El sábado lo dediqué a faenas domésticas y les puse
mucho entusiasmo teniendo en cuenta que padecía una molesta lumbalgia. No voy a
repetir las faenas. Concluí el día viendo el partido de España-Costa Rica que
solventó el equipo español por 5-0.
El domingo no empezó mal. A las 5.30 como todos los
días. Llegué bien al mediodía. Vi una película: Expediente Anwar. Después de
eso la ansiedad empezó a jugar conmigo hasta el punto de que cené temprano y me
metí en la cama sobre las 20.30. Consecuencia: me he levantado a la 1.46 y a
las 3 de la madrugada ya estaba en la calle, muerto de frío por habérseme
olvidado el chaquetón.
Pero todo no va a ser negativo: he reflexionado
sobre mi artículo de hoy y he matado un poco el frío. Yo lo mato pensando en
lugar, por ejemplo, de bebiendo anís.
Me acuerdo de cuando yo tenía 7 años y fui por
primera vez a un neuropsiquiatra. Desde entonces aquí he sido objeto de
numeroso tipo de terapias. Innumerables. No hace mucho cumplí los 56, pues
podéis haceros una idea de la cantidad de terapias por las que he pasado.
La primera terapia la hice con el neuropsiquiatra.
Era terapia individual. Hablábamos los dos y ya está. Hablaba sobre todo él
porque yo con 7 años poco podía decir sobre lo que me pasaba porque ni siquiera
sabía realmente lo que me pasaba. El neuropsiquiatra recuerdo que hablaba mucho
y me confundía. Era más grande mi temor que otra cosa. Estaba aterrorizado.
Menos mal que no me mandaron pastillas tan pequeño.
Desde entonces he practicado numerosas veces la
terapia individual, con desigual éxito. Recuerdo que una de las peores
experiencias fue en la Cruz Roja
de la Avenida
de la Cruz Roja
con un psiquiatra de cuyo nombre no quiero acordarme. Yo estaba también
asustado. Hablaba poco. Tan poco que llegó el momento en que dejé de hablar y
el psiquiatra me amenazó con dejar la terapia si no hablaba. Entonces empleó el
truco de callarse la boca a ver si así hablaba yo. Y consiguió que la terapia fuera
dos personas frente a frente mirándose sin decir ni pío. Naturalmente la
terapia terminó. Fue una experiencia muy desagradable que aumentó mi
escepticismo sobre el tema de las terapias psicológicas o psiquiátricas.
He practicado también las terapias de grupo en
varias ocasiones también con desigual éxito. Recuerdo que la peor experiencia
de esta terapia fue una vez que estuve en un grupo donde estuve tres sesiones
seguidas sin hablar y me expulsaron. No hubo advertencia previa. Simplemente
incumplí la norma y me echaron. Recuerdo ahora que en esa terapia estaba un
famoso entrenador de fútbol al que no hago referencia por la confidencialidad
que hay que tener.
Otra vez estuve en un grupo donde conocí a una
chica que se hizo amiga de mi ex mujer y acabaron hablando de todas las cosas
que yo contaba en el grupo. Fue una jugada muy sucia y la relación con la chica
de la terapia acabó y es actualmente amiga de mi ex. Vendieron mis secretos de
confesión y aún no sé por qué. Perjudicó mi pareja y aumentó mi desconfianza
hacia la terapia de grupo.
Después sí estuve en una terapia de grupo buena
donde me encontré muy a gusto. Había confidencialidad que sólo se saltó una
persona una vez. Estuve un año entero y me explayé bastante en el grupo. Pero
no era suficiente. Yo no avanzaba en la solución de mis problemas: el trastorno
de ansiedad generalizada y el trastorno obsesivo compulsivo. ¿Fallaba yo?
¿Fallaban los psiquiatras? ¿Fallábamos todos? El caso es que yo llevaba desde
los 7 años entre psiquiatras, encadenado a las preguntas y a los tests, a las
terapias y no progresaba nada en mis enfermedades.
Recuerdo otra terapia curiosa: la terapia
bioenergética. Una terapia que pretendía utilizar la energía del propio cuerpo
para superar los problemas psicológicos. Hace mucho tiempo ya porque fue en una
entidad privada a la que pagaba 500 pesetas por sesión.
No me fue mal con la terapia. Creo que yo fallaba
un poco porque no entendía muy bien en qué consistía. Supongo que en eso
también fallaba el psicoterapeuta al no hacer entender bien en qué consistía
aquello. Recuerdo que le dediqué un poema en uno de mis libros titulado “Ésta
es mi palabra silenciosa”. No obstante en este artículo no citaré su nombre
siguiendo mi costumbre de la confidencialidad.
Podría citar más terapias. Pero todas dieron el
mismo resultado: un Pepe con los mismos problemas de ansiedad y de obsesión. No
había evolución. No prosperaba en absoluto. Me ayudaban las medicinas a
eliminar síntomas de la enfermedad pero no la enfermedad.
Actualmente estoy utilizando dos terapias
combinadas sin problema. La primera es de cosecha propia digamos: es una
terapia basada en todos los conocimientos que he ido adquiriendo en las
distintas terapias que he tenido y en los conocimientos de un libro sobre el
tratamiento psicológico del trastorno obsesivo compulsivo. Básicamente
psicología cognitiva.
Yo lo resumo muy brevemente: “Autoestima,
flexibilidad; optimismo, positividad; seguridad, sin miedo; con amor propio,
voluntad y dignidad”. Y por encima de todo una frase fundamental: “No todo debe
ser perfecto”. Lo fundamental es esto último: si me considero a mí mismo un ser
perfectible tengo derecho, todo el derecho del mundo, a cometer errores, a ser
falible. Infalible sólo es el Papa, que es algo discutible (y yo soy
cristiano). Por ser falible tengo derecho a equivocarme y tengo que disculparme
a mí mismo muchas veces al día seguramente para poder vivir con menos angustia
y menos ansiedad.
Tengo mucha rigidez conmigo mismo y debo
disculparme para poder tirar adelante. La rigidez supone un sufrimiento
infinito porque no me dejo pasar ni una. Y eso no puede ser: como decía Charles
Chaplin, algo así como “no quiero renunciar al inmenso placer de equivocarme”.
Pues ésa es la base de mi terapia. Cosecha propia.
Y por otra parte estoy haciendo desde hace un mes
aproximadamente una terapia en la
Ura dirigida por dos monitores que me la propusieron y me
pareció muy bien tal y como me la explicaron. Se llama Repyflec. El título
suena un poco raro, pero enseguida se entiende traduciendo las siglas:
Resolución de Problemas y Flexibilidad Cognitiva.
La verdad es que la traducción de las siglas
convierte a la terapia en algo muy interesante de entrada. Se trata de resolver
problemas y de hacerlo con flexibilidad. Me recuerda a mi propia terapia cuando
digo “autoestima y flexibilidad”. Si no se aplica la flexibilidad la comisión
de errores es horrible porque uno es incapaz de perdonarse a sí mismo. Me
pareció muy interesante cuando me plantearon la terapia que llevara la palabra
flexibilidad en su enunciado.
Pasados a la práctica, la terapia Repyflec es muy
interesante. Se trata de afrontar los problemas cotidianos de la vida y hacerlo
con naturalidad, con sencillez, con la simplificación necesaria para llegar a
una solución que sea la más apropiada posible. Y hacerlo de forma sencilla para
que no nos convirtamos en seres perfectos que es algo absolutamente imposible.
Hacemos ejercicios escritos, se llaman de cancelación, y consisten en recordar, señalar y contar una serie de estímulos.
Es un aspecto lúdico entre otras cosas de la terapia. Se plantean situaciones
de la vida cotidiana y se proponen en equipos en resolverlos para llegar al
mejor final posible. Las posibles soluciones a un problema se escriben
normalmente en una pizarra hasta que se van desechando soluciones hasta
quedarnos con una solución única que sea la mejor posible. El proceso de
elaboración es lento pero eficaz. Aprendemos así a afrontar la vida cotidiana.
De eso se trata el trastorno obsesivo compulsivo: de tomarse las cosas muy a
pecho y llevarlo todo a la exasperación. La terapia Repyflec pretende quitarle
a los problemas la trascendencia innecesaria que solemos aplicar los obsesos
compulsivos. No digamos los que padecemos ansiedad: ante la más mínima
situación ya estamos con el grito en el cielo. La cuestión consiste en pararse,
meditar, ver las soluciones y aplicar la más correcta. Algo muy sencillo en su
planteamiento pero difícil en su ejecución.
Yo cito con frecuencia una frase mía que dice: “Lo
sencillo es difícil porque es sencillo”. Eso aplicado a la terapia Repyflec nos
lleva a interpretarla como algo que es sencillo de aplicar pero que no resulta
tan sencillo, pero que hay que hacerlo forzosamente para que resulte sencillo.
Es un trabalenguas, pero es en lo que consiste la terapia.
Los profesionales que le dirigen (una enfermera y un terapeuta ocupacional) plantean situaciones sacadas de
la vida cotidiana, que se nos pueden presentar a cualquiera de nosotros. Hay
que afrontarlas con decisión y espíritu de superación y hacerlo con una
aparente sencillez por lo que he dicho antes de que lo sencillo es difícil
porque es sencillo.
Los compañeros son francamente agradables y da
gusto hacer la terapia. Queda ver la eficacia, pero eso se verá a largo plazo
porque dura un año entero. Un año tiene muchas semanas y son dos sesiones
semanales: los miércoles flexibilidad cognitiva de 11.45 a 12.30 y los viernes
resolución de problemas de 12 a
13. Todo un lujo si se hiciera la terapia por la vía privada. Costaría una
pasta. Afortunadamente es gratuita por la Seguridad Social
y tenemos que valorarla porque se nos da la oportunidad de hacer una terapia
que presenta muchos más puntos positivos que negativos. Y se nos ofrece
gratuitamente, lo cual es de agradecer.
Yo a veces he hecho terapias pagadas y mis padres
sufrían las consecuencias económicas de ellas. Ahora con la terapia Repyflec
puedo hacer una terapia en principio más que interesante de forma gratuita por
completo, lo cual agradezco desde este blog inmensamente. Quiero que quede
constancia hacia los dos profesonales que dan la terapia por habérmela ofrecido
porque yo creo que me puede resultar muy eficaz porque está en la línea de la
terapia particular que yo ya estaba haciendo.
La terapia Repyflec al parecer es hija de una
psicóloga (Aida Ferreny), no sé si cognitiva, pero la terapia tiene mucho de psicología
cognitiva, con la que estoy muy familiarizado porque ya la he hecho alguna vez
con distintos profesionales y la aplico diariamente en mi vida de cada día.
Desde aquí defiendo la terapia Repyflec como una
terapia novedosa por un lado pero tradicional por otro porque tiene mucho de
psicología cognitiva que me parece de las mejores psicologías para resolver los
problemas que se le presentan a las personas con trastornos obseso compulsivos
como es mi caso. Imagino que por eso me la han ofrecido.
Doy las gracias y procuraré entregarme a ella
cuanto me sea posible porque sin implicación no hay forma de que una terapia
funcione como es debido. La labor de los monitores es muy importante, pero si
uno no pone de su parte difícilmente se conseguirán los resultados apetecidos.
Tengo mucha confianza en la terapia Repyflec. Con
ilusión espero los miércoles y los viernes. Y me alegra también porque no iba
yo tan mal encaminado en la terapia que yo mismo me inventé para superar mi
TOC. Sólo puedo esperar lo mejor porque lo peor ya lo tengo con tantos problemas
como me ha generado mi TOC. Así que aplicando mi propia teoría tengo que
aceptar la Repyflec
con optimismo y positividad. Así sea. Salud y suerte.
José Cuadrado
Morales