Cuando yo cumplí los 35 años me enteré por fin de que lo que
yo había padecido desde los 18 hasta los 24 años ( es decir, durante 4 años) se
llamaba bulinorexía. Es una mezcla de bulimia y anorexia. Yo comía hasta no
poder más y luego me metía los dedos hasta el fondo hasta que lo echaba todo y
jugos gástricos y hasta bilis, yo escribía mucho por aquel entonces explicando
mis dolencias tanto físicas como morales y me quejaba mucho a mis padres. Estos
ni nadie entendían que era eso que me pasaba y me llevaron a varios médicos del
aparato digestivo y les decían que no tenía nada. Al principio engorde, más
bien estaba inflada, y más tarde adelgacé y se me notaban los huesos de las
sienes y los pómulos y me puse bastante fea. Yo había sido guapita hasta los
18, pero a partir de entonces me volví fea y un día me dedique a coger todas
mis fotografías y empecé a romperlas una por una. Pues empecé a fumar
compulsivamente y poco a poco pude ir dejando de comer tanto. A nadie
recomiendo que fume, por supuesto. Un año más tarde me puse a hacer yoga y conocí
a mi marido en un mesón vegetariano. El era medico naturópata y los dos
trabajamos en el mesón él en la cocina y yo cantaba y tocaba la guitarra para
los comensales y trabajaba en la guardería del mesón.
Mi marido era de Guinea Ecuatorial de raza negra. Se fijó un
día en mí mientras yo tocaba la guitarra para los niños. Un día cuando
estábamos comiendo una sopa de cebolla se me declaro de la siguiente manera:
¿Quieres convivir con migo? Desde luego, pensé yo, no se puede ser más directo. Con el tiempo
me lo pensé y me fui de la casa de mis padres a vivir con él. Vivíamos en el
ático del mesón. Una pequeña habitación y un cuarto de baño. Allí me hice
vegetariana, dejé la psiquiatría y la medicina oral y me puse en manos de la
sabiduría de mi marido. Me quedé embarazada y me case poco después. Nos fuimos
a vivir a un pueblecito de la costa, donde pase los meses más felices de mi
vida. Tuve a mi hija de parto natural. Bueno ya por hoy estoy cansada de
escribir. Ya seguiré otro día. Gracias por leerme.
Reyes.
Gracias por compartir tu historia, Reyes. Nos quedamos con las ganas de conocer el nombre de ese pueblito costero.
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