viernes, 8 de junio de 2012

LA DIGNIDAD

¿Qué es la dignidad? Es un concepto, una característica, una virtud difícil de definir, aunque todo el mundo habla de ella. Digamos que la dignidad es una suma de amor propio y un orgullo bien entendido. Es una mezcla de respeto a uno mismo y un sentido de la humildad positivo que nos permite ir por la vida con la cabeza bien alta.
El orgullo bien entendido es una forma de amor a uno mismo para decir al mundo que uno está en él para quererse, sin pretender que se convierta en un arma arrojadiza contra los demás. El orgullo nos protege de los negativos estímulos que continuamente acuden a desestabilizarnos y convertirnos en una piltrafa incapaz de hacer nada.
La dignidad es una virtud que nos permite la felicidad. Hablo de la dignidad individual. Nos permite ir por la vida con la cabeza bien alta, no diciendo aquí estoy yo, sino éste soy yo y no pretendo hacer daño a nadie con mi forma de ser, sino si es posible el bien a todo el mundo.
Hablo también de la dignidad colectiva, la dignidad como pueblo. Los países pecan mucho de falta de dignidad. Un ejemplo es ahora la crisis económica que está arrasando media Europa, dejando las arcas vacías y llenándolo todo de recortes muchos de ellos injustificados. Frente a ello surgen por ejemplo movimientos como el 15M que pretende preservar el orgullo como pueblo, siempre bien entendido. Este orgullo nos permite demostrar que estamos vivos, que no somos simplemente una clase pasiva expuesta a lo que los mandatarios quieran darnos. Es muy importante la dignidad social o colectiva para que seamos países verdaderamente libres que no se limitan a ir a las urnas cada cuatro años y durante esos cuatro años son masacrados por los poderes fácticos que nos impiden manifestar nuestra verdadera personalidad.
La dignidad es la defensa del yo frente al tú y al nosotros. Es un exquisito juego de pronombres. Yo soy yo y mis circunstancias, pero no pretendo con éstas causar daño a los demás sino integrarme en ellas como una sola unidad y ser feliz sin más importancia. El nosotros ya tiene su propia dignidad colectiva que se exterioriza en manifestaciones, en el asociacionismo o en otras formas de cultural social.
La dignidad es la protección fundamental del sentido básico de la supervivencia. Sin dignidad no se puede vivir o se lleva una vida arrastrada, de gusano. Sobrevivir consiste en vivir con dignidad. Decir yo soy yo con mis características y mi forma de ser y a nadie pretendo agredir con ellas, sino simplemente mostrarme como soy.
Para esto es fundamental la sinceridad. Con uno mismo y con los otros. La sinceridad es la clave de este entramado complejo. No se puede ser digno si no se es sincero. La sinceridad nos permite mostrarnos como somos frente a la hipocresía que abunda en el mundo de la alta política y en el universo privado de los bancos. Pero no hay que irse tan lejos ni tan alto. La sinceridad se manifiesta diariamente en la relación con los otros. Tenemos que mirar a los ojos a los demás y decir la verdad. ¿Y qué es la verdad? El alma propia, algo totalmente intransferible.
La verdad nos hace libres reza un eslogan muy habitual. Y es cierto. No podemos presentarnos ante los demás con hipocresía, mintiendo, mostrando caras que no son auténticamente las nuestras. Nos sentimos libres si exteriorizamos lo que somos, lo que nos diferencia de los otros, lo que nos permite decir bien alto que yo soy feliz porque nadie es yo excepto yo mismo.

Y este sentido de la individualidad bien entendido es lo que define verdaderamente a la dignidad. Nadie puede ejecutar mis acciones y ello nos convierte en seres libres, decisivos en todo cuanto nos pasa en la vida. Nadie puede hacer por nosotros nuestras tareas, desde las más rutinarias hasta las más prodigiosas.

La dignidad es el individuo hecho libre gracias a su capacidad de decisión. Es el individuo que no se aferra a lo que le mandan los demás, sino que defiende lo propio como causa y efecto de todos sus acontecimientos privados. Somos el rey de nuestro reino y en él no hay súbditos sino decisiones. Y estas decisiones resucitan diariamente nuestras debilidades para que sigamos siendo seres humanos que tienen fortaleza propia para caminar por un mundo cruel y duro como el que vivimos.

La dignidad es la protección de nuestra dignidad. No sólo tenemos que mostrarnos como somos sino proteger lo que somos. Sentir que lo nuest
ro es propio y defenderlo como propio. No utilizarlo como arma arrojadiza contra nadie, pero que nadie utilice sus poderes para oprimirnos porque entonces nuestra dignidad caducaría y la dignidad no debe tener fecha de caducidad. Siempre debe estar viva, presente en nosotros, en todos nuestros actos, incluso en los más irrisorios. La dignidad es nuestra forma de ser y sentir y mostrarnos en la vida cotidiana. Abandonar la dignidad es suprimir el corazón mismo de la existencia. Y no se puede morir en vida. Se muere sólo cuando la vida concluye. No podemos adelantar la muerte. Por eso el suicidio es la más atroz forma de exterminio de la dignidad como ataque frontal contra el amor propio.
Sobre la dignidad se podría seguir hablando mucho, pero no en los estrechos márgenes de un artículo. Creo que queda esbozada en éste que he escrito y que ha pretendido dar una idea muy general de la dignidad que debe tener todo ser humano. Que no os falte nunca la dignidad porque es como faltarle a uno la propia vida y una forma de convertirnos en guiñapos sin derecho a la vida. Sinceramente: feliz dignidad.

José Cuadrado Morales

2 comentarios:

Anónimo dijo...

José que bien y que clarito escribes. LLevas toda la razón del mundo en lo que has escrito. ¡FELICIDADES!

Carlos Qunitana dijo...

Gracias José por sacar de tí tu dignidad para relatar este artículo que te sugerí como tema a desarrollar y meditar.
Los tiempos que corren se encargan de menospreciar, manipular o aniquilar una de las virtudes intrínseca del ser humano, el amor propio para defender nuestros sentimientos, sumergido hoy en un mar de hipocresía y sumisión a un sistema cargado de crueldad y sin respeto a la persona