Hoy voy a tocar un tema de los más delicados de la
salud mental: la medicación. Yo tengo problemas de nervios desde hace
muchísimos años, desde que era un niño. Mis padres me llevaron a un
neuropsiquiatra que trataba a mi padre cuando tenía sólo 7 años.
Al principio yo no quería tomar en absoluto ninguna
medicación. Leía los prospectos y me daban mucho miedo las medicinas por el
tema de los efectos secundarios. Eran interminables. Estaban clasificados según
su naturaleza y me afectaban enormemente y no quería tomar medicinas, adaptadas
a mi edad, claro.
Los psiquiatras insistían claramente en que no
leyera los prospectos. Que los prospectos eran meras indicaciones, que no tenía
por qué padecer los efectos que se detallaban en el papel.
Pasaban los años y seguía sin tomar medicación por
culpa de los posibles efectos secundarios. Y todo fue hasta que toqué fondo,
estaba muy mal y me ingresaron en la
Unidad de Psiquiatría del Hospital Universitario Virgen
Macarena. El ingreso estuvo justificado parcialmente por la ruptura con una mujer con la que vivía que me afectó mucho
y empeoró mi estado depresivo y mis problemas viejos de ansiedad.
Entonces decidí (ya era mayor) no leer los
prospectos y tomarme la medicación. No dejarme influenciar por lo que ponía el
papel y tirar hacia delante. Estaba cansado de llorar y tenía que dar un giro
radical a mi vida. Pensé que el punto de inflexión podía ser la toma de los
medicamentos. Me puse mejor. Ya no podía llorar porque los
medicamentos me lo impedían. Ya no dormía en el suelo como me pasaba muchas
veces cuando estaba en estado depresivo. Tenía más ilusión por hacer cosas. Se
redujo bastante mi nivel de ansiedad y mi grado de angustia. Y todo debido a
las pastillas. Éstas no curan, pero alivian los síntomas. Mis psiquiatras
estaban cansados de decírmelo, pero yo no les hacía caso. Pero en el Hospital
decidí que había llegado el momento de
dar un giro a mi vida y tomarme la medicación y, literalmente, que fuera lo que
Dios quisiera.
Al salir del Hospital seguí sin leer los prospectos
y tomándome las medicinas. Empeñé mi palabra de honor con el psiquiatra que me
trató en el Hospital. Me fue bien. Y tenía algunos de los efectos secundarios
que decían los prospectos que yo había leído antes, pero seguí tomándome lo que
me habían recetado. Tenía que dar una oportunidad a estos medicamentos, como se
la había dado a otros medicamentos que también tenían efectos secundarios.
Hasta una simple aspirina tiene efectos secundarios y no se le tiene tanto
miedo.
Me sentí feliz al notarme mejor, a pesar de los
efectos secundarios. Reconozco que pasé momentos muy malos: la somnolencia, el
sueño literal, el quedarme dormido en cualquier sitio, el temblor, los sudores
y tantos efectos me agobiaban, pero ponía en la balanza los beneficios y los
perjuicios y ganaban los beneficios. Apliqué este simple ejemplo para seguir
adelante con los medicamentos.
Ahora, cuando me hacen los cambios de medicación,
no leo los prospectos. Tampoco los tiro por si los necesito en algún momento.
Pero es que tampoco leo los prospectos de otros medicamentos de otras
enfermedades que padezco. Antes leía obsesivamente los prospectos y ahora paso
radicalmente de ellos. He cambiado totalmente de postura y confío más en los
distintos profesionales que me tratan. Tengo más confianza en mí mismo y eso
influye enormemente a la hora de no leer los prospectos.
El tema de los prospectos afecta a multitud de
pacientes con problemas de salud mental. Lo veo en la
Ura Macarena cuando hablamos del tema y
sale ese miedo a los efectos secundarios, entre otras cosas porque afecta a la
vida sexual, las alteraciones hormonales y otros temas que son especialmente
delicados.
Una antigua enfermera de la Ura decía literalmente que
teníamos que tomar la medicación como si fuera nuestra segunda comida. Y
recuerdo una película titulada Mister Jones, protagonizada por Lena Olin y
Richard Gere, en la que Lena era una psiquiatra que le decía a Gere que su
problema psiquiátrico se arreglaba con dos cosas: con cariño y con medicación
que procuraba resolver las alteraciones químicas que tenía su organismo. Esto
siempre me ha llamado la atención y muchas veces, cuando me tomo las pastillas,
recuerdo la escena en que la psiquiatra hace ese comentario. Y es cierto: las
alteraciones químicas del cerebro de los enfermos mentales provocan
enfermedades y se curan con medicamentos, como pasa con cualquier otra
enfermedad. Los problemas nerviosos no son una excepción. Y la industria
farmacéutica invierte mucho dinero en la investigación de nuevos medicamentos
para las enfermedades mentales porque son muchos los pacientes y le compensa la
inversión. Naturalmente después los beneficios son enormes.
Las pastillas son vitales para la calidad de vida
de los pacientes con problemas de salud mental. Y ya no me asombra decir esto
porque llevo tomando con regularidad fiel medicamentos de nervios desde hace 8
años cuando me ingresaron por primera y única vez.
Poco a poco, y dada la evolución rápida de los
medicamentos de nervios, va superándose este estigma de las enfermedades
mentales. Ya no hay tanto miedo a decir que se toman pastillitas de nervios.
Poco a poco se van integrando en la vida cotidiana y se toman como quienes
toman medicamentos para otras enfermedades.
Hace unos días, viendo la telenovela que ya he
comentado aquí El secreto de Puente Viejo, un psiquiatra hizo un comentario que
habla del estigma que ha tenido siempre la enfermedad mental. Comentaba el
psiquiatra que todo el mundo entendía que se curase un brazo roto, pero que
pocos entendían que se tratase una enfermedad mental porque consideraban que
era algo muy raro. Y la serie está ambientada en el año 1924, es decir, hace
casi un siglo. Hemos avanzado mucho y las cosas han cambiado y ya no hay tanto
miedo a decir que vamos al psicólogo o al psiquiatra o decir que estamos
tomando medicinas para los nervios.
Yo actualmente estoy tomando un tratamiento que
cada vez tiene menos efectos secundarios, bien porque ya me he acostumbrado o
bien porque los medicamentos han evolucionado y objetivamente no tienen los
efectos que tenían antes.
Estoy tomando un antipsicótico, no porque tenga
problemas de psicosis o esquizofrenia, sino porque según me ha comentado el
psiquiatra los antipsicóticos se han demostrado que son eficaces en ciertos
trastornos depresivos. Y así ha sido. Se trata de Ziprasidona 40 miligramos, una
cápsula por la mañana. Al principio lo pasaba fatal porque me quedaba dormido
en cualquier sitio. Se me pasaban las paradas del autobús, me quedaba dormido
en los bares leyendo la prensa, etc… Pero con el paso de los meses los efectos
se han ido disipando y ahora me encuentro francamente bien con esta pastilla.
También tomo un antidepresivo llamado Escitalopran
de 30 miligramos. Lo normal es tomarlo de 20, pero debido a mi problema es más
eficaz con una dosis más alta. Mi problema es el TOC, es decir, el Trastorno
Obsesivo Compulsivo. Me cuesta mucho bregar con esta enfermedad, lo paso
francamente mal, pero voy mejorando, con una lentitud exasperante, pero lo que
está claro es que no voy a peor con la enfermedad.
Tomo igualmente otro antidepresivo llamado
Mirtazapina de 15 miligramos. Tomo, como el Escitalopran, una sola pastilla. Si
el Escitalopran es por la mañana la Mirtazapina es por la noche. Así estoy todo el
día controlado. La
Mirtazapina tiene una cosa buena también añadida según me
comentó uno de mis psiquiatras: que tienen efectos sedantes y ayuda a dormir,
por eso se toma por la noche. Me va muy bien con la Mirtazapina.
Tomo también Clorazepato Dipotásico, el más conocido
como Tranxilium, de 10 miligramos por la mañana y de 15 miligramos por la noche
para que me ayude también a dormir. Todo el mundo conoce el Tranxilium y es muy
eficaz. Me produce un poco de sueño de día, pero sus beneficios son mayores.
Tomo también Alprazolan de 1 miligramo por la
noche, para controlar mis niveles de ansiedad y que me ayude a dormir. Llevo
tomándolo mucho tiempo porque, por razones que desconozco, nunca me ha dado
miedo tomar los ansiolíticos, a pesar de las cosas que ponían los prospectos.
No sé por qué.
Tomo también por la noche Lormetazepan de 2
miligramos, que es un hipnótico para producir sueño. Dura su eficacia para
hacer efectos dos horas después de tomarse y puede garantizar hasta 8 horas de
sueño. Yo, sinceramente, duermo poco. 4 o 5 horas como mucho. Eso hace que
muchas veces me quede dormido de día en un bar desayunando como me ha pasado
hoy mismo o en casa cuando estoy viendo la televisión. No pasa nada. Tampoco es
una tragedia. Otras personas tienen otros problemas. Yo tengo el del sueño.
Reconozco, para no engañaros, que no me importa despertarme de madrugada y
levantarme porque me viene bien para escribir de noche que es uno de mis
momentos del día favoritos para hacerlo.
Si no me falla la memoria ésta es toda mi medicación.
Tengo fe en ella y tengo fe en la psiquiatra que me trata y en la psicóloga que
me ve. Es fundamental esto también para que sean eficaces los tratamientos: que
creas en la persona que te lo pone. Y yo
confío en mi psiquiatra y considero que pone todo su interés en ajustar la
medicación todo lo que es necesario.
Y así llevo 8 años desde mi ingreso. Fue una de las
cosas positivas: que le perdí el miedo a los prospectos, a las medicinas de
nervios. No quería volver a tocar fondo, a sentirme como me sentía un trapo.
Quiero ser una persona válida para mí mismo y para la sociedad en la que estoy
integrado porque no me siento excluido de ella. Estoy escribiendo actualmente
una novela que trata entre otras cosas de los problemas de los enfermos
mentales. Su título ya lo dice todo: Monólogo en clave neurótica. Espero
publicarla el año próximo después de estar durante diez años seguidos
publicando un libro de poemas cada año. Ahora ya me ha pasado a la prosa.
Espero que este artículo le sirva a todas las
personas que tienen miedo a tomarse medicamentos para nervios. No pasa nada.
Todas las medicinas, insisto, tienen efectos secundarios, y a veces más serios
que los de las medicinas de nervios. Los efectos son positivos y vuelvo a decir
que es mucho el dinero que invierte la industria farmacéutica y cada vez son
menos los efectos secundarios.
Miremos el futuro con positividad y pensemos que,
además de estar cada vez más integrados en la sociedad por la progresiva
desaparición del estigma de la enfermedad mental, los enfermos mentales tenemos
la suerte de que se preocupan por nosotros y cada vez son más buenos los
medicamentos. Es la mejor postura para mí para enfrentarse a una enfermedad
mental, que tampoco es una tragedia porque, sin ánimo de consolarme infantilmente,
hay enfermedades peores. Salud y suerte.
José Cuadrado
Morales
Interesante lectura de un asunto que a veces es polémico. Nos alegra que tu experiencia haya sido positiva y que la medicación te ayude y pronto podamos leer algo de tu libro¡ Un abrazo
ResponderEliminarQueridos amigos del Hospital de Día: gracias por vuestro comentario, que me anima a seguir trabajando pensando en los lectores fieles como vosotros. Mi experiencia con la medicación en efecto ha acabado siendo positiva, pero no siempre fue así. Han tenido que pasar muchos años para abrirme los ojos. Pero, en fin, todo llega. Mi libro ya se está pasando a limpio y pronto estará en la editorial, así que si Dios quiere verá la luz aproximadamente alrededor del próximo verano. Gracias por tener el detalle de acordaros de mi libro Monólogo en clave neurótica. Un saludo muy cordial de vuestro fiel amigo José Cuadrado.
ResponderEliminarPepe, yo cuando empecé a tomarme la medicación no leía los prospectos mas que por encima y no me preocupaba del todo de los posibles efectos secundarios. Cuando comence a venir a la Unidad empece a leermelos con mas detenimiento. Es bueno conocerlos. Que vaya bien tu libro. Aquí me tienes para intentar leerlo. Un saludo
ResponderEliminarJesús
Querido amigo Jesús: gracias por tu comentario a mi artículo sobre la medicación. Yo soy partidario de no leer los prospectos para no sugestionarnos. Yo es que me he sugestionado y no me tomaba medicación por los dichosos efectos secundarios. Ahora no los leo y me tomo las pastillas. Sé que las necesito y ya está. Mi libro ayer lo remití a la editorial de Málaga con la que suelo trabajar y espero que empiece a hacerse prontito. Me ha salido un libro denso y largo y es el primero de una trilogía que lleva como título genérico el de Monólogo en clave neurótica. Sé que te gustará porque eres muy buen lector, muy inteligente y buen amigo. Recibe siempre mi cariñoso saludo de tu amigo José Cuadrado.
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