jueves, 12 de diciembre de 2019

ALGÚN DÍA TODO ACABARÁ


Algún día todo acabará. Sí. Tengo la total certeza, del mismo modo que tengo la certeza de la existencia de Dios. Me faltan pruebas para demostrar que Él me acompaña, pero sí tengo la seguridad de que todo desaparecerá. Lo pequeño y lo grande. Lo de uno y lo de todos. El mundo desaparecerá y nos iremos como a una especie de limbo donde cabremos todos. Las almas son estrechas y ocupan poco sitio. El alma de cada uno convivirá con las almas ajenas en una confraternidad universal que nos hará felices y estaremos muy lejos de las penas terrestres.
Algún día todo acabará. Dejaremos de echar perlas a los cerdos como dice la Biblia. Es decir, dejaremos de dar afectos a personas que no se lo merecen, a seres que nos traicionan todos los días porque nos venden sentimientos caducados, porque nos regalan un alma sucia, embaucadora, que nos engaña continuamente. Aún muchos cerdos se rebelarán, no querrán aceptar su destino, pero el destino será inapelable. No hay apelación posible al final de todo. Las perlas las guardaremos para Dios, para los seres que se hayan salvado de la hecatombe, para las almas nobles que guardarán su amor para no desperdiciarlo como tantos otros hicieron en vida, en la llamada vida. Porque también habrá vida en ese limbo, una vida más hermosa y plena que nos hará realmente felices.
Algún todos los proyectos de golpe se irán al traste. Y todas las ambiciones. Y todas las obras que hicimos. Los libros dejarán de leerse. La televisión se acabará para siempre. Y dejará de funcionar el alma del núcleo de la Tierra. La Tierra desaparecerá y se olvidarán los viejos amores que tanto nos hicieron sufrir durante tanto tiempo. Sentiremos que no mereció la pena decir tantas veces te quiero a personas que nunca se dejaron ayudar por nadie por un orgullo mal entendido. Ya las personas fuertes podrán decir libremente que no sean despreciadas en los momentos en los que quieran ayudar a las personas que estén pasando por trances difíciles. Dios acogerá en su seno toda la maldad del Universo. Ni siquiera sé si habrá Universo. Ni siquiera sé si el artículo que escribo será leído por alguien antes de que el firmamento completo desaparezca.
Acabará la enfermedad. Todas las enfermedades serán pesadillas que ya no tendrán ningún sentido, ya no harán más daño a nadie. No existirá por ejemplo la esclerosis múltiple que hace tan dura la vida de mi hermana pequeña. Ni el cáncer. Ni el sida. Ni el Alzheimer. Ni el Parkinson. Ni el ictus. Ni el infarto de miocardio. Ni existirán los accidentes de tráfico que matan a tantas personas que sólo quieren pasárselo bien en algún sitio de vacaciones.
Yo rezaré una última oración en compañía de todos los muertos que serán mis inmediatos hermanos. 

Esos muertos serán las virtudes resucitadas que darán lustre a una nueva clase de eternidad, a un nuevo Universo pletórico de perfección que nos permitirá decir con entera libertad que estamos vivos, que nunca estuvimos tan vivos como cuando estemos muertos. La muerte será la vida. La resurrección habrá permitido la liberación de todas las almas esclavas que un día quisieron conquistar el mundo con el absolutismo y el engaño. Las almas pobres gritarán de horror ante el sufrimiento que se les viene encima. Y las almas nobles encontrarán por fin la paz que nunca tuvieron en vida. En la otra vida.
No es la muerte la que da sentido a la vida sino la vida la que da sentido a la muerte. Pero en este caso la muerte dará sentido a una nueva vida que existirá más allá de toda la realidad. Será una nueva dimensión que desconozco, que no alcanzo a comprender, que sólo intuyo cuando escribo este humilde artículo en mi viejo ordenador que ha tardado tanto en arrancar. La vida triunfará. Eso seguro. Y con la vida triunfaremos todos. Seremos guerreros vencedores de una enorme guerra llamada existencia. Y la existencia firmará el armisticio para garantizar su supervivencia más allá de todo espejo que refleje esperpénticamente la realidad. Ésta no será como es ahora. No tocaremos las cosas sino que éstas dejarán de estar por estar. Desaparecerán los paraísos, los paisajes, los lugares de vacaciones. La vida nueva será la vacación perfecta que durará toda la eternidad.
Algún día todo acabará. Y terminarán los divorcios. Y los hijos traumatizados. Y las parejas que colocan odio donde antes sólo hubo amor y parecía imposible que llegara la ruptura. Vendrá la ruptura con el mundo perfecto de Huxley. Lo clones viajarán por una dimensión desconocida hacia la infinita esfera donde habrá sitio para todos los que creyeron alguna vez en Dios y alguna vez rezaron un Padrenuestro o un Avemaría sincero. La religión no tendrá importancia, pero sí tendrán importancia la piedad y la comprensión. Las personas comprensivas ocuparán sitios de privilegio porque habrán aportado bondad durante muchos años a un mundo vencido por la permanente decepción de confiar en quienes no merecen la pena.
Algún día todo acabará. Y dejaremos de tener necesidades. La única necesidad será el Amor y éste estará garantizado por Dios que podrá demostrar finalmente que existía y que realmente tenía Amor para todos los seres humanos. Nadie se quejará de falta de afectos. Ahora abundan los mendigos de cariño, los seres que nunca recibieron ninguna demostración de simpatía sino sólo desprecio por una barba larga o un traje hecho jirones. Dios estará desnudo ante todos y todos se desnudarán como Él. Será el paraíso terrenal, la tierra soñada, la Ítaca tantas veces deseada en tantos sueños reales que encontrarán por fin su sentido.
Tendremos un nuevo mundo y éste nos proporcionará la felicidad necesaria para nunca precisar nada más excepto el Amor de Dios y el placer de estar junto a seres que son iguales como nosotros y que tienen la misma y única necesidad.
Éste es el nuevo mundo. Seremos felices de verdad y no ambicionaremos nada más excepto seguir como estamos.

Salud y suerte.

José Cuadrado Morales



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