En la trayectoria taurina de Juan
Belmonte, hubo una tarde, que quizás saboreen más aquellos que no estuvieron en
esa corrida, que aquéllos, que aún viéndolo, no eran conscientes de la
profundidad, contundencia, impacto e influencia que produjo aquello.
Para los que estuvieron allí, su
respuesta al ver al torero aquella tarde, su respuesta inicial y tendente sería
jalear, casi mecánicamente ya, la faena; pero… ¿por qué empezaron a enmudecer
los Olés? ¿Por qué se calló el personal ¿ Porque estaban viendo algo nuevo,
grandioso, nunca visto antes , y eso es la QUIETUD .
La Quietud es el esqueleto del toreo; sin
ella, éste se difuminaría, se derrumbaría por falta de verdad, de entrega.. y
sin embargo, estarse quieto ante el toro es antinatural para la mente del ser
humano; lo instintivo es huir, esconderse, pero ¿quieto? . Es la victoria de la
voluntad sobre el miedo y el instinto de supervivencia. Belmonte se adentra en
un mundo inquietante… ¡ La exposición, pura y dura, de la vida ante la muerte
cada tarde, de forma explícita, desnuda… ¡ Y como él lo hizo, los que vendrían
detrás tendrían que hacerlo también, y MEJORARLO, técnica o artísticamente¡
He aquí la gran aportación Juan Belmonte: el sometimiento y dominio del
toro mediante una mezcla de sabiduría técnica de las condiciones del toro, y
sobre todo, la quietud, consecuencia de la voluntad del maestro de llegar más
allá de lo razonable.
Antes se decía: o te quitas o te
quita el toro. Después se empezó a
decir : ni me quito yo, ni me quita el toro.
Diego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario