Éste es un artículo que podemos calificar de
“duro”. Hasta no hace mucho tiempo en el cine se advertía que “esta película
puede herir la sensibilidad del espectador”: Pues bien podría decir yo que este
artículo puede herir la sensibilidad del lector.
He revisitado recientemente la película Mi vida es
mía, protagonizada por Richard Dreyfuss. Trata de la historia de un hombre (al
que da vida el mencionado actor) que está tetrapléjico. No puede hacer nada por
sí mismo. Lo tienen que ayudar para todo. En definitiva, que decide que, como
su vida es suya, desea que se la quiten cuanto antes y, tras mucho luchar, se
le aplica la eutanasia y fallece, poniendo punto y final a una vida, la suya,
que no la calificaba de tal. Es algo así como la historia de Ramón Sampedro que
es la base de la película de Alejandro Amenábar Mar adentro, protagonizada por
Javier Bardem.
Yo estoy a favor del protagonista de Mi vida es
mía: cada uno tiene derecho a decidir sobre su propia vida. Y no es lo mismo
que el suicidio, del que soy frontal enemigo. Hablo de la eutanasia en casos
como el de Richard Dreyfuss en la película y de Ramón Sampedro. Situaciones en
los que la vida no es vida y deciden que se les aplique una eutanasia porque es su pasaporte a la felicidad.
Yo tengo un caso muy directo. Por eso he dicho que
este artículo puede herir la sensibilidad del lector. Me refiero a mi madre,
que tuvo un final indigno de su vida. Yo hubiera preferido que se hubiera
muerto 10 años antes para haberse ahorrado sufrimiento y un progresivo
deterioro, no ya de su enfermedad, sino de su propia dignidad como persona.
Mi madre falleció de Parkinson y de una enfermedad
neurodegenerativa compatible con la enfermedad del Alzheimer. Y no era persona.
Se había convertido prácticamente en un vegetal. Fue deteriorándose poco a
poco. Llegó un momento en que no conocía ni a sus propios hijos. Se pasaba el
día haciendo toda clases de gestos con la cara, con las manos y diciendo
incoherencias o mezclando cosas del pasado con otras del presente, haciéndose
sus necesidades encima, etc…
Yo conocía a la mujer fuerte que era capaz de hacer
frente a todas las cosas. Una mujer con un talento excepcional para afrontar
toda clase de problemas. Una madre estupenda que se partía la cara por sus hijos.
Una mujer que amaba a mi padre y al que cuidaba en la enfermedad que padecía
fielmente. Pero el Parkinson y el
sucedáneo de Alzheimer la habían convertido en una mujer que yo no reconocía. Y
fue progresivo. Por eso yo le hubiera aplicado la eutanasia a mi madre antes de
ver en lo que se había convertido.
Los médicos jugaron con ella, experimentaron con
ella por ninguna de las dos enfermedades tiene cura. Le aplicaron toda clase de
tratamientos, combinando los medicamentos de formas diferentes a ver si daban
con la tecla. Le hicieron numerosas pruebas de medicina nuclear, como las
gammagrafías, que creo que la pusieron peor de lo que estaba porque le
afectaron más aún su cerebro. Creo que
tanto los tratamientos farmacológicos como las pruebas le hicieron más daño que
beneficio. Yo no le hubiera mandado ninguna medicación ni hecho ninguna prueba.
Creo que mi madre hubiera muerto, como es lógico, de cualquier manera, pero con
mayor dignidad.
Mi padre murió de golpe, en cuestión de horas. Su
muerte sí fue una muerte digna. Fue un golpe tremendo para nosotros, yo , mis
hermanas y mi madre, pero lo aceptamos a lo bestia. Pero lo de mi madre fue una
muerte progresiva, un deterioro continuo que yo no podía soportar. La sacaba a
pasear en una silla de ruedas y era una verdadera tortura para mí ver cómo
estaba, las tonterías que decía, el no reconocerme, etc… Mi madre no era mi
madre. Era otro ser al que Dios, o quien fuera, había condenado a una vida que
no era vida.
Yo no quiero ser ni un vegetal ni un estorbo. Y lo
digo con 55 años en plenitud de mis facultades mentales. Quiero que se me
aplique la eutanasia llegado el caso de verme como mi madre. Mi hermana mayor
tiene el mismo miedo que tenía mi madre: no teme a la muerte, sino a la vejez,
como sinónimo de enfermedad, de final, de acabamiento, de pérdida de todas las
facultades, preferentemente las mentales.
Hace unos días fui al médico y vi a una mujer que
llevaban entre tres personas. Babeaba, decía incongruencias, etc… Me acordé de
mi madre y pensé si esa mujer querría realmente vivir de esa manera. Fue dura
esa imagen y la memoria de mi madre, de la que hace pocas fechas se cumplió el
octavo aniversario de su fallecimiento.
Y cada vez que tengo que ir al hospital para
rehabilitación o hacerme una colonoscopia o cualquier otra prueba veo a
personas que no creo que les gustase verse de la forma en que viven. Si
estuvieran fuera de sí mismas decidirían probablemente verse muertas antes que
malviviendo o viviendo de una forma para mí indigna.
Recuerdo que hace ya bastantes años me tuvieron que
ingresar en observación en el Hospital Universitario Virgen Macarena porque
había tenido una caída y me había dado un golpe en la cabeza y me tenían que
mantener observado. Junto a mí había una mujer mayor que prácticamente estaba
muerta. No respondía a nada, se limitaba a recibir todas las medicaciones que
se le aplicaban y tenía una actitud meramente pasiva. Recuerdo que mi madre
dijo: “Eso no es vida”. Y cuando mi madre cayó enferma y llegó al punto que
llegó yo también decía que aquello no era vida, que era una muerte en vida, una
forma de vida indigna. Y yo soy creyente, pero estoy seguro de que Dios está de
mi parte porque Él, por ser mi padre, quiere lo mejor para mí y todos los míos,
y creo que sabía que mi madre no podía vivir de aquella manera. Era un
sufrimiento también para mis hermanas, que también tenían sus respectivas
enfermedades, entre ellas, como yo, de nervios, que se agravaron por todo el
tema de mi madre.
El caso es que mi madre acabó como aquella mujer del
hospital de la que comentó que aquello no era vida y me dio mucha pena. Tuvo
muchos conatos de muerte, pero no acababa de morir. La vida se le alargaba
innecesariamente, pero los médicos la mantenían con vida creo que de forma
inhumana. No era justo que alguien que había sido tan fuerte y lúcida muriese
lentamente de aquella manera. Creo que todas las personas deberían hacer
testamento y poner sus últimas voluntades, entre ellas, si están de acuerdo por
supuesto, la eutanasia llegado el caso si se ven como estaba mi madre. Yo
reconozco que tengo hecho testamento, pero no tengo escrito nada de la
eutanasia, entre otras cosas porque lo de la muerte de mi madre fue muy
posterior a la escritura de mi
testamento. Tengo que hacer una modificación de mi testamento y poner lo de la
eutanasia en mis últimas voluntades. Aunque al final quienes deciden son los
familiares y los médicos, pero estos
deberían tener la suficiente sensibilidad para aplicar la voluntad del paciente
si así lo tiene escrito en el testamento o dicho en vida en los momentos de
lucidez.
Es un problema ético importante del que últimamente
no se habla mucho. Se habla más de otras cosas como el bullying, el mobbing,
etc…, pero la eutanasia está en un segundo lugar cuando hace unos años se
hablaba mucho de ella, sobre todo a raíz de la muerte de Ramón Sampedro.
La sociedad debería tener una mentalidad abierta y
aplicar la eutanasia sin temor, incluso en los que casos en los que el paciente
tiene plenitud de facultades mentales como Ramón Sampedro o Richard Dreyfuss en
la película que he comentado al principio de este artículo. Cada uno tiene
derecho a decidir sobre su propia vida cuando la situación lo requiere. No creo
que las cosas tengan que llegar a los tribunales como en el caso de Richard Dreyfuss,
a quien un tribunal le concede el
derecho a que le quiten la vida aplicándole la eutanasia. Creo que cada uno
debe de ser libre para decidir sobre su propia vida sin más intervenciones
judiciales ni nada. Insisto en que no defiendo el suicidio, que es un tema que
ya he tocado en otros artículos y con el cual no estoy de acuerdo por razones
que ya expliqué.
En fin: espero que
la sociedad avance porque yo no quiero verme como mi madre ningún día de mi
vida, aunque me tenga que morir varios años más joven, pero con dignidad. Deseo
que este artículo no haya molestado a nadie y que cada uno piense libremente lo
que desea hacer con su vida. Salud y suerte.
José Cuadrado Morales