Por fin ha terminado este largo fin de semana que
para mí empezó el Día de la
Constitución, continuó el Día de la Inmaculada y se
completó con el fin de semana propiamente dicho. Demasiados días festivos para
mí que me provocan mucha ansiedad y me hacen sentir un intenso agobio. Pero
como suele decir mi hermana pequeña todo llega. Y llegó el final del largo
puente, para mí largo fin de semana. Y aquí estoy hoy lunes dispuesto a
escribir un nuevo artículo para este blog abierto a todo el mundo.
Esta noche he estado en la cama inquieto. Tuve un
percance hace unos días y me lastimé una rodilla y el dolor no me ha dejado
dormir bien. Eso me ha permitido pensar en mi vida un poco relajadamente, en lo
que ha sido mi vida laboral hasta ahora y en el grado de honestidad que he
puesto en ella.
Yo estudiaba tercero de Periodismo en la Universidad
Complutense de Madrid y primero de Filología Hispánica en la Univerdad de Sevilla
cuando tomé la dura decisión de dejarlo todo para dedicarme a la Literatura. Fue
un salto al vacío. Un salto sin un euro en el bolsillo. Y podía escribir, pero
no podía seguir al amparo de mis padres porque no era justo.
Yo ya había trabajado como periodista en diversos
medios de prensa escrita y radiofónicos y ya cobraba dinero por mi trabajo.
Poco pero que me permitían depender de mí mismo, aunque vivía con mis padres
todavía. Yo abandoné la casa de mis padres cuando me fui a vivir con una chica
de Puerto Real al Cerro del Águila. Cuando terminamos yo ya me fui a vivir solo
y, salvo la pausa de mi breve matrimonio, solo sigo.
Pero antes de vivir con esa chica y para tener
ingresos mientras me dedicaba a mi oficio de escritor trabajé en diversas
cosas.
Vendí numerosas cosas por las casas, entre ellas
seguros y antenas de televisión. Trabajaba a comisión. Hice un cursillo de
vendedor. Trabajé también de camarero que me permitió ahorrar una buena cantidad
de dinero que luego me fundí en mi tiempo de convivencia con la chica de Puerto
Real.
Y siempre me planteaba mi honestidad. Si lo que
estaba haciendo era honesto. Me preocupaba mucho moralmente, éticamente el
hacer honesto de mis oficios. Yo creía siempre que por encima de todo tenía que
ser un hombre honesto, que fuera con la cara alta y pudiera sentirse orgulloso
de sí mismo.
Tuve la suerte de entrar como funcionario en la Junta de Andalucía, saqué
mis Oposiciones y conseguí la plaza fija. Pero caí en depresión a raíz de mi
divorcio y me dieron la baja. Ésta se alargó y llegué a la Invalidez Permanente
Total. Y perdí mi trabajo. Entonces no lo sentí porque estaba demasiado mal.
Hoy me arrepiento y hecho de menos mi trabajo de funcionario. Creo que no fui
todo lo honesto que debía conmigo mismo en aquella situación. Me dejé arrastrar
demasiado por el sufrimiento amoroso y caí en un bache del que tardé muchos
años en salir.
Me quedé sin empleo. Ahora tengo una pensión que me
merezco porque para eso coticé en la
Junta de Andalucía y en otros sitios que no mencionaré ahora.
Pero no me enorgullece ser pensionista. Debí ser más fuerte como soy ahora,
cuando no me dejo arrastrar tanto por la depresión. Es la ansiedad la que me
tiene más encadenado.
Me dedicó a publicar mis libros, que no me dejan
dinero. Es decir: no vivo de los libros. Vivo de la pensión. Y esto me
desagrada. No me parece honesto conmigo mismo, sí de cara a la sociedad. Debí
ser más fuerte. Ahora ya a toro pasado es fácil analizar las cosas. Pero la
realidad es la que hay y no hay otra.
He publicado 15 libros. Ya estoy con el 16. Esto sí
me convierte en un hombre honesto porque yo he querido ser escritor desde
pequeñito, desde que estaba en la escuela. Dejé los estudios por ello.
Aprovecho ahora para desarrollar mi vocación. He sido coherente. He sido
honesto conmigo mismo.
Estoy en la
Ura y escribo todas las semanas un artículo. En cierta manera
practico mi profesión de periodista. Me siento periodista de hecho escribiendo
mis artículos. Me gusta hacerlo. Y llegan a una amplia audiencia. Esto me hace
sentir muy honesto.
Yo procuro decir siempre la verdad , aunque a veces
la verdad es muy peligrosa. Esto me convierte en un ser honesto. No todo el
mundo va con la verdad por delante. Hay muchas verdades tangenciales, muchas
dobles caras, mucha maldad. Es un mundo muy peligroso para la verdad, por ello
también es un mundo muy difícil para la honestidad. La honestidad no está bien
vista. Tiene mala prensa. Hoy se lleva el delito, la falsedad y no sólo a
niveles políticos donde resulta tan evidente. Sino a todos los niveles. Pero yo
me niego a dejar de ser honesto. Me niego a dejar de decir la verdad. Me niego
a mentir porque me sea favorable la mentira. Me niego a manipular a la gente.
Me niego a victimizarme como diría Berizzo. Me niego a utilizar estrategias de
utilización de las personas para que yo salga beneficiado.
Intento ser honesto escribiendo. Mi Literatura,
como mi Periodismo, es en gran medida autobiográfico. El yo creativo. El
yoísmo. Escribo sobre mí y las cosas que me pasan, las personas con las que me
relaciono, el mundo en el que vivo y cómo lo vivo yo. Soy honesto. No miento.
En las páginas, en el ordenador, voy dejando mi existencia a tumba abierta. Con
toda la honestidad de que soy capaz.
Yo quiero que me incineren, así que no tendré
lápida ninguna cuando muera. No podré dejar epitafio. Si pudiera, que no quiero
, diría algo así como “Aquí yace un hombre honesto”. Y quiero ganármelo de
verdad. He cometido errores en mi vida. Ha habido veces que no he sido honesto
ni coherente con mi propio pensamiento, con las personas que supuestamente
quería. Pero la vida en muchas cosas me ha dado una segunda oportunidad y estoy
subsanando errores que cometí en el pasado.
La vida es generosa y concede segundas
oportunidades . No siempre. Pero sí más de lo que creemos. Y yo estoy
intentando aprovechar las segundas oportunidades relacionadss con hechos
cometidos y con fallos en las relaciones humanas. Es un placer poder subsanar
un error. Y eso hace que aumente mi nivel de honestidad, de coherencia. También
influye el paso del tiempo. Tengo 56 años. Es obvio que ya no soy un niño y
pasó el tiempo de comportarme como un niño. Soy un hombre. Quiero ser un
hombre. La enfermedad a veces hace que me comporte como un crío, pero eso no es
justificación adecuada y suficiente. Tengo que ser un hombre. Y además un
hombre honesto.
Busco la forma más idónea de resolver los
problemas, cosa que me la dificulta también mucho la enfermedad. Me limita.
Pero encuentro la solución, que no sé siempre si es la idónea. Ayer por ejemplo
estaba fatal con la ansiedad. La solución era meterme en la cama y dormir. He
dormido poco por los dolores de la pierna, pero reflexioné sobre el artículo de
hoy.
¿Qué es un hombre si no es honesto? Una estafa. Yo
no quiero ser una estafa. Quiero ser un hombre coherente con aquel niño que con
7 años le dijo a sus padres: “Quiero ser escritor” . Y lo soy. Y procuro
desempeñar mi trabajo de la mejor manera posible. Mis artículos de la Ura son una vertiente de mi
faceta de escritor que vosotros podéis compartir conmigo. Por las decenas de
artículos que llevo escritos podéis juzgarme. Porque si escribo es para
compartir, pero también para ser juzgado. Aquí estoy para recibir todos los
mensajes que queráis. Aquí estoy para ser criticado, atacado, apoyado,
etcétera.
Quiero ser un hombre honesto y estoy haciendo
grandes avances. Yo me lo noto y las personas que me quieren me lo dicen. Los
whatsApps que nos escribimos diariamente cantan lo que estoy diciendo. Ellos
dicen la verdad de lo que soy. Son como pequeñas cartas que escribo.
Me dicen que mis whatsApps son muy largos. Que son
como eso, cartas pequeñas, que los whatsApps tienen que ser más cortos. Pero no
quiero constreñirme a la brevedad forzosa de los SMS y de los twitters. Quiero
escribir lo que me plazca cuando me plazca, siempre respetando a todas las
personas a quienes escribo. Intentando hacer el menor daño posible.
Sin duda a veces se hiere sin querer. Todos hacemos
daño involuntariamente. Las relaciones humanas son complejas y están llenas de
trampas y cosas que no se desean. No siempre lo favorable se hace real, se
puede hacer real. A veces resulta imposible hacer el bien, sin que ello
implique hacer el mal forzosamente. Es difícil la honestidad absoluta. Como es
muy difícil la infalibilidad papal. No creo en ella. Francisco no deja de ser
un hombre finito como Giovanni Papini.
En esta tarea ando ahora en mi vida: luchando con
la ansiedad y con la honestidad. Y con ellas dos mi trabajo de escritor en la Ura y en mis libros. Un bonita
aventura. Yo me siento feliz así. Quisiera no tener ansiedad, pero ya que la
tengo intentaré sacar partido de ella para ser en la medida de lo posible un
hombre honesto. Salud y suerte.
José Cuadrado
Morales