La primera noche que la vi me llevé un gran susto. Soy nuevo en el barrio y venia de tomar unas copas con los amigos. Al doblar una esquina tropecé con ella. Llevaba un ramo de flores con orquídeas, rosas y algunas flores más que el impacto no me dejaron identificar. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Sin dudarlo adivine para quien iban destinado ese ramo de flores. Para un difunto.
No olvide lo que me paso esa noche y al día siguiente, en el bar que estoy desayunando desde que me mude pregunte sobre la mujer del ramo de flores. Me dijo el camarero que era una viuda que había perdido la cabeza desde el fallecimiento de su marido y que todas las noches vagaba por las calles del barrio con un ramo de flores. Igual que un espectro, pensé. El camarero morboso siguió contándome anécdotas sobre la mujer del remo de flores. Dice de ella que tiene una llave de una puerta secreta del cementerio de San Fernando y que pasa junto a la tumba de su difunto esposo las horas en la que el cementerio está cerrado. Que el ramo de flores lo lleva siempre encima, que solo viene a su casa a comer, a ducharse, a cambiarse de luto y a dormir un par de horas o tres.
El interés por el personaje iba aumentando cada vez más en mi. Estaba deseando volvérmela a encontrar haber si podía hacerle alguna pregunta que me acercas más a sus realidad ya que mi oficio es la psicología a lo mejor podía prestarle mi ayuda para que superase ese duelo que no era capaz de sacarse de encima por ella misma.
De momento pase un tiempo sin acordarme más del suceso, lo anote en mi diario pero calló en el olvido. Un día, habían pasado tres meses, hice inventario de todas mis anotaciones con el fin de publicar un libro que mi editor me había pedido. El quería un libro de autoayuda y yo recordaba que en un cuaderno había escrito bastantes ideas que me podían servir, me dijo, ahora los libros que están arrasando el las librerías son los de autoayuda, es el momento. Y fue entonces, cuando vi la nota que hacia referencia a la señora del ramo de flores. Decidí investigar algo más que aquella conversación que tuve con el camarero del bar, donde aún seguía desayunando. Le pregunte, ya había más confianza, si sabia donde vivía la mujer del ramo de flores y más o menos me lo indico. Me puse en camino hacia su casa cuando, para mi asombro, ella salía de un portal.
-Perdone que la moleste señora pero ¿me podría decir dónde compro usted ese ramo de flores tan hermoso?- ella se quedo algo sorprendida – no es un ramo para un galán, sino para un difunto-dijo con su voz quebrada por el sufrimiento-lo siento mucho, señora-dije- No se preocupe, mi difunto esposo lleva muerto ya seis años-contesto-y usted continua llevándole flores de vez en cuando ¿no?-dije yo- No señor se la levo a diario. El era un enamorado de este barrio, ayudo a construir plazas y parques, lucho con los vecinos por tener una biblioteca pública, y se presento como presidente de la asociación de vecinos cinco veces y en todas fue elegido, luchó mucho por tener el barrio que tenemos hoy, por eso, antes de llevarle el ramo de flores ,cosa que hago diariamente, lo paseo por el barrio-. Me parece un razonamiento muy propio de una persona con principios e integridad. Bueno, pues algunos me tachan como la loca del ramo de flores e inventan historias sobre mi, que si duermo en el cementerio, que si paseo el ramo como un fantasma, que solo salgo de noche, que tengo una llave del cementerio… en fin, charlatanerías de la gente que no comprenden que mi marido los amaba como vecino y que yo le ofrezco el cariño que él les tenia.
En mi libro de auto ayuda dedico un capitulo entero ha analizar este personaje, la señora Milagros, que lucha contra las incomprensibles mentalidades de sus vecinos por mantener unos principios dignos de admiración.
Mi libro se vendió tanto como lo hicieron los demás de autoayuda que salieron a la venta mientras el boom duró. Mi editor se alegro por los beneficios obtenidos.
Una tarde, que paseaba sin rumbó, estaba cerca el cementerio. La curiosidad pudo más que el pudor y me atreví a entrar para ver la lápida del difunto esposo de la señora Milagro. Cual fue mi sorpresa que allí estaba ella. No me vio, así que aproveche para observarla. Rezaba delante de la tumba de su esposo y llevaba entre las manos un ramo de flores que depositó frente a la lápida. Se puso de rodillas y comenzó a llorar. Tocó el frío mármol igual que si tocase la piel caliente de su esposo. Se daba golpes en el pecho y levantaba las manos hacia el cielo. Después se transfiguro. Se recompuso y se marcho. Yo quede impactado ante el suceso que acababa de presenciar. Esta mujer sufría un duelo patológico que disimulaba delante de los demás pero que se derrumbaba delante de su difunto esposo.
II
Ya la curiosidad podía más que yo, así que me dedique a indagar por mi cuenta datos verificables sobre la señora Milagros. Primero localice donde vivía y haciéndome pasar por periodista que estaba interesado en la figura de doña Milagros (era periodista de cuarto milenio) pregunte a los vecinos que opinaban del comportamiento de su vecina. Muchos me dijeron que apenas la trataban desde que falleció el marido, que se había vuelto huraña y que de su casa se desprendía un olor a incienso que ahogaba todo el bloque. Las que más contactos tenían con ella eran las vecinas de su planta, era con las que más hablaba. Una de ella me dijo que era cierto que no pasaba las noches en casa. Que su costumbre era pasear el ramo de flores por todo el barrio, bien entrada la noche (que a más de uno le habría dado un susto, pensé) y después irse a dormir con una manta al lado de la tumba de su difunto esposo.-No cree usted que esto último entra más dentro de la fantasía que de la realidad- le dije-No- me contexto ella-es cierto.
Una noche decidí seguirla por su itinerario por el barrio, lo que hacia era ofrecer el ramo a cada parroquia de una forma muy ceremonial y digna, aunque fuese a través de las verjas del recinto eclesiástico. Después se dirigió hacia el cementerio, cosa que yo no creía que fuera hacer pero para mi asombro así hizo. Bordeo la tapia derecha y entro por una portezuela por donde entran los empleados con total naturalidad. La seguí. Pero justo donde la vi darse golpes de pecho y clamar al cielo por el alma de su marido, cuando de repente una niebla empezó a formarse alrededor de ella y para mi incredulidad se parecía a una figura humana. Ella parecía que pedía perdón a la figura de niebla que allí se había formado. Saco una fusta y se golpeaba la espalda con ella. Yo me quede catatónico y el pánico empezó a apoderase de mí, !pero que ven mis ojos, por Dios!. Salí corriendo de aquel espectral espectáculo por la misma puerta que entré y tropecé con una vieja anciana que parecía adivinar el miedo en mi rostro-¿Qué ha venido a comprobar el fustigamiento con sus propios ojos?-como sabia esa señora lo que yo acababa de ver- algunos dicen que soy bruja, otros que hablo con los espíritus pero yo creo que veo donde ellos no pueden ver, nada más… le fue infiel al marido en repetidas ocasiones y su alma ahora no descansa en paz hasta que no reciba el perdón de él, por eso monta tanta parafernalia para traerle un ramo de flores cada día porque sabe que su alma acabara pudriéndose en el averno, junto con los demás infieles a la Verdad.
Todo aquello me sobrepasaba. Estaba a merced de los acontecimientos. El colmo fue la bruja que me encontré en la puerta y que sabía lo que yo hacia allí. Decidí olvidarme de la historia o moriría de un ataque al corazón. Por lo que a mi respecta, la señora Milagros sabrá como expiar sus pecados. De vez en cuando la veo por el barrio con su ramo de flores y un escalofrío me recorre el cuerpo. Mejor seguir con los libros de autoayuda.
La Pluma Negra.
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