Los
lectores habituales sabrán que he escrito artículos dedicados a mi padre, a mi
madre y a mi hijo, es decir, personas que de una u otra forma son importantes
en mi vida. Ahora le toca el turno a mis hermanas, las personas más importantes
e influyentes sobre mí tras el fallecimiento de mis padres: mi padre en 1992 y
mi madre en 2009.
Tengo
dos hermanas, una mayor que yo y otra menor. Con la mayor me llevo poco tiempo.
Mis padres querían cumplir con el tópico de tener la parejita y nos “buscaron”
muy pronto y lo consiguieron. Ya mi hermana pequeña llegó un puñadito de años
después, prácticamente de “penalty”, pero que fue muy bien recibida por todos.
Era como un juguete para mi hermana mayor y yo. Y fue una ilusión que
revitalizó la relación entre mis padres, quienes estuvieron siempre unidos
hasta el fallecimiento de mi padre a una edad demasiado temprana: sólo 61 años.
Mi
hermana mayor y yo teníamos una enorme complicidad cuando éramos pequeños.
Jugábamos mucho, a cosas que hoy han desaparecido prácticamente en la era de
las maquinitas, los videojuegos y demás. Pues yo recuerdo con alegría los años
de niño cuando jugábamos en las calles y no metidos en casa con una consola,
practicando básicamente el sedentarismo. Recuerdo juegos como la piola, al
cielo voy, la gallinita ciega, las canicas, la lima, las carreras, el fútbol en
cualquier sitio, etc…
Mis amigos y yo éramos muy felices. Con mi hermana jugaba a muchos juegos de mesa como el parchís, la oca, el ajedrez, etc… Salíamos también de casa para pasear y charlar mientras lo hacíamos. Eran otros tiempos, no digo ni mejores ni peores que estos. Pero yo me sentía más feliz que ahora y en general recuerdo más felices a los niños de entonces que a los niños de ahora. No sé hasta qué punto mi percepción de la realidad se corresponde con lo que en verdad es.
Mis amigos y yo éramos muy felices. Con mi hermana jugaba a muchos juegos de mesa como el parchís, la oca, el ajedrez, etc… Salíamos también de casa para pasear y charlar mientras lo hacíamos. Eran otros tiempos, no digo ni mejores ni peores que estos. Pero yo me sentía más feliz que ahora y en general recuerdo más felices a los niños de entonces que a los niños de ahora. No sé hasta qué punto mi percepción de la realidad se corresponde con lo que en verdad es.
Cuando
llegó el momento yo daba clases a mi hermana mayor, a la que no se le daban muy
bien los estudios, entre otras cosas porque no le gustaba mucho el mundo de los
libros, porque capacidad tenía para estudiar como yo se lo demostré. Únicamente
no le daba clases de francés porque yo estudiaba inglés. Era lo usual en la
época: las niñas para el francés y los niños para el inglés. Saqué mucho
rendimiento de mi hermana mayor y sacó adelante el Bachillerato, con muchos
altibajos, pero lo sacó. Después también le daría clases a mi hermana pequeña.
Quería que se sacara por lo menos el Bachillerato para que tuviera la
oportunidad de conseguir un buen trabajo o aspirar a sacarse unas oposiciones
para un puesto en la Administración.
Nunca me ha gustado el calificativo de empollón, pero a mí me
gustaba estudiar. Yo disfrutaba con el estudio, afición que no conseguí nunca
transmitir a mis hermanas, por eso tiene más mérito que ambas sacaran adelante
el Bachillerato, aunque por los trabajos que tuvieron después poco les sirvió,
pero al menos consiguieron una buena cultura general que es muy importante bajo
mi punto de vista.
Mis
dos hermanas tienen el estigma de la enfermedad, cada una la suya, aunque coinciden
en estar malas de los nervios. La mayor sufrió un divorcio bastante traumático
y eso la ha marcado para siempre. La menor tiene sobre todo depresión
relacionada con su enfermedad principal. Mi hermana mayor padece de problemas
de estómago, fibromialgia y distonía neurovegetativa, que es como una especie
de muerte en vida según su médico, uno de sus médicos. También es cierto que se
queja mucho porque yo tambien estoy mal y no me quejo nada. Supongo que son
diferentes formas de ser y ya está. La menor tiene sobre todo una enfermedad
neurodegenerativa de la que ya hablé en un artículo reciente que la va postrando
cada vez más. Pronto tendrá que hacer uso de la silla de ruedas que ya le
recetó el médico. La han operado 21 veces de cosas relacionadas directa o
indirectamente con su enfermedad. Toma un medicamento intravenoso llamado
Trisavi, que es como su alimento para poder seguir viviendo. Ha tenido muy mala
suerte porque ha trabajado mucho y ahora se ve impedida. Lo siento sinceramente
mucho.
Ambas
están casadas. La mayor, superado o no su divorcio, se casó de segunda. La
menor es la que ha tenido más suerte porque lleva 28 años casada desde 1988. Yo
estoy divorciado y de momento no he rehecho mi vida o la he rehecho viviendo
solo, teniendo relaciones esporádicas y ya está. Llega un momento en que la
soledad se convierte en una especie de vicio que no se puede abandonar. No me
quejo. Estoy bien solo, aunque de vez en cuando echo de menos a alguna persona,
pero también veo las ventajas de estar solo.
Ambas
hermanas tienen problemas económicos. Son pensionistas debido a sus
enfermedades. Y no son pensiones muy elevadas. Tampoco mi pensión es alta, pero
vivo y no me quejo. La verdad es que he aprendido a no quejarme y los que
conocen mis artículos saben que odio el victimismo y la queja tiene muchas
veces bastante que ver con él. Quejarse puede llegar a convertirse en un vicio
bastante gordo.
Ambas
han tenido una vida laboral. La mayor trabajó en una tienda de ropa, pero
sufrió acoso laboral y tuvo que dejarla y encontró plaza en Induyco, Industrias
y Confecciones de El Corte Inglés. Allí trabajaba a destajo y estuvo muchos
años. Creo que fue allí donde enfermó. La pequeña tenía un negocio privado, una
tienda que la ha llevado a la ruina. Ha tenido que vender su casa para pagar
las deudas e irse a vivir de alquiler. La tienda la tenía en las 3000 viviendas
y allí le dejaron a deber un montón de dinero. Ella lo sabía y se lo
advertimos, pero no quiso hacerle caso a nadie. Ahora está pagado las
consecuencias de su mala cabeza y su peor gestión.
Después
de sus problemas laborales van saliendo adelante como pueden. Yo las ayudo
anímica y económicamente según mis posibilidades, que no son muchas porque ya
he dicho que mi pensión es bastante baja. Estoy lejos de ser mileurista. Ya
quisiera yo se mileurista y no quejarme tanto como se quejan los que lo son.
Mi
hermana mayor tiene una hija que se ha independizado muy pronto y se ha ido a
vivir con el novio sin papeles por en medio. Esto la tiene bastante amargada porque
querría que las cosas las hubiera hecho de otra manera. Mi hermana pequeña por
su parte tiene dos hijos, una chica que también vive con el novio con el que
piensa casarse el 20 de mayo del año próximo. Tiene otro hijo que vive con
ella. Quiere ser biólogo. Siempre está liado con el mundo de los bichos y
demás. Es muy trabajador y un excelente estudiante.
Mi
hermana mayor vive cerca de mí, lo que posibilita un contacto más frecuente.
Voy todos los viernes a almorzar a su casa. Me atiende muy bien. La pequeña
vive en Pilas, por lo que hay que desplazarse unos kilómetros y la veo menos.
Ella también viene a verme a mí. Tengo mejor relación con la pequeña que con la
mayor, pero las dos relaciones las considero buenas.
Ambas
me ayudan mucho en mi carrera de escritor, dándome ánimos y vendiéndome libros
cuando llega el momento. Siempre están ahí y aparecen cuando las necesito.
Tenemos
buena sintonía. Hablamos todos los días. Soy yo quien las llama. Soy el que
vive solo. Quizás por eso tenga la iniciativa de llamarlas. Estamos muy unidos
desde la muerte de nuestros padres, sobre todo la de mi madre, que fue una
muerte muy lenta que afectó a los tres hermanos de manera especial a los
nervios. Mi madre murió lentamente de Alzheimer. La enfermedad la fue consumiendo
lentamente y acabó con ella en su último aliento. Mi madre era una luchadora
empedernida, pero la enfermedad la derrotó. Borró su memoria. La convirtió en
un vegetal. No quedó nada de la mujer voluntariosa que siempre había sido. Esto
nos afectó bastante y de ahí la unión que ahora tenemos.
En
fin: bastan estas pinceladas para saber cómo son mis hermanas y cómo es nuestra
relación. Muchas cosas se podían cambiar, pero eso es difícil que ocurra, entre
otras razones porque las enfermedades están muy arraigadas y los tres tenemos
los nervios en bastante mal estado, aunque de manera y por motivos muy
diferentes. Pero lo importante es que sabemos que estamos en el mundo y nos
tenemos y eso es lo más importante. Éste es mi artículo último antes de las vacaciones.
Queda una crítica de cine que haré la semana que viene y ya me despediré hasta
septiembre. Llegaré con nuevos temas y nuevas inquietudes, y espero no faltar
nunca a esta cita semanal con los lectores. Salud y suerte.
José Cuadrado Morales
Nos ha gustado mucho tu escrito. Es muy importante mantener la relación con la familia, te sientes mas poyado. Cuida a tus hermanas y disfrútalas. un saludo
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