jueves, 23 de febrero de 2017

POR UNA MUERTE DIGNA

Éste es un artículo que podemos calificar de “duro”. Hasta no hace mucho tiempo en el cine se advertía que “esta película puede herir la sensibilidad del espectador”: Pues bien podría decir yo que este artículo puede herir la sensibilidad del lector.
He revisitado recientemente la película Mi vida es mía, protagonizada por Richard Dreyfuss. Trata de la historia de un hombre (al que da vida el mencionado actor) que está tetrapléjico. No puede hacer nada por sí mismo. Lo tienen que ayudar para todo. En definitiva, que decide que, como su vida es suya, desea que se la quiten cuanto antes y, tras mucho luchar, se le aplica la eutanasia y fallece, poniendo punto y final a una vida, la suya, que no la calificaba de tal. Es algo así como la historia de Ramón Sampedro que es la base de la película de Alejandro Amenábar Mar adentro, protagonizada por Javier Bardem.
Yo estoy a favor del protagonista de Mi vida es mía: cada uno tiene derecho a decidir sobre su propia vida. Y no es lo mismo que el suicidio, del que soy frontal enemigo. Hablo de la eutanasia en casos como el de Richard Dreyfuss en la película y de Ramón Sampedro. Situaciones en los que la vida no es vida y deciden que se les aplique una eutanasia  porque es su pasaporte a la felicidad.

Yo tengo un caso muy directo. Por eso he dicho que este artículo puede herir la sensibilidad del lector. Me refiero a mi madre, que tuvo un final indigno de su vida. Yo hubiera preferido que se hubiera muerto 10 años antes para haberse ahorrado sufrimiento y un progresivo deterioro, no ya de su enfermedad, sino de su propia dignidad como persona.
Mi madre falleció de Parkinson y de una enfermedad neurodegenerativa compatible con la enfermedad del Alzheimer. Y no era persona. Se había convertido prácticamente en un vegetal. Fue deteriorándose poco a poco. Llegó un momento en que no conocía ni a sus propios hijos. Se pasaba el día haciendo toda clases de gestos con la cara, con las manos y diciendo incoherencias o mezclando cosas del pasado con otras del presente, haciéndose sus necesidades encima, etc…
Yo conocía a la mujer fuerte que era capaz de hacer frente a todas las cosas. Una mujer con un talento excepcional para afrontar toda clase de problemas. Una madre estupenda que se partía la cara por sus hijos. Una mujer que amaba a mi padre y al que cuidaba en la enfermedad que padecía fielmente. Pero  el Parkinson y el sucedáneo de Alzheimer la habían convertido en una mujer que yo no reconocía. Y fue progresivo. Por eso yo le hubiera aplicado la eutanasia a mi madre antes de ver en lo que se había convertido.
Los médicos jugaron con ella, experimentaron con ella por ninguna de las dos enfermedades tiene cura. Le aplicaron toda clase de tratamientos, combinando los medicamentos de formas diferentes a ver si daban con la tecla. Le hicieron numerosas pruebas de medicina nuclear, como las gammagrafías, que creo que la pusieron peor de lo que estaba porque le afectaron más aún su cerebro. Creo    que tanto los tratamientos farmacológicos como las pruebas le hicieron más daño que beneficio. Yo no le hubiera mandado ninguna medicación ni hecho ninguna prueba. Creo que mi madre hubiera muerto, como es lógico, de cualquier manera, pero con mayor dignidad.
Mi padre murió de golpe, en cuestión de horas. Su muerte sí fue una muerte digna. Fue un golpe tremendo para nosotros, yo , mis hermanas y mi madre, pero lo aceptamos a lo bestia. Pero lo de mi madre fue una muerte progresiva, un deterioro continuo que yo no podía soportar. La sacaba a pasear en una silla de ruedas y era una verdadera tortura para mí ver cómo estaba, las tonterías que decía, el no reconocerme, etc… Mi madre no era mi madre. Era otro ser al que Dios, o quien fuera, había condenado a una vida que no era vida.
Yo no quiero ser ni un vegetal ni un estorbo. Y lo digo con 55 años en plenitud de mis facultades mentales. Quiero que se me aplique la eutanasia llegado el caso de verme como mi madre. Mi hermana mayor tiene el mismo miedo que tenía mi madre: no teme a la muerte, sino a la vejez, como sinónimo de enfermedad, de final, de acabamiento, de pérdida de todas las facultades, preferentemente las mentales.
Hace unos días fui al médico y vi a una mujer que llevaban entre tres personas. Babeaba, decía incongruencias, etc… Me acordé de mi madre y pensé si esa mujer querría realmente vivir de esa manera. Fue dura esa imagen y la memoria de mi madre, de la que hace pocas fechas se cumplió el octavo aniversario de su fallecimiento.
Y cada vez que tengo que ir al hospital para rehabilitación o hacerme una colonoscopia o cualquier otra prueba veo a personas que no creo que les gustase verse de la forma en que viven. Si estuvieran fuera de sí mismas decidirían probablemente verse muertas antes que malviviendo o viviendo de una forma para mí indigna.
Recuerdo que hace ya bastantes años me tuvieron que ingresar en observación en el Hospital Universitario Virgen Macarena porque había tenido una caída y me había dado un golpe en la cabeza y me tenían que mantener observado. Junto a mí había una mujer mayor que prácticamente estaba muerta. No respondía a nada, se limitaba a recibir todas las medicaciones que se le aplicaban y tenía una actitud meramente pasiva. Recuerdo que mi madre dijo: “Eso no es vida”. Y cuando mi madre cayó enferma y llegó al punto que llegó yo también decía que aquello no era vida, que era una muerte en vida, una forma de vida indigna. Y yo soy creyente, pero estoy seguro de que Dios está de mi parte porque Él, por ser mi padre, quiere lo mejor para mí y todos los míos, y creo que sabía que mi madre no podía vivir de aquella manera. Era un sufrimiento también para mis hermanas, que también tenían sus respectivas enfermedades, entre ellas, como yo, de nervios, que se agravaron por todo el tema de mi madre.
El caso es que mi madre acabó como aquella mujer del hospital de la que comentó que aquello no era vida y me dio mucha pena. Tuvo muchos conatos de muerte, pero no acababa de morir. La vida se le alargaba innecesariamente, pero los médicos la mantenían con vida creo que de forma inhumana. No era justo que alguien que había sido tan fuerte y lúcida muriese lentamente de aquella manera. Creo que todas las personas deberían hacer testamento y poner sus últimas voluntades, entre ellas, si están de acuerdo por supuesto, la eutanasia llegado el caso si se ven como estaba mi madre. Yo reconozco que tengo hecho testamento, pero no tengo escrito nada de la eutanasia, entre otras cosas porque lo de la muerte de mi madre fue muy posterior  a la escritura de mi testamento. Tengo que hacer una modificación de mi testamento y poner lo de la eutanasia en mis últimas voluntades. Aunque al final quienes deciden son los familiares  y los médicos, pero estos deberían tener la suficiente sensibilidad para aplicar la voluntad del paciente si así lo tiene escrito en el testamento o dicho en vida en los momentos de lucidez.
Es un problema ético importante del que últimamente no se habla mucho. Se habla más de otras cosas como el bullying, el mobbing, etc…, pero la eutanasia está en un segundo lugar cuando hace unos años se hablaba mucho de ella, sobre todo a raíz de la muerte de Ramón Sampedro.
La sociedad debería tener una mentalidad abierta y aplicar la eutanasia sin temor, incluso en los que casos en los que el paciente tiene plenitud de facultades mentales como Ramón Sampedro o Richard Dreyfuss en la película que he comentado al principio de este artículo. Cada uno tiene derecho a decidir sobre su propia vida cuando la situación lo requiere. No creo que las cosas tengan que llegar a los tribunales como en el caso de Richard Dreyfuss, a quien  un tribunal le concede el derecho a que le quiten la vida aplicándole la eutanasia. Creo que cada uno debe de ser libre para decidir sobre su propia vida sin más intervenciones judiciales ni nada. Insisto en que no defiendo el suicidio, que es un tema que ya he tocado en otros artículos y con el cual no estoy de acuerdo por razones que ya expliqué.
En fin: espero    que la sociedad avance porque yo no quiero verme como mi madre ningún día de mi vida, aunque me tenga que morir varios años más joven, pero con dignidad. Deseo que este artículo no haya molestado a nadie y que cada uno piense libremente lo que desea hacer con su vida. Salud y suerte.

José Cuadrado Morales

4 comentarios:

  1. Muy interesante tu reflexión. Y muy argumentada. es un tema muy polémico, pero es verdad que hay que hablar más de ello y respetar los derechos de todas las personas, como en tantas otras cosas.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, amigos de Rentería, por vuestro comentario a mi artículo sobre la eutanasia y una muerte digna. Gracias por decirme que es una reflexión interesante y con argumentos. Es un tema muy delicado y estrictamente personal. Es una cuestión de conciencia particular, aunque muchas veces quienes tienen la última palabra son los familiares y lo médicos. En fin: veremos cómo evoluciona el tema en nuestro país. Un abrazo muy fuerte de tu buen amigo sevillano José Cuadrado.

    ResponderEliminar
  3. Es cierto, es un tema polémico, pero no por ello debe ser silenciado. Es fundamental mostrar respeto

    ResponderEliminar
  4. Queridos amigos de Calatayud: los temas espinosos como vosotros decís no deben ser silencionados, sino hablarse de ellos con libertad y claridad para no tener que recurrir a la ley o a otras circunstancias como pasó con el caso de Ramón Sampedro. Respeto siempre por la actitud que cada uno adopte ante su vida y su salud y el resto de circunstancias que componen la vida de una persona. Gracias siempre por vuestro apoyo. José Cuadrado.

    ResponderEliminar