jueves, 6 de noviembre de 2014

EL SUICIDIO Y EL AMOR A LA VIDA

El suicidio es un tema delicado. Cada uno tiene su propia concepción del suicidio y es difícil ponerse de acuerdo sobre él. Yo trato este tema difícil porque he visto recientemente una película donde se hace una definición de las muchas que se pueden hacer sobre el suicidio: “Una solución definitiva a un problema temporal”. También lo trato como un pequeño homenaje a la muerte de Robin Williams, quien se suicidió este verano de una manera tremenda: se colgó del techo con un cinturón y se abrió las muñecas de las dos manos. Tenía sólo 63 años y ha dejado muchas películas, entre ellas bastantes que nos sirven para reír y pasar un buen rato. Pura ironía.
No siempre el suicidio es una solución definitiva a un problema temporal. Puede haber una enfermedad terminal y alguien considere que quiere poner fin  a su vida porque le quede poco tiempo. De hecho hace pocos días vi en la televisión a una chica con un cáncer avanzado e inoperable de cerebro que había previsto su muerte para un día determinado, pero resulta que ese día la había cogido de buen humor y con ganas de sonreír. Tenía ese día amor a la vida y no tenía ganas de suicidarse. Pues de eso se trata: de darse tiempo y paciencia para vencer el suicidio porque cuando menos te lo esperas pueden surgir las ganas de seguir viviendo. Si te te suicidas, eso ya resulta imposible.
Hace años, cuando yo era un conferenciante habitual, solía dar conferencias, entre ellas una titulada ¿Por qué se suicidan los escritores? De ella se pueden extrapolar temas para otros suicidas que no sean escritores perfectamente. Por ejemplo: Ernest Hemingway, Premio Nobel de Literatura, se suicidió porque le diagnosticaron cáncer y pensó que ya no podría llevar la vida con la misma vitalidad con que la había llevado hasta entonces. Era un aventurero permanente. Participó en la Guerra Civil Española como reportero de guerra y de ahí salió su novela ¿Por quién doblan las campanas?, de la que se hizo una película con Gary Cooper. Ernest corrió en los sanfermines, es decir, se jugaba la vida cuando estaba sano, pero al saber de su enfermedad no fue capaz de tener el valor suficiente como para afrontarla y se pegó un tiro en la boca con una escopeta. La falta de vitalidad le llevó a la muerte.
Otro escritor es Cesare Pavese, al que la soledad llevó al suicidio. Se fue al Hotel Roma de Turín y allí sólo escribió una línea más: "I won´t write any more", es decir, "No escribiré más". Su soledad se había hecho insostenible y más solo aún  se marchó al hostal y allí se quitó la vida, no recuerdo ahora de qué manera porque han  pasado muchos años desde que di la conferencia sobre el suicidio de los escritores y sus razones. Hay muchas personas que no aguantan la soledad y se quitan la vida, en vez de descubrir los placeres de la soledad, que son muchos porque yo los saboreo, aunque hay veces que también me siento solo sin duda, creo que como todo el mundo.
Después está el japonés Kawabata que se suicidió por un exceso de gente, lo contrario de Pavese. Él estaba muy tranquilo escribiendo, pero cuando le dieron el Nobel su casa se llenó de gente. No paraban de llegar los periodistas para entrevistarlo. Le hacían continuamente fotografías. Había perdido lo principal para él: la tranquilidad para escribir. Eso no lo pudo soportar y se quitó la vida, no recuerdo si con el método tradicional japonés.
Tenemos en España el ejemplo de Mariano José de Larra, que se suicidió básicamente por dos razones: porque en España no se podían implantar las ideas liberales y un fracaso amoroso. Podía haber vivido en otro país con ideas liberales y podía haber superado el fracaso amoroso como hizo Antonio Machado con la muerte de su joven esposa. Le faltó amor a la vida, la búsqueda de salidas positivas al suicidio.
Tenemos también en España a Ángel Ganivet, miembro menos conocido de la Generación del 98, que padecía de trastorno de ansiedad. Es decir, era un enfermo mental, pero en su época esto no estaba tan reconocido. Se arrojó desde un  barco al mar y lo rescataron. Pero tuvo una segunda oportunidad y consiguió ahogarse. Fue un suicida reincidente, lo cual demuestra lo que digo siempre: que el que quiere suicidarse lo consigue. No creo en los suicidas frustrados permanentemente.
Son muchos los casos de escritores suicidas. Con lo que he escrito ya es suficiente. Les faltó amor a la vida y les sobró miedo a vivir de una forma que no querían. Los enfermos mentales muchas veces piensan en el suicidio. De hecho, como me dijo un psiquiatra, es normal que los pacientes mentales piensen en el suicidio. A una amiga mía le molestaba que el psiquiatra ése le dijera esa frase, pero es una realidad. Trastorno mental y suicidio van unidos. Pero hay que sacar toda la voluntad del mundo y todo el amor a la vida para seguir adelante porque se superan tarde o temprano los malos momentos.
Ya decía Juan Ramón Jiménez que es la vida la que da sentido a la muerte y no la muerte la que da sentido a la vida. Tenemos que estar agradecidos a la vida por tener la posibilidad de disfrutarla, aunque no siempre sea como nosotros queremos y aunque a veces sea una verdadera calamidad vivir. Juan Ramón tuvo motivos sobrados para suicidarse, pero tuvo siempre la ayuda de su mujer Zenobia, a la que sobrevivió dos años. Pero también puso mucho de su parte cuando aún no la tenía y cuando tuvo la suerte de compartirla.


Creo que todos algunas vez hemos pensado en el suicidio por muy diferentes razones: una ruptura amorosa, una crisis depresiva, etc… Los motivos para el suicidio son múltiples y nadie puede discutirlos porque cada uno es cada uno. Para muchas personas es un motivo de suicidio la precariedad laboral y de hecho ésta provoca mayor número de muertos porque las personas se sienten inútiles y alcanzan un alto nivel de desesperación.

En los grandes cataclismos económicos, como el Crack del 29 en Nueva York, también abundan los suicidios. Las personas no se sienten respaldadas por los acontecimientos y se quitan la vida, como si eso fuera a procurarles una mayor felicidad. Eso lo único que permite es marcharse de la vida y no hacer frente a los problemas, cuando todos tienen arreglo más o menos tarde.
Lo difícil es mantenerse a flote, luchar por vivir. Como decía Tim Robbins en la excelente película Cadena perpetua “todo depende de empeñarse en morir o empeñarse en vivir”. Él se empeñó en la película en vivir y durante décadas planeó y preparó la huida de la cárcel y la consecuente felicidad. Hay que tener paciencia con los problemas y saber hacer frente a los mismos para seguir adelante. Hay que darle una oportunidad a la vida por mal que nos encontremos. Y lo digo yo que he vivido momentos terribles con la depresión y la ansiedad, que he perdido a mis padres, que he vivido un divorcio con un hijo pequeño y un largo etcétera.

 ¿Es el suicidio un acto de cobardía? No lo sé. Cada caso es particular y cada uno puede sentirse distinto en la situación crítica del suicidio. Lo cierto es que el suicidio supone el final. No nos damos más oportunidades para intentar luchar. Nos cerramos todas las puertas. Y lo triste es que el número de suicidios crece cada año, más si cabe en los países más desarrollados, lo cual puede suponer una contradicción.
Dios puede suponer una fuerza enorme para los verdaderos y sólidos creyentes, pero también sirve en muchas ocasiones. El suicidio teóricamente es un pecado, como es un delito el auxilio a un suicida. La fe es siempre un tema delicado y ambiguo que hay que tratar individualmente para saber si Dios tiene verdadera y fuerte presencia en nosotros.
Hay que amar a la vida por encima de todas las cosas. Ella nos pone los problemas por delante, pero también las soluciones aunque no siempre en el momento exacto en que las necesitamos. Debemos darnos paciencia, ésta todo lo alcanza.

Yo he conocido a diversos suicidas frustrados y todos se arrepienten de haberlo intentado, lo cual es sintomático. Han descubierto gracias al intento de suicidio el verdadero amor a la vida. Ya se sabe que no hay mal que  por bien no venga.
Si alguien lee mi artículo y está desesperado le pido paciencia y fe, una nueva oportunidad para seguir viviendo, para descubrir en los pequeños detalles ganas de vivir y seguir tirando hacia delante. Es posible. Ya llegará la muerte por sí sola. No hay que tener prisa por morir porque es una seguridad. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

3 comentarios:

  1. Uff, que tema tan delicado. Gracias por hacernos reflexionar sobre él, nos ha venido bien leerte. Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Me alegra mucho saber que mis artículos hacen pensar a mis lectores, lo cual da mucho más sentido a mi trabajo. Os lo agradezco de corazón. Un fuerte abrazo. José Cuadrado.

    ResponderEliminar