lunes, 19 de noviembre de 2018

LA PATERNIDAD

Yo soy un padre feliz y orgulloso de un único hijo. Se llama Salvador. Nació el 15 de mayo de 1990. Tiene, pues, 28 años.
El día que nació coincidió con que yo tenía la presentación de uno de mis libros de poesía en Sant Boi de Llobregat, Barcelona, el centro de la comarca del Baix Llobregat, muy populoso y con una gran población de andaluces.
El acto llevaba mucho tiempo organizado por un Casal de Barri, algo así como un Centro Cívico aquí. Se había hecho mucha publicidad en prensa y radio, además de por cartelería. Digo todo esto porque me daba un poco de corte dejar tirados a los organizadores y opté por ir a la presentación del libro en lugar de quedarme al lado de mi mujer en un día tan señalado.
He tenido tiempo después de arrepentirme, pero ya no tiene remedio. Yo entonces estaba empezando en el mundo de la Literatura pública. Estaba en plena efervescencia. No paraba de hacer cosas: daba recitales de poesía, presentaba libros, daba conferencias, participaba en mesas redondas, en debates, en homenajes. Hacía todo por abrirme una carrera como escritor.
Tenía que haberme centrado más en mi hijo. Y más ahora que sé que seguramente no volveré a ser padre porque no tengo pareja y ya tengo 57 años. Pero los dos primeros años de la vida de mi hijo me los perdí porque estaba casi obsesivamente dedicado a la Literatura.
Pero una vez, en la Biblioteca Pública de Sevilla, presenté el libro de una poeta amiga de Alcalá de Guadaira. Ella me preguntó si jugaba mucho con mi hijo. No contesté. Aquello me hizo pensar y con un poco de reflexión cambié de actitud. Decidí dimitir por así decirlo de tantas actividades, incluso de la publicación de libros, para dedicarme a mi hijo. No quería perderme más tiempo de su vida porque después me iba a arrepentir.
Formaba parte de la paternidad. No sólo llevar dinero a casa sino preocuparme por él, vigilar su educación, darle cariño, jugar con él, darle ánimos, cambiar pañales, dar biberones y un largo etcétera. Decidí vivir la paternidad de una manera activa, no simplemente pasiva. Y me dediqué en cuerpo y alma a él.
Para mi desgracia me divorcié. Mi hijo tenía tres años. Era muy pequeño para entender lo que estaba ocurriendo, por qué papá ya no vivía en casa, por qué papá tenía otra casa, por qué él tenía que ver a mamá y a papá por separado en casas distintas.
Yo sufrí mucho porque pensaba que mi hijo sufría por todo aquello. Con el paso del tiempo mi hijo ha crecido feliz y muy sano física y mentalmente. Ha hecho sus estudios perfectamente, ha terminado dos carreras, ha aprobado una Oposiciones muy duras, está esperando destino, vive con su novia. No echa nada en falta. Y no tiene ningún trauma con su padre porque yo tomé la decisión adecuada y me dediqué a él.
En 1990 publiqué mi provisional último libro y ya no publiqué más hasta 2006. Desde entonces publico un libro cada año. Estuve todo ese tiempo de silencio para dedicarme lo máximo posible a mi hijo. Lo veía todos los días. La madre no me ponía ningún obstáculo para ello, cosa que le agradezco desde aquí.
Todos los días salíamos. Íbamos a mi casa, a parques, a Centros Comerciales, a cines, a teatros, a muchísimos sitios variados. Estaba entregado en cuerpo y alma a él , y yo era muy feliz porque veía que mi hijo crecía feliz. No iba a cometer otra vez el error del día de su nacimiento. Tenía que estar pendiente de toda su evolución y procurar en todo momento que fuera feliz, muy feliz.
Por su parte la madre hacía las cosas también muy bien. Nos llevábamos bien por la felicidad de nuestro hijo.
Siempre que podía viajábamos a muchos sitios. Fuimos a Madrid dos veces y le enseñé todos los sitios que me gustan de la capital. Fuimos a Segovia, a Ávila, a Toledo, a San Lorenzo del Escorial, pasábamos vacaciones en Chipiona, nos bañábamos, jugábamos al fútbol, a todas las cosas que se le ocurrían. Y me preocupaba de su educación: procuraba que siempre hiciera los deberes, le tomaba las lecciones, le ayudaba con el inglés que al principio se le daba un poco mal. Leíamos juntos libros de inglés. Y poco a poco llegó a sacar matrícula de honor en inglés.
Siempre ha sido un excelente estudiante, muy responsable, preocupado de todo lo que tenía que hacer. Y yo me he sentido muy orgulloso por ello. Soy feliz de haber sido padre de mi hijo. Y creo como ya he comentado que será el último. Aunque quién sabe. Pau Casals, el músico español, fue padre cuando era octogenario. Nunca se sabe lo que puede ocurrir.
Ahora vivimos una relación estable. Él vive con su novia en Badajoz y viene cada 15 días más o menos y nos vemos. Hoy por ejemplo hemos quedado para almorzar. Charlamos, nos contamos todas nuestras cosas y estamos siempre informados. Nos mandamos whatsApps por la mañana y por la noche y nos saludamos, hablamos, nos lo contamos todo. Y lleva una vida independiente sin olvidarse de sus padres.
Yo también tenía una buena relación con mis padres. Me fui de casa antes que mi hijo pero nunca rompí la relación con ellos. Mi hijo ha hecho lo mismo y yo me alegro por ello porque su madre y yo le hemos dado un buen ejemplo.
Lleva con la novia 11 años. Y espero que se case y me haga abuelo. Tengo ganas de ser abuelo y de ser un abuelo joven . Voy a disfrutar de mi nieto desde el principio. No voy a perder dos años como hice con mi propio hijo. Pero no voy a ser un abuelo incordiante. Quiero tener siempre una buena relación con mi hijo y mi nuera, y como es lógico con mi posible nieto.
La peternidad es una responsabilidad muy importante que yo he sabido vivir y me siento ahora orgulloso de mí mismo. No tengo nada que reprocharme. Rectifiqué a tiempo. No me desentendí de mi hijo como tantos padres divorciados. Ni he generado conflictos para que mi hijo sufra y adquiera traumas para toda la vida. Él tiene una estabilidad tremenda que espero le dure siempre y sepa ser buen padre entre otras cosas.
También deseo que sea un buen trabajador. Pronto lo vamos a comprobar porque entre noviembre y enero le dan destino para las Oposiciones que ha aprobado. Tres años ha tardado en preparárselas. Ha tenido paciencia y ha sacado una de las Oposiciones más difíciles que existen: Gestor Procesal y Administrativo, una especie de ayudante de juez. Tiene un nivel muy alto en la Administración y tendrá seguramente un buen sueldo, cosa de la que me alegro. Él ha sido fuerte y emocionalmente es una persona impecable.
Yo lucho por ser siempre un padre a la altura. Quiero que sepa mi hijo que puede contar conmigo siempre sin que se sienta agobiado porque él tiene que vivir su propia vida y esto es algo que no puedo olvidar nunca. Él tiene que vivir su vida como yo un día opté por irme de casa de mis padres para vivir mi vida solo y después con una mujer. Mi hijo tiene el mismo derecho.
Apoyo a mi hijo desde aquí y le deseo todo lo mejor. Y le doy las gracias por haberme permitido vivir la paternidad de una manera completa y muy feliz.
Que todo le vaya bien en la vida. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

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