UN PARADO MAS
Pues eso,
como iba diciendo, antes me levantaba bien temprano para llegar a la fábrica de
coches donde trabajaba, me tomaba mi café , y mientras escuchaba la radio me
fumaba mi cigarrillo de primera hora, el mas placentero del día. Después me duchaba y salía ilusionado para mi
trabajo como un operario más en una cadena de montaje. Ocupaba mi puesto y
comenzaba a ensamblar piezas desde bien temprano, realizaba mi trabajo
orgulloso y digno de ser útil en una sociedad donde el obrero es una pieza
clave en la economía de mercado. Era uno más en una cadena donde se montaba, un
TURBO STX, un modelo semideportivo de tres puertas que se vendía en toda Europa.
Pero un día
decidieron que nuestras manos y nuestra precisión no era suficientemente precisa,
y entonces entraron ellas. Las máquinas, los brazos robóticos sustituyeron
nuestro trabajo, ya no éramos útiles, ya no éramos lo suficientemente precisos
ni rápidos., ya no éramos una pieza clave de la economía de mercado, ya no
éramos los obreros que fabricábamos el
coche, éramos unos simples parados.
Como yo se
quedaron en la calle cientos de compañeros y no tuvimos otra respuesta de la
empresa de la empresa de que estaba llegando la modernidad al negocio de las
cadenas de montajes y ni ellos ni nadie
tenían la culpa.
Unos cuantos
compañeros del sindicato y yo decidimos en una reunión para salvar la situación
tomar una decisión dramática y no se nos ocurrió otra cosa que tomar una medida
drástica. Al principio algunos se resistieron a la idea por vergüenza, otros la
tomaron como una locura, pero finalmente
todos nos pusimos de acuerdo y decidimos encadenarnos desnudos a la puerta de
la fabrica para protestar y reclamar nuestros antiguos puestos de trabajo o por
lo menos una reconversión del sector y una recolocación en la empresa.
El día que
lo hicimos aparecimos desnudos delante de la fabrica con las cadenas y nos
amaramos a la entrada de la fabrica antes de que esta abriera las puerta para
que entraran las mercancías y los pocos trabajadores que aún conservaban sus puestos.
Allí gritábamos y reclamábamos nuestros puestos de trabajo. Al principio todos
estábamos muertos de miedo y vergüenza pero poco a poco nos fuimos llenando de
valor. En un momento determinado llego la policía y poco después lo hicieron las cámaras de televisión.
En pocos
minutos nos sentimos protagonista de la lucha que estábamos llevando a cabo y
ya nada ni nadie podía hacernos dejar nuestro propósito, recuperar nuestros
puestos de trabajo o por lo menos denunciar las condiciones tan precarias en
las que se nos habían echado a la calle. El ambiente se iba caldeando y la
policía empezó a cortar cadenas y a echar gente en el furgón. Salimos en el
noticiario de la tele y la empresa tuvo que dar un comunicado explicando que
había tenido que tomar esas medidas dramáticas porque las condiciones económicas
eran las que dominaban la situación.
Tengo los
recortes de los periódicos de prensa en casa pero nada más. De nada sirvió el
encadenarme desnudo delante de la fábrica. Los poderosos tienen la sartén por
el mango y cuando toman una decisión que repercute en los pobre e infelices ciudadanos de a pie nada se puede
hacer. Pero si tuviera que volver a
hacerlo lo volvería ha hacer. Creo que sirvió de algo. La protesta sirvió para
poner en evidencia a la empresa y ahora tenemos en mente seguir protestando delante
de la fábrica de forma pacífica para conseguir que reconsideren su posición. Lo
único que le queda al humilde trabajador es la protesta y esa es la manera que
tienen las grandes empresas de comprender como se siente el pez pequeño cuando
el grande tiene ganas de devorar sin tener en cuenta que no se puede ir
avasallando por ahí así como así.
La pluma
negra
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