En noviembre de 1936 el joven Alejandro Finisterre quedó sepultado en uno de los bombardeos de Madrid durante la Guerra Civil Española. Lo trasladaron en un primer momento a Valencia, pero como las heridas eran graves tuvieron que llevarlo a un hospital de Montserrat. Allí vió que había muchos niños mutilados que lo que más deseaban en el mundo era poder correr y jugar al fútbol. Con el propósito de ayudarles en su rehabilitación inventó este juguete con el que los chiquillos podrían, por un rato, evadirse de su situación e imaginarse jugando un partido de primera división. El futbolín fue todo un éxito, en las competiciones no había diferencias entre niños mutilados o no. Con los años se popularizó y hoy en día se puede jugar al futbolín en cualquier lugar del mundo.
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