En la despedida de la estación estuvieron sus padres,
hermanos y amigos. Todos querían darle un último adiós ante la incertidumbre
del tiempo que tardaría en verlo la próxima vez. Por ello, se sintió fuerte
cuando subía al tren. Besos y abrazo habían conseguido darle fortaleza aunque
en la soledad algunas escuálidas lágrimas. Así es como comenzó su viaje,
limpiándose cristalinas gotas del rostro.
Llegaron las doce de la noche y con ella la hora de subirse
al coche-cama. Su sorpresa se vio marcada porque como él había más reclutas que
esa noche iban a dormir en los compartimentos. Cuando empezó a preguntar
nombres y procedencias encontró que había una granada selección de los
diferentes lugares de la geografía andaluza. Eso le hizo sentirse más arropado.
Aunque fuera el único de su pueblo, había más andaluces con los que entendería
mejor que con hombres de otras tierras por la similitud de idiosincrasia.
Pronto se dio cuenta que los temores que el experimentaba por haber sido
reclutado era universales. Todos los demás estaban con la misma incertidumbre
que él. Se sintió algo más fuerte por saberlo. Quizás los miedos mitigaron por
ser compartidos.
Pedro.
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