martes, 15 de marzo de 2016
CRÍTICA DE CINE: CIEN AÑOS DE PERDÓN.
Se trata de una producción
española del año 2015 dirigida por Daniel Calparsoro, un director que se
prodiga poco pero que en casi todas sus películas ofrece siempre algo
interesante como por ejemplo en Salto al vacío. La violencia suele estar
presente en sus cintas, pero nunca de forma gratuita, sino plenamente
justificada por los diferentes contextos cinematográficos.
Entre los actores destacamos
a Rodrigo de la Serna ,
Luis Tosar, Raúl Arévalo y José Coronado. A estos tres últimos nunca les falta
el trabajo porque son eficaces y suelen realizar interpretaciones memorables.
Esta película no es menos.
Estamos ante un thriller con
elementos de espionaje, con la confusión que éste último suele traer a las
cintas y que queda al descubierto por las imágenes. Calparsoro juega
eficazmente con las reglas de ambos géneros cinematográficos y lo hace de una
manera precisa, ajustada, dura, seca.
La cinta dura 96 minutos,
tiempo en el que se cuenta perfectamente toda la trama y no se hace en absoluto
larga. El director cuenta lo que quiere en ese tiempo y está estupendamente
medido. La película no está recomendada para menores de 12 años.
El argumento se cuenta
brevemente de la siguiente manera: una mañana lluviosa seis hombres disfrazados
y armados asaltan la sede central de un banco en Valencia. Lo que parecía un
robo limpio y fácil pronto se complica y nada saldrá como estaba planeado,
aunque muchos se alegrarán de que sea así por el beneficio económico que
obtienen. Esto provoca desconfianza y enfrentamiento entre los dos líderes de
la banda: “El uruguayo” y “El gallego”. Pero la pregunta clave es qué buscan
exactamente los atracadores.
Los atracadores quieren
conseguir dinero, pero tienen la orden de los que los han contratado de robar
de las cajas de seguridad un vídeo de 1995 que contiene implicaciones en
delitos de un político valenciano.
La frase publicitaria de la
película es “¿Quién roba a quién?” El caso es que los atracadores acabarán
borrando el vídeo, no se sabe si por error o no, y se llevarán el dinero.
Escaparán por las alcantarillas que dan al metro de Valencia. La entrada del
banco está tomada por la policía.
Está muy bien fotografiada la
ciudad de Valencia lluviosa. Resulta muy bonita en pantalla. No para de llover
en toda la cinta, lo que le da un tono de cine negro adicional.
Con todo lo que está cayendo
en el Partido Popular de Valencia de casos de corrupción resulta lógico
preguntarse si el que se trata de temas oscuros de un político valenciano es casualidad
o es una crítica del director.
“El gallego” está muy bien
interpretado por Luis Tosar. “El uruguayo” lo está por Rodrigo de la Serna. Ambos realizan un duelo
interpretativo al mismo nivel.
El nombre de ficción del
político es Gonzalo Soriano, que no aparece en ningún momento. Podría ser, ya
digo, cualquiera de los actuales implicados del Partido Popular.
La orden de robar el vídeo la
da un tal Ferrán del CNI interpretado estupendamente por Raúl Arévalo, seco,
duro, inexpresivo.
Otro de los implicados es el
Coronel de la Guardia Civil
Morcillo interpretado muy bien como en él es habitual por José Coronado. Él
confiesa a Ferrán que no importa si han borrado los ladrones el vídeo porque
tiene copia de todas las corruptelas del político en un móvil y está dispuesto
si es preciso a difundirlo todo por internet y por los móviles. La trama
adquiere aquí un poco de confusión tipo película de espionaje del que he
hablado anteriormente.
Es, pues, una película de
plena actualidad. Todos hemos leído u oído cosas referentes al borrado de
discos duros de ordenadores del Partido Popular por ejemplo en el caso
Bárcenas, sobre el que se hizo una muy buena película interpretada por Pedro
Casablanc.
La producción en mayor medida
es de Mediaset, con la colaboración, entre otros, de Canal Plus, habituales
patrocinadores de cine, a los que hay que agradecer su apoyo al cine español.
El título de la película
tiene poco que ver con el contenido, salvo por una escena que lo justifica.
Resulta que uno de los ladrones se encapricha de una rehén y le regala dos
fajos de billetes de 500 euros. Ella en principio no quiere aceptarlos, pero el
atracador la convence con la popular frase: “Quien roba a un ladrón tiene…” Y
aquí entra el título como resto de la frase. Finalmente la chica cogerá el
dinero porque efectivamente es dinero de un ladrón y tiene cien años de perdón
por ello.
La cinta tiene un ritmo
vertiginoso y un montaje espléndido. Cuenta también con una fotografía
magnífica, algo que cuida mucho Calparsoro en sus cintas, normalmente oscuras.
Se fotografían muy bien las alcantarillas, el subterráneo del metro, etc… La
película adquiere por momentos tintes asfixiantes, claustrofóbicos cuando los
ladrones huyen por conductos muy estrechos.
La música acompaña muy bien a
las imágenes y es una de las protagonistas principales de la cinta.
Consideramos, pues, que la
película es buena y se merece tres de nuestras estrellas y recomendamos su
visionado.
Por poner un pero diremos que
hay un exceso de argentinismos, propio del hampa o del tipo de personas que
están cometiendo el atraco: voludo, pelotudo, la concha de tu madre, etc… Los
ladrones de otra nacionalidad distinta a la española, uruguaya o argentina, no
paran de repetirlos y se hace un poco pesado. Pero es un lunar sin importancia
en una de las mejores películas españoles que se han estrenado últimamente.
Daniel Calparsoro hace una
película buena con los ingredientes necesarios y con los medios suficientes a
los que saca un gran partido. En definitiva, una buena película que amplía la
temática del cine español. Salud y suerte.
Calificación:
José Cuadrado Morales
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