Cuando se iban acercando a su destino, un tímido sol se
escondía detrás de un amanecer salteado por algunas nubes con agua. Llovía y
escampaba. Buscaron rápidamente un lugar donde desayunar. Un café y una tostada
eran un avituallamiento indispensable para seguir su peregrinaje hasta el
cuartel.
Algún valiente se atrevió con una copa de castellana pero él
no quiso beber por sentirse algo inseguro. La bebida le hacía pensar de forma
más ligera y él quería tener todos sus sentidos despiertos por lo que pudiera
pasar. Se al final de su trayectoria. Pronto se encontraría en el cuartel.
El autobús que les dejaba cerca de la plaza militar lo hacía
bastante retirado.
Tenía que andar un kilómetro aproximadamente antes de ver el
portalón que tenía la leyenda de Todo por la Patria. Así que todos se
pusieron a caminar relajados porque unos a otros se habían infundado valor. Ya
no estaban solos. Ahora se conocían. La valoración del trámite por el que iban
a pasar y a cambiar ahora era de algo que se compartía. Juntos lo conseguirían.
Antes de entrar en el cuartel, a apenas cincuenta metros
tenía que pasar por debajo de un puente. En él había centenas de pintadas, pero
la que más les impresionó fue una escrita en todo el centro de la pared
lateral. “muerte al recluta”. Esa fue la frase que leyeron antes de consagrar
un año al servicio militar lejos de sus casas por cientos de kilómetros y en un
territorio dónde la izquierda extrema mantenía un conflicto armado con el estado.
Pedro.
Pedro me encantas cuando escribes deberias hacerlo mss amenudo sigue asi me alegro mucho por ti. Tu compi Silvia
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