Dice la tradición , que a este
viejo soldado portugués, se le apareció un día un niño con una cruz y una
granada en cada mano, siendo interpretado esto como que su cruz estaría en
Granada. Y así, buceando en las profundidades de la miseria, la mendicidad, la
locura o el tormento, dio en caer en uno de los manicomios de la época, tomando
conciencia de cómo eran estos centros. Lo que más le impactó fue la falta de
higiene, los métodos agresivos de curación (trepanación del cráneo, sangrías),
o el barullo en las mismas salas de personas con distintas enfermedades.
Seguramente, fruto de estas
experiencias sufridas y vividas, adoptó para El y para los que le siguieron el
lema “Por los cuerpos a las Almas”… curar el Alma, sí, pero previo curar al
enfermo, al afligido, o dar de comer o beber al que lo necesite.
Tendría yo unos nueve años,
cuando llegó a mi colegio, en mi pueblo, un fraile alto, canoso, que consensuó
con el maestro una selección de alumnos que irían a estudiar al colegio
apostólico de San Juan de Dios en Córdoba.
Yo fui uno de ellos; me acuerdo
prácticamente de todos los Hermanos, como el Hermano Ángel, soriano, que tenía
un gran reloj de pulsera, que sobresalía de su mano izquierda; el Hermano
Miguel, de Arahal, físicamente enjuto, con una gran nuez, encargado del coro
del colegio; El Hermano Sáenz de Tejada, grande por fuera y por dentro; El
hermano Francisco Cala Cordero, encargado de las competiciones deportivas, o el
Hermano Julián López, quien, según él contaba, era atractivo por detrás, pues
tenía un buen cuerpo… pero por delante, era chato, perdiendo parte de su
encanto. Con el recuerdo de estos hermanos, quiero hacer mi pequeño homenaje
extensivo a todos los que están repartidos por el mundo en función misionera.
¿Qué explicación tenía (ya no
existe) la existencia de este colegio? Despertar, en quien lo tenía latente,
una vocación religiosa, al servicio de los más necesitados, pero sin imponer
ninguna directriz, solamente mediante el conocimiento, la enseñanza, la
meditación o la oración.
Diego de la Algaba.
Estimado Diego: yo estudié también en un colegio de curas y guardo un grato recuerdo de esta experiencia. Los curas jamás me impusieron nada, simplemente enseñaban la religión católica y todo lo relacionado con ella y nada más. Recuerdo con nostalgia aquellos años duros y difíciles, pero en los que había más felicidad de la que existe ahora. No es nostalgia simplemente. Es una sensación más profunda difícil de explicar. Buenas las descripciones de los curas y bien la exposición general del tema. Enhorabuena. Tu amigo José Cuadrado.
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