Una de las preguntas que más
se han hecho los filósofos y las personas normales y corrientes a lo largo de la Historia es la siguiente:
¿Cuáles son los motores que mueven al mundo? He llegado a la conclusión después
de mucho reflexionar y leer y ver los datos a lo largo del tiempo que los
motores fundamentales son el amor y el dinero.
El amor se manifiesta de
muchas maneras. Está el amor en pareja que es uno de los más hermosos. Uno
puede llegar a dar la vida por su pareja. Y en último caso ambos miembros de la
pareja pueden entregar su vida en defensa del amor, como si fueran Romero y
Julieta. Está también el amor paternofilial, el amor de un padre a su hijo y me
pongo como ejemplo. Yo sería capaz de dar la vida por mi hijo. Si necesitara mi
corazón o mi hígado o algún otro órgano vital yo lo donaría con total
facilidad. Lo quiero mucho y es un amor intenso que es muy difícil de explicar.
Está también el amor a las
mascotas. Algunos las tratan como si fueran personas, les ponen abrigos en invierno,
les cepillan los dientes, los cuidan en todos los sentidos incluso llevándolos
al veterinario. Es un amor desprendido y muy hermoso. Está también el amor a
una vocación, como es mi caso con la Literatura.
Yo escribo desde que tenía siete años. Y he escrito sin parar
hasta los 52 que tengo, siempre compatibilizándolo con otras cosas que
estuviera haciendo como estudiar, trabajar, etc… He renunciado a mucho por la Literatura y me siento
orgulloso del trabajo realizado.
Hay amores más grandes que
afectan a mucha gente como es el caso del Martin Luther King y su amor por la
igualdad entre blancos y negros. en los Estados Unidos de América. Le llevó a
dar su vida por ese amor. Y está también el Mahatma Gandhi y su amor por la India y su política de la no
violencia con la que consiguió la independencia de los ingleses después de
mucho luchar. Pero tuvo que dar también la vida por ese empeño. Y está también
el ejemplo de la Madre Teresa
de Calcuta y el inmenso amor que sentía por los demás, sobre todo los más
desfavorecidos. Dio su vida lentamente por ellos y renunció a todos los
placeres del mundo.
Y está el tema del dinero,
donde siempre están en conflicto la Macroeconomía y la Microeconomía.
La
primera intenta explicar cómo es posible que en tiempos de crisis como los que
vivimos Caixabank haya crecido el último año un 164%. Y tiene que explicarnos
también cómo es posible que sólo en Andalucía haya más de 100.000 familias que
tienen a todos sus miembros en paro y sin derecho ya a prestación social
alguna. Y la
Microeconomía debe explicarnos cómo es posible que haya 8
millones de pobres y se tiren 8 millones de toneladas de alimentos a la basura
y la gente coma directamente de los contenedores. La Microeconomía debe
explicar el uso del euro por las personas normales, las que cobran una pensión
no contributiva o los que no llegan ni de broma a cobrar 1000 euros al mes. No
son mileuristas. Es la nueva clase social que está naciendo, la de los
precarios: gente que tiene lo justo para vivir y no puede permitirse ningún
lujo, ni siquiera el pequeño lujo de ir al cine para ver una película. La
miseria se está apoderando de la sociedad y crece un odio brutal hacia los
políticos y los banqueros que son los que ha provocado esta situación.
He hablado por primera vez
del odio. Hay una inquina especial contra los políticos y los banqueros. Pero
está el odio a pequeña escala en el mundo de la pareja. Siempre se ha dicho que
del amor al odio hay un solo paso. Yo he sentido ese odio cuando mi ex mujer me
abandonó estando yo en el peor momento de mi enfermedad y recién muerto mi
padre. Pero quise sacar las consecuencias positivas del odio y lo que hice fue
invertir la energía del odio en energía del amor pensando en mi hijo de dos
años. No quería que el divorcio le afectara física y psíquicamente y me
entregué a él por completo, apartando parcialmente la Literatura. Pero también invertí parte
de la energía del odio en creación literaria. Escribí un libro titulado
Tuétanos odiantes, título de momento provisional. Cuando escribo un libro
siempre pongo primero el título y voy construyendo el libro en torno a ese
título. Después cuando termino de escribir el libro veo si el título sirve o lo
cambio. Este título lo tengo que cambiar porque no me convence del todo. El
libro empieza así: Odio es la palabra que más me explota en mis llagas
viscerales. Afán brutal de derribar, destruir, matar. Sentencia contra el mundo
que me oprime aprisionando contra la pared de mis pápulas anímicas purulentas.
Es muy fuerte y refleja bien a las claras el dolor que me había producido el
abandono.
El libro es muy extenso: más de 5000 versos. Tendré seguramente que
publicarlo en dos partes. Yo que normalmente escribo libros de amor me noto
raro escribiendo un libro sobre el odio, pero es lo que sentía y un escritor
tiene que ser fiel a sus emociones y sentimientos.
Me ha pasado con otras
mujeres que he amado de verdad. Supongo que habrá ocurrido lo contrario cuando
yo he sido quien ha abandonado a una mujer, pero nunca me he sentido odiado por
nadie. Lo que hay que hacer es tener un amor propio muy grande que lleve no al
odio sino a la autoestima. Convertir el odio en amor a uno mismo y en amor
hacia la propia persona a la que odiamos. Yo por ejemplo he felicitado por su
66 cumpleaños a mi ex mujer. Ya no siento amor, pero tampoco odio. Siento una
extraña sensación de afecto por ser la madre de mi hijo y por ser la persona a
la que más he amado.
El odio a mayor escala lo
encontramos en el mundo de la religión. Muchas guerras del mundo se han
provocado por motivos religiosos o por cuestiones tribales. Así ocurrió en los
años 80 y 90 en Ruanda con las tribus de los hutus y los tutsis. Miles y miles
de muertos fue la consecuencia de esta guerra civil. Y está el régimen
dictatorial de los jemeres rojos de Pol Pot en Camboya, que dio lugar a la
muerte de millones de personas que odiaban al régimen establecido, puramente
fascista. Y ayer mismo se cumplieron 75 años de la noche de los cristales rotos en Berlín, Alemania. Fue la
madrugada del 9 al 10 de noviembre de 1938 cuando empezó la persecución de los
judíos en Alemania. Mataron a muchos judíos y empezaron las deportaciones. Y ya
al año siguiente, con la invasión de Polonia y la creación de los primeros
ghettos en Varsovia cuando empezó la Segunda
Guerra Mundial que duraría 6 años y en la que morirían en el
holocausto entre 5 y 6 millones de judíos, aparte de los soldados que murieron
en los campos de batalla. Una guerra absurda entre Japón, Italia y Alemania
contra el resto del mundo, con la neutralidad de algunos países, entre ellos
España. Algo bueno hizo la dictadura franquista: el mantenerse neutral ante la Segunda Guerra Mundial. Hubiera
sido definitiva la Segunda Guerra
Mundial para España después de estar saliendo de la Guerra Civil Española, otra
demostración de odio entre los dos bandos, el Nacional y el Republicano.
Odio y
más odio en guerras absurdas que han provocado a lo largo de la Historia millones de
muertes sin fin y siguen provocándolas porque nunca falta una guerra que
llevarse a la boca. Hay muchas armas que vender a los señores de la guerra, los
que están detrás y nunca se ven y que son los que mueven los hilos de tantos
conflictos bélicos.
Guerras y más guerras contra
las que sólo cabe la neutralidad, los
movimientos pacifistas que combatan el odio que existe en el mundo civil o
entre países. Hay que recordar recientemente los conflictos de Irán, Irak y
Afganistán. Y el fenómeno de Al Qaeda que está lleno de odio especialmente
hacia los Estados Unidos y en general los paises occidentales, como ocurrió con
España el 11-M con los trenes de la estación de Atocha. Y el odio de los terroristas hacia el estado español, ahora de
moda otra vez por la salida de la cárcel de los miembros de ETA al derogarse la
doctrina Parot por el Tribunal de Estrasburgo. Se ha reavivado con eso el odio
a los terroristas ahora que la normalidad estaba volviendo relativamente al
País Vasco después del paréntesis tan largo que llevamos de ausencia de
atentados terroristas, pero no abandonan las armas que es lo que tienen que
hacer.
Hay que responder al odio con
amor. Por difícil que esto resulte. Es cuestión a veces de poner la otra
mejilla y cuando nos quedemos sin mejillas aplicar las dosis máximas de
indiferencia para que el odio no nos afecte. Y hay que hacerlo con fuerza y con
ilusión porque la primera víctima del odio es quien lo siente porque el rencor
le corroe el interior y no lo deja vivir. Yo ya no quiero sentir más odio. Me
parece absurdo. Hay que arreglar la vida cotidiana, el entorno que nos rodea y
nos envuelve y nos da la vida. Ésta está llena de oportunidades para vencer al
odio porque la existencia nos da motivos de sobra para odiar. Entonces tenemos
que ser fuertes ante la adversidad del sentimiento del odio y vivir con la
humildad suficiente de transformarlo en amor en la medida de lo posible.
Sé que es una transformación
difícil pero posible porque yo la he hecho. Eso es lo que os deseo en este
artículo especial que he dedicado al odio. No nos dejemos devorar por este
sentimiento terrible que nos convierte en bestias y nos impide ser las personas
racionales que se supone que somos. Es mi deseo para vosotros. Salud y suerte.
José Cuadrado Morales
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