lunes, 28 de abril de 2014

NUNCA HABÍA VISTO LLORAR A UN HOMBRE HASTA QUE...

Nunca había visto llorar a un hombre hasta que cumplí los seis años. Mi padre sentado sobre su cama  de matrimonio con el transistor grande encima de la mesilla de noche. Me impactó tanto ver y oír llorar tan fuerte a mi padre que no lo he podido olvidar. Mi Padre estaba escuchando por la radio el funeral del que él consideraba su padre, “El Papa bueno” Juan XXIII.
Mi padre era otro hombre bueno y lo demostró durante toda su vida; buen esposo, buenísimo como padre, como hermano, como amigo de sus amigos, honrado como trabajador, toda la vida pasaron por su vida  manos millones de pesetas, ya que en tres sitios donde trabajó lo hizo siempre de cajero. Él decía que le hubiera gustado ser abogado, pero se llamaba a si mismo un chupatintas. Mi padre nunca fue un chupatintas, por lo menos para mí, sino un trabajador honesto y honrado que trabajó hasta jubilarse en algo que no le gustaba, y que sacó adelante a una gran familia de nueve personas. Cariñoso, simpáticos, contaba chistes como nadie, y otras muchas cosas que me faltaría escribir. ¿Qué más se le puede pedir a un padre?

Reyes.

3 comentarios:

CRAP Calatayud dijo...

Qué bonito homenaje, Reyes. Enhorabuena

José Luis dijo...

Lo has contado desde el fondo del corazón, amiga. Eres auténtica, un beso.

Anónimo dijo...

Muy emotivo, Reyes, es un bonito recuerdo de tu padre,
Clara M.