Erase, una vez, en un pueblo que podría ser su pueblo, su
ciudad, su país, lector de aventuras por descubrir, nació un hombre que podía
amedrentar las nubes para que el cielo se despejara y dejara de llover con la
ayuda de un viejo paraguas.
La gente al ver su proeza, le tomó miedo y decía - ¿Quién es
este hombre al que las nubes obedecen?
Pero pasó que la lluvia se enojó de tal manera que hacía lo
contrario de lo que el hombre decía, el
hombre se dio cuenta de eso y cuando se abría el cielo alzaba su paraguas y
cuando llovía dejaba de apuntar el cielo con su paraguas; entonces la lluvia se
enojó más y un día lo empapó por completo. La gente con el tiempo le dejó de
tener miedo y lo invitaba a tomar un refresco, hablaba con él y se daba cuenta
lo que valía, entonces la lluvia se fue por un tiempo para luego regresar otra
vez.
Pero hubo un momento en que el hombre dejo el paraguas en su
casa y se puso a llover, entonces este abrió
los brazos y dijo “Quise ser Dios y las nubes
me obedecían, pero gracias a que me fui convirtiendo en un hombre común
y corriente, he aprendido la virtud de
los sencillo dejando de ser un extraño para convertirme en uno mas”. De
ahí en adelante la lluvia se hacia presente en otoño y en invierno para desaparecer
en verano y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Francisco Manuel Ortíz Guisado.
Francisco, te llamas como mi hermano, y mi sobri. Me a gustado, mucho tu cuento, te animo, a seguir escribiendo. Un Saludo. Ludi
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