Mi abuela Fernanda que era la madre de mi madre vivía con nosotros y era la persona más alegre divertida y graciosa que he conocido nunca. Jugaba con nosotros, de chicos a muchas cosas. El parchís lo jugábamos hasta con veinte fichas, para eso cogíamos botones del mismo color y cuando estábamos en pleno apogeo del juego todo era comernos unos a los otros y se formaba una galimatías de miedo. También nos llevaba al cine, que cuando yo era chica costaba tres gordas, y a mí que era la más pequeña me colaba para no pagar, luego nos compraba un paquete de pipas a cada uno. Le ayudaba mucho a mi madre guisando, cosiendo “ropitas” para las tres niñas y haciendo chalecos y crochés. Mi abuela solo veía con el ojo derecho porque cuando era chica le salió viruela y una le afectó al ojo. Pero yo jamás le oí quejarse. Mi abuela era sorda como una tapia y había que gritarle mucho. Una vez mi hermana la pequeña, que era muy traviesa de chica, para llamarla en vez de ¡abuela! le gritó ¡ciruela! y mi abuela le contestó la pobre: ¿Qué quieres corazón? Otra vez un primo mío, Serafín, le dijo a mi abuela Fernanda: ¡Abuela! ¿Parece que estas usted mejor del oído? ¿no? Y mi abuela le dijo ¿qué? El otro volvió a preguntar ¿Qué parece que estas usted mejor del oído no? Y mi abuela dijo ¿qué? Y hasta tres veces. Y mi primo concluyó "está fatal, está fatal".
Esta y muchas historias podría contar de mi grandísima abuela Fernanda. Le doy gracias a Dios por haber tenido más abuelas la madre de mi padre también tan buena y divertida.
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