Uno de los aspectos de la
historia del toro de lidia que más se presenta a discusión es la determinación
sobre la aparición de la crianza del mismo con fines de lidia, seleccionando
ejemplares y razas, con fines comerciales, o destinados a los espectáculos
taurinos de toda índole. No parece que existiera una selección especial durante
la Edad Media, en la que sin embargo, los toros, como otros animales salvajes,
eran mantenidos en cautividad y protegidos por los señores feudales para
propósitos de cría o de caza.
En tiempos de los Reyes Católicos
ya se empezaron a conocer, así que los primeros indicios de selección del toro
bravo apuntan a los siglos XV y XVI en la provincia de Valladolid, donde la
proximidad a la Corte, aún itinerante en esta época, hizo que se criara en
amplios terrenos una vacada que pudo sentar las bases del toro de lidia actual.
Desde los términos de Boecillo, La Pedraja de Portillo y Aldeamayor de San
Martín, partían los toros para las fiestas de los pueblos, de la Corte o para
las eclesiásticas. El nombre de esta pretendida ganadería primigenia fue Raso
de Portillo, y fue conocida hasta finales del siglo XIX. Existe la creencia de
que estos toros fueron los primeros empleados en festejos reales.
Paralelamente comenzaron a
desarrollarse ganaderías en otros lugares de España. Andalucía se puso a la
cabeza en la cría de toros, si bien también tuvieron su importancia los que se
criaron a orillas del Jarama, los llamados Jijones de Villarrubia de los Ojos,
los navarros y los aragoneses. Fue en la segunda mitad del siglo XVII cuando
las vacadas de toros bravos empezaron a organizarse, aunque todavía sin fines
claramente comerciales. Tuvo que pasar un siglo más para que el espectáculo
taurino cobrara auge y aparecieran las ganaderías orientadas claramente a los
espectáculos taurinos ya con fines comerciales.
Así pues, el toro actual puede
considerarse el resultado del trabajo de selección efectuado desde principios
del siglo XVIII mediante la prueba de la tienta a fin de elegir para su
reproducción ejemplares en los que concurrieran determinadas características,
aquellas que permitieran el ejercicio de la lidia; es decir, la sucesión de
suertes que se ejecutan en las corridas de toros desde que el toro sale al
ruedo hasta que, una vez que el diestro le ha dado muerte, es arrastrado por
las mulillas. Estas características han variado tanto a lo largo de los siglos
como el toreo mismo, manteniéndose como sostén del mismo un único denominador
común: la bravura del toro.
Nacieron entonces, ya en la segunda mitad del siglo
XVIII, las que se consideran las castas fundacionales de las que parten los
encastes actuales: Morucha Castellana (Boecillo), Navarra, Toros la Tierra y
Jijona (Madrid y la Mancha), Cabrera y Gallardo (El Puerto de Santa María),
Vazqueña, Vega-Villar (Utrera) y Vistahermosa, si bien en la actualidad el 90%
de las divisas existentes proceden todas de esta última.
Esta actividad tiene antecedentes
que se remontan a la Edad de Bronce, y se ha desarrollado a lo largo de siglos
como una forma de demostración de valentía, al estilo de algunas tribus que aún
practican ritos de paso de la niñez a la edad adulta.
En la antigua Roma se presentaban
espectáculos con uros (raza bovina extinta) que eran arrojados a la arena del
circo para su captura y muerte por parte de algunos representantes de familias
nobles, quienes mostraban así sus dotes de cazadores. También se arrojaban en
manadas a los cristianos durante las ejecuciones públicas efectuadas en la
época de la persecución; y además, se utilizaba a estos animales durante los
enfrentamientos de gladiadores como entretenimiento adicional.
Durante la Edad Media muchos de
los reyes importantes hacían fiestas de toros, destacan como aficionados Carlomagno, Alfonso X el Sabio y los califas
almohades, entre otros. Tenian lugar en plazas públicas y lugares abiertos,
donde a los señores nobles que participaban en la matanza del toro, les
ayudaban sus trabajadores y escuderos, apareciendo así la tarea del picador y
de los mozos.
A partir del siglo XVI y XVII
empiezan a desarrollarse y a evolucionar las ganaderías, y en el s. XVIII
destacan las primeras figuras del toreo como son Pedro Romero, Costillares y Pepe Hillo.
Durante el s.XIX las corridas ya se van
pareciendo mucho más a las de ahora, con los toreros Frascuelo, Cúchares,
Lagartijo y Paquiro.
El siglo XX es la época dorada
del toreo, es cuando tiene más fama, éxito y aficionados. Los toreros son
estrellas en la plaza, algo así como hoy en día los futbolistas en el campo.
Buen ejemplo de ello es el caso de Juan Belmonte y José Gómez (que recibía el
sobrenombre de Gallito), quienes eran grandes rivales.
Tras la Guerra civil, destaca el
gran Manolete, y tras su trágica muerte en el ruedo, aparecen como grandes
nombres Carlos Arruza (mexicano), Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y
Antonio Ordoñez entre otros.
Más tarde, en la época de los
sesenta surgen toreros como Curro Romero, Diego Puerta y El Viti. Y por
supuesto no podemos olvidarnos de Jose Mari Manzanares, Morenito de Maracay,
Antoñete y Juan Antonio Ruiz “Espartaco”.
Hoy día hay grandes matadores de
toros como Julian López “El Juli”, Morante de La Puebla, José Tomás Y Enrique
Ponce.
Existen muchas ganaderías de
reses bravas en España, éstas se encargan de la cría y cuidado del toro bravo y
están repartidas en dehesas, sobre todo en fincas de Portugal, Andalucía,
Extremadura, Salamanca y Madrid entre otras.
De las más conocidas e
importantes están: Miura, Jandilla, Torrestrella, Victorino Martín, Guardiola,
Cebada Gago y Celestino Cuadri.
Los toros pueden destacarse tanto
por su nobleza y casta, lo que los puede llevar a ser indultados, tanto como
por su bravura e inteligencia, llegando
a dar muerte a célebres diestros de la historia.
Una muestra de éstos últimos son:
“Barbudo”, da muerte a Pepe Hillo.
“Bailaor”, acabó con Joselito “El Gallo”.
“Granadino”, puso fin a la vida de Ignacio
Sánchez - Mejías. “Islero”, corneó mortalmente a Manolete.
“Avispado”,
mató a Francisco Rivera “Paquirri”.
Como ya sabemos la fiesta de los
toros es importante no sólo en España sino que también supera sus fronteras, de
este modo existen grandes ruedos nacionales e internacionales. Destacan las
siguientes plazas,
tanto por su tamaño, antigüedad, tradición e importancia:
Las Ventas, en Madrid.
La Maestranza, en Sevilla.
La Monumental, en Barcelona.
La Arena de Nimes, en Nimes (Francia).
La Campo Pequeño, en Lisboa (Portugal).
La Plaza de Ronda, en Ronda, Málaga.
La Monumental de México, en México DF.
Jenaro Marín.
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