La noche
hace ya rato que ha caído y en invierno es noche cerrada desde bien temprano.
Hace frío y los transeúntes corren por las aceras hacia sus casas para resguardarse
del mal tiempo. El viento que se ha levantado a eso de las seis y media hiela
los rostros y se mete entre la ropas de abrigo, no es día para pasarlo a la intemperie.
En un banco de un parque, sentado junto a su litrona recién comprada en la panadería
esta Él, bebiendo tragos de cerveza a pesar de que el clima no le acompaña. No
le acompaña tampoco la luz del sol, como tampoco lo hace la edad, tiene ya
treinta y cuatro años, ya no es un chaval de dieciséis que queda con los amigos
para beberse un litro, porque tampoco le acompaña nadie, esta solo, pero aunque
el no quiera admitirlo, lo único que le hace compañía es su enfermedad, el
alcoholismo.
Bebe en un
banco, a pesar de ser invierno y de estar pasando frío porque no tiene dinero
para beber en un bar y él necesita beber. Como no puede permitírselo bebe
tirado en la calle. Esto lo aprendió cuando estuvo viviendo así, como un
mendigo, en la misma calle, lugar al que llegó porque no supo guiar su vida por
culpa del alcohol. Lugar al que llegará como no ponga pies en pared. Otra vez
esta bebiendo. Dice que no se puede resistir. Que cuando le entran ganas de
beber son unas ganas irreprimibles y no consigue eliminarlas con nada. Se esta
jugando su futuro porque Él vive en una casa de acogida para personas con
problemas de Salud Mental y ya están cansados de que beba. Pero esto no parece
hacerle reaccionar. Ni esto ni nada. Parece que Él no ha tocado fondo. No es
consciente de que tiene un problema de adicción, de que es un adicto y hasta
que esto no lo tenga claro, no hay nada que hacer.
Cuenta el
dinero que tiene en el bolsillo para saber cuanto le queda. Al empezar a beber tenía
cinco euros, ha comprado una cerveza de uno cuarenta. Ahora puede comprar otra
del mismo precio y luego puede comprar dos más de uno veinticinco con treinta céntimos
que tenía sueltos en el bolsillo, total cuatro litros. Siempre está haciendo
cabalas para saber cuanto puede beber más. Tiene que conseguir beber lo máximo
posible con la cantidad de dinero menor. Cuando estaba en la calle compraba las
cervezas en los supermecados. Estaban calientes pero eran más baratas. También bebía
vino de cartón pero eso era menos, a él lo que le gusta es la cerveza y los
cubatas de whisky pero estos son caros
Una de los
interrogantes que debe plantearse Él para saber que va a ser de su vida, es
preguntarse si a pesar del frío, de la soledad, y el desarraigo le merece la pena seguir bebiendo. PRIMERA PREGUNTA: ¿Soy un alcohólico?
Pedro.
Excelente relato Pedro. Describes la situación tan bien que bien podría ser una vivencia personal. Te felicito por el articulo.
ResponderEliminarPor cierto, yo estuve 8 meses en Reto así que me sentí identificada con la serie de relatos sobre tu estancia en un centro evangélico. Rosa
Qué gran escrito, Pedro. Muy bien escrito, nos ha llegado muy dentro. Alguno de nosotros ha tenido problemas con el alcohol. Qué difícil responder a tu pregunta: "¿merece la pena...?" sabemos que no. pero hay que creerselo...
ResponderEliminarBravo, Pedro. Sabemos que el alcohol no es un buen bastón en el que apoyarse.
ResponderEliminarLo importante es que llegue el mensaje, y uno, desde su humilde posición, si puede hacer reaccionar a otro o hacerle ver que lo que le ha pasado le puede pasar a cualquiera y él no es el único, es que el medio a través del cual nos comunicamos, es valido. Gracias por leerme y dejarme vuestros comentarios. esto me anima a seguir haciendo lo que me gusta.
ResponderEliminarLas adicciones son horrorosas . La mia es la del tabaco y es casi imposible quitarme . Es la pescadilla que se muerde la cola , ya sabes. Lo que pasa es que algunos vicios son peores que otros . Lo que te deseo es lo mejor. YFC
ResponderEliminarEstimado amigo Pedro: yo también tuve problemas con el alcohol en una difícil época de mi vida. Yo bebía sobre todo cognac y anís. Bebía hasta que me mareaba. Hasta que llegó un día que fue como un milagro: era un 14 de febrero de un año que no recuerdo en el que dije basta. Tomaría la última copa y después dejaría de beber definitivamente. Y así ha sido desde entonces. Muchas veces creemos que no tenemos la capacidad suficiente para afrontar nuestros problemas, esas preguntas que nos hacemos sobre las cosas que son protagonistas en nuestra vida como puede ser, como es el caso, el alcohol. Pero somos más fuertes de lo que creemos y tenemos que seguir adelante siempre. Yo he salido adelante sin alcohol. No lo necesito. Brindo con agua o refresco o champán sin alcohol cuando llega el momento. Y soy feliz así. Cuídate mucho y gracias por compartir tus experiencias con nosotros. Ánimo. José Cuadrado.
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