lunes, 4 de abril de 2022

ALBA (II)

Mi segundo viaje a Escocia fue a Portobello, barrio situado a 5 kilómetros del centro de Edimburgo y bañado por las aguas del fiordo de Forth.

Allí viví con una familia que era vegetariana, la madre era aficionada al flamenco y el padre era profe de yoga. Tenían un niño y una niña.

En ese tiempo conocí a Claudia y Mark, dos chamanes del The Edinburgh Shamanic Centre.

Les echaba una mano como voluntario y tocaba la flauta nativo americana con sus hijos.

Aún sigo en contacto con ellos.

Trabajaba en una residencia de ancianos. Me gustaba disfrutar de sus charlas media hora antes de que acabara mi turno.

Entre semana asistía a una talleres de música folk. Tocaba la flauta irlandesa y la chanter (el punteiro de la gaita).

Cuando me plantearon comprar una gaita de las Highlands me lo pensé y me fui de paseo por Edimburgo. Encontré dos chicos que llevaban una bici que ponía Himayas Crafts (artesanía de los Himalayas) y los seguí.

Estaban instalados en una iglesia y me alucinó ver la cara de los niños del Nepal.

Es entonces cuando decido irme allí.

Durante mi tiempo en Portobello iba a un bar The Forest Cafe que estaba en Edimburgo.

En este sitio conocí a muchos amigos. Una de ellos me propuso tocar la flauta en un festival. Y así fue.

Hubo mucha gente y la cosa estaba muy animada.

También tenía un amigo inglés, Tony y su pareja Emma, escocesa, y me sentía como en casa con ellos.




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