La muerte es una obligación. Siempre me ha llamado
la atención el título de la película Nacer para morir. No es que nazcamos sólo
para eso porque entre una cosa y otra tenemos mucho por hacer, entre otras
cosas sobrevivir. Ésa es la clave de todo: la supervivencia. Desde ésta
llegamos a un respeto a la vida y a una superación de la multitud de
dificultades que se nos presentan durante el tiempo que estamos sobre la Tierra. Es difícil a veces
mantenerse con vida porque esas dificultades pueden llegar a ser extremas, pero
hay que tener el valor suficiente para superarlas y tirar para adelante por esa
seguridad que tenemos de que la muerte tarde o temprano nos alcanzará.
Vienen estas reflexiones a cuento del artículo que
escribí recientemente sobre La muerte de un amigo, del que estoy obligado a
hacer la segunda parte porque cuando escribí el primer artículo desconocía la
causa de la muerte de mi amigo. Ahora la sé: se suicidó. Es decir: adelantó el
tiempo de vida que le quedaba hasta la muerte. No esperó a que le llegara su
turno en la larga lista negra de la desaparición. No tuvo el valor suficiente
para resistir antes de que la muerte le alcanzara.
El conocimiento del suicidio de mi amigo me genera
aún más impotencia porque no pude ayudarle a evitar la tragedia. Me siento mal
por no haber podido quitarle de la cabeza esas ideas suicidas que desconocía,
así que yo no me siento responsable en absoluto de ningún trocito de su muerte.
Sólo puedo reñirle cariñosamente desde estas páginas por haberse quitado la
vida, por haberle hecho a la muerte el favor de alcanzarlo antes de tiempo.
Imagino la soledad del suicida, la terrible soledad
del suicida. No sé dónde lo hizo ni cómo lo hizo. Sólo sé que lo hizo y que estaba solo, demasiado solo para poder
compartir sus carencias y necesidades, sus riesgos y perdiciones.
Recuerdo siempre lo que un psiquiatra le dijo a una
amiga mía y que provocó su enfado: “Es normal que las personas que padecen de
nervios piensen en el suicidio”. Era también mi psiquiatra y estoy de acuerdo
con él. Que levante la mano el enfermo de nervios que no haya pensado alguna
vez en el suicidio. Y los no enfermos de nervios también habrán pensado en el suicidio en momentos de debilidad, de
extremo agobio, de profunda depresión transitoria. Mi amiga se enfadó, pero con
su comportamiento le daba la razón al psiquiatra porque no paraba de pensar en
el suicidio. Afortunadamente nunca lo ha intentado, entre otras cosas porque ha
sabido compartir sus ideas suicidas con sus amigos como es mi caso.
Yo nunca he intentado suicidarme, pero sí lo he
pensado como única vía para salir del infierno de la enfermedad mental. A veces
es horroroso. Se cae en un bajón tremendo y se piensa en el suicidio como
salida exclusiva al agobio terrible que te aplasta. Pero nunca lo he intentado.
Si lo hubiera intentado lo habría conseguido porque yo no creo en los suicidas
frustrados. El que quiere suicidarse lo hace de verdad, no para llamar la
atención, aunque hay quienes simulan el suicidio para conseguir atención o
afectos que no se pueden conseguir de otra manera. Pero el verdadero suicida
calcula milimétricamente su muerte sin dejar ningún cabo suelto. Eso ha hecho
mi amigo, aunque desconozco cómo se ha quitado la vida. Sinceramente me da
igual el método que haya elegido porque lo importante ya lo ha conseguido: ya
mi amigo no está entre nosotros y ya no volverá a sentarse como dije en mi
artículo anterior en la misma silla de la sala de espera donde se sentaba y no
volverá a darme su mano sudorosa nunca más. Son hechos absolutos, culminados,
definitivos.
Para los que creemos en Dios el suicidio es un
pecado. Lo recoge la Biblia. No
hay más que leer los Evangelios. La vida nos es dada y nos es quitada, pero no
tenemos derecho a quitárnosla porque es el bien más preciado de todos. Estoy
profundamente indignado con mi amigo por haber tomado esa decisión. Yo he
pasado muchos momentos duros en mi vida en los que también podría haber tirado
por la calle de en medio y desaparecer sin más. Es demasiado fácil provocar el
exterminio de uno mismo. Lo difícil es resistir, aguantar, soportar los
obstáculos que la propia vida nos pone pero es que esos obstáculos forman parte
de la vida misma. ¿O es que mi amigo no tenía razones para vivir? Por supuesto
que sí, entre ellas la más importante: la superación de la propia enfermedad,
el vencimiento de esas ideas suicidas que lo único que han conseguido es
evitarle seguir adelante y cumplir lo que decía Juan Ramón Jiménez: “No es la
muerte la que da sentido a la vida, sino la vida la que da sentido a la
muerte”. Y que conste que yo respeto su voluntad: si él ha querido morir antes
de tiempo lo acepto sin más y lo respeto insisto, pero debió darse más
oportunidades en lugar de quitárselas.
Según la
Biblia ahora tendrás que purgar un tiempo tu decisión antes
de entrar en el paraíso. El purgatorio está lleno de muertos con cuentas
pendientes. También está lleno de suicidas con la cuenta pendiente de la muerte
anticipada. Sólo puedo decirte, amigo mío, que tengas paciencia y que tarde o
temprano hallarás la paz del suicida, que es al fin y al cabo lo que buscabas:
la paz. La conseguirás dentro de poco tiempo y espero que seas feliz en otro
mundo, en otra vida, en otro universo paralelo. No lo sé. Sólo sé que no sé
nada.
Miguel Hernández decía en su Elegía a Ramón Sijé:
“Me duele más tu muerte que mi herida”. Ahora me duele más tu muerte que otra
cosa. Imagino tu soledad y tu impotencia. La incapacidad para pedir ayuda.
¿Para qué están las palabras? ¿Para qué están lo amigos? Me duele más tu
muerte, sí, que la propia herida que has provocado en mi alma.
Debiste hablar más conmigo, abrirte más, contarme
más tus intenciones. Con todo lo que hablabas me pregunto ahora por qué no me
comentaste que tenías ideas suicidas y que pensabas acabar contigo de forma
definitiva. ¿Cómo te recordaré ahora? ¿Cómo el hombre fuerte y alto que reía o
como el hombre vencido que se quita la vida para no afrontar más peligros?
Sólo espero que seas fuerte estés donde estés ya
que no lo fuiste en vida. Ten fortaleza. No eras el último hombre de la tierra
y desde aquí lanzo un llamamiento a todos los potenciales suicidas para que se
abran y eviten su muerte anticipada. Es una pena desperdiciar el tiempo por
vivir de esa manera.
Yo he escrito mucho sobre el suicidio y he dado
diversas conferencias, así que el tema me interesa bastante. No es el primer
amigo que se suicida. Espero que sea el último.
En mi último libro de próxima publicación, Las
ninfas del rencor, Tuétanos odiantes, Parte 2, he escrito versos como estos:
“La clave está en seguir viviendo,/dejándose la piel en el camino”.
Otro de los versos de ese libro dice así.” Yo
quiero vivir y morir de pie”, con el que hago una tremenda defensa de la vida.
Y por destacar una última alusión de mi libro
señalaré estos últimos versos: “Tantos desgraciados hay que aniquilan su
vida/con el violento y vacío jaque mate del suicidio”. La vida es como una
partida de ajedrez en la cada uno es el rey. Todos están contra él y tiene que
ir saliendo de las diferentes dificultades que se le presentan evitando el
jaque mate, que llega en forma de muerte, pero cuando toca, no adelantándola.
Camilo José Cela decía: “Quien resiste vence”.
Cuando dejó de aplicar esta frase murió. Cuando dejó de tener ganas de escribir
se vino amigo y falleció. Algo impropio de una persona tan vitalista como él.
Yo procuro aplicar cada día esa frase y tirar hacia delante.
Hace unos días oí a dos compañeros de la Ura en la sala de espera
haciendo bromas sobre tu suicidio. No se trata de eso. Tu suicidio no es una
broma, sino un acto muy serio. Dejaste de resistir y te venciste. Ahora ya no
tiene remedio y ninguna palabra mía te devolverá la vida. Yo lo siento de
corazón y espero que estés mejor allí donde estés. Descansa. Ponte bien y sigue
viviendo de otra manera en el otro mundo. Yo espero que halles la paz y te
protejas mejor de las malas sensaciones. Rezaré por ti como es debido y te
recordaré como mereces: con profundo cariño. Salud y suerte.
José Cuadrado
Morales
Qué dificil escribir sobre esto.Seguro que a tu amigo le costó mucho tomar esa decisión. Sufriría mucho. Y a los demás les deja una tremenda impotencia y desilusión. Mucho ánimo, seguro que él se sentiría reconfortado por tus palabras
ResponderEliminarQueridos amigos de Rentería: gracias por vuestro comentario de apoyo a mi artículo sobre La muerte de un amigo Parte 2 y a mi propia persona. A mi amigo le costaría mucho sí tomar la decisión del suicidio y a mí me ha dejado en efecto impotencia y desilusión. Crees que estás haciendo las cosas bien y al final alguien adelanta su muerte y le quita sentido a todo el esfuerzo realizado para levantarle el ánimo una y otra vez. Pero como siempre digo no es la muerte la que da sentido a la vida sino la vida la que da sentido a la muerte. En ello me refugio en estos momentos de depresión leve que estoy viviendo porque aún sigo afectado por la muerte de mi amigo. Espero que se pase pronto para seguir viviendo con la mayor dignidad posible. Un fuerte abrazo de vuestro amigo de Sevilla José Cuadrado.
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