lo mejor de nosotros mismos, con nuestra fe en el ser humano, con la paz interior que nos reconforta en todos los momentos buenos y malos. Amigo es sinónimo de hermandad con lo mejor de nosotros mismos, con nuestros principios más elementales de supervivencia. Amistad es antídoto para el suicidio, para la desesperación, para no tener ganas de vivir y pensar solamente en cosas malas.
En el clásico ensayo latino De Amicitia se nos habla extensamente sobre la amistad y todas sus virtudes. Se ensalza como uno de los valores más elevados del ser humano, uno de los sentimientos más fuertes que lo diferencia de otros seres vivos, una de las circunstancias que hacen más liviana la angustia. Tener un amigo es tener el sentido de la vida, la paz interior que nos da fuerzas para seguir adelante en los momentos más difíciles. Tener un amigo es sentirse bendecido por el Altísimo, es saber que la soledad nunca nos arrebatará un trozo de amor, que no se desperdiciará, que no lo tiraremos en balde como si amásemos la nada. Tener un amigo es dignificar el ser humano, es cambiar el dolor por la dicha, es embarcarse en un mundo de miles de imágenes hermosas que nos hacer sentirnos los seres más dichosos de universo.
La amistad no es incompatible con otros sentimientos o relaciones. Se puede hablar de la amistad entre padres e hijos para que exista confianza para dialogar los unos con los otros. Puede existir amistad entre hombres. Recuerdo ahora la imagen final de la película Casablanca de Michael Curtiz, cuando Humphrey Bogart se va con el jefe de policía y dice la famosa frase “presiento que éste es el principio de una gran amistad”. Por ahí empieza la amistad: por los pequeños detalles, por las emociones más diminutas que van haciéndola grande hasta convertirla en gigantesca. En ese momento de la película acaba Rick, el personaje que interpreta Bogart, de despedirse de su gran amor, Ingrid Bergman .Eso también es amistad pues implica un sacrificio muy grande. Por un amigo se hace cualquier cosa y cualquier cosa que se haga por un amigo resulta pequeña para lo que un amigo verdadero merece. No hay sacrificio pequeño para un amigo verdadero. Cualquier esfuerzo es pequeño y nos sentimos felices y orgullosos por el mérito que tiene el sacrificarse por una persona que no eres tú y que al principio era simplemente un desconocido.
Cuando una amistad verdadera se rompe es como si se rompiera algo de nosotros mismos. Sentimos una traición inmensa y unas ganas de llorar enormes. Se crea en nosotros una desconfianza muy grande hacia otras personas, incluso hacia todas las personas, como si cualquier ser humano fuera un principio de traición, de fracaso, de despedida antes de que los lazos empiecen a unirse. La verdadera amistad se fragua poco a poco, lentamente, como una verdad reconocible en el corazón, en el cerebro, en lo más hondo de nosotros mismos. Encontrar un amigo es imprevisible, Nunca se sabe dónde podremos encontrarlo, nunca sabemos por dónde entrará en nuestros interior alguien que se quede o pueda quedarse para siempre. La amistad requiere paciencia, comprensión, una esperanza tremenda en que dure. Existe también amistad en el mundo de la pareja. Normalmente las parejas inician una amistad antes de una relación.
Es frecuente ver en los periódicos anuncios por palabras pidiendo amistad, más anuncios que de pareja. Y existen agencias especializadas en unir a las personas por amistad, normalmente a cambio de una cierta cantidad de dinero. La existencia de estas agencias es loable, pero la amistad puede surgir en cualquier momento y de forma improvisada y gratuita y que dure para siempre. La satisfacción que nos da la amistad es inmensa. La alegría es indescriptible y nos convierte en unos privilegiados dignos de las causas más elevadas.
Con un amigo se alcanzan las mayores cotas de felicidad, más aún si es tu pareja. Eres capaz de darlo todo y de vivir todas las experiencias posibles porque la más elemental nos parecerá la más grande de todas las aventuras. La amistad no tiene precio. Es una forma de amor sin materialismo alguno y nos hace ver la vida con un propósito, un sentido especial, una causa que justifique otros momentos de dolor. La amistad produce un equilibrio entre las partes positiva y negativa del alma, un equilibrio difícil de romper. Pensamos que si algo malo nos ha ocurrido quedará compensado por una experiencia positiva con un amigo. Es un equilibrio espiritual de primera magnitud que nos convierte en aventureros que viajan por el mundo de la resiliencia, que es la capacidad de adaptación del ser humano a todas las adversidades de la existencia. Esto nos lleva a ser héroes en nuestra propia vida y a sentirnos guerreros que no pierden nunca la fuerza para seguir luchando contra todos los envites de la existencia.
La amistad multiplica nuestras endorfinas, las hormonas del placer, y así podemos sentirnos más dichosos con nosotros mismos. Las endorfinas son también potenciadas por los medicamentos de nervios. Los amigos hacen las veces de medición a, como dice canción: “Tú eres mi medicina, mi vitamina”. Eso es un gran amigo: la medicina que cura todos los males. A veces cuando se rompe una amistad se crea el desengaño, la sensación de que se desconfía de todo el mundo y ya no volveremos a tener otro amigo más en la vida. Pero entre seis mil millones de habitantes del planeta, más o menos, siempre hay alguien que nos está esperando, que lo tenemos seguro y lo encontraremos. Es un poco aquello de que un clavo saca a otro clavo. En este caso un amigo sustituye a otro porque en nosotros subyace la amistad y todo lo que ésta significa. Yo me conformo con tener un solo amigo, pero auténtico, verdadero, para siempre. Y mi pareja es mi amiga y le cuento todo cuanto me ocurre. Que no se rompa nunca ninguna de las dos cosas: la pareja y la amistad. Un poco como eso de Bogart y Bergman. Siempre les quedará París para recordar la relación que tuvieron y siempre serán amigos a pesar de la separación porque ella se va con su marido, que huye por motivos relacionados con la Segunda Guerra Mundial. Defendamos la amistad mundial como principio de relación entre todos los países y entre todos los pueblos. Hagamos cierto lo del millón de amigos que pedía Roberto Carlos.
José Cuadrado Morales
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