Ante
todo me gustaría que todo el mundo entendiera que no es una cuestión social
sobre el machismo y el feminismo, este artículo intenta plasmar simplemente que
tenemos los mismos derechos y obligaciones, tanto el hombre como la mujer.
Sin
embargo el día de hoy todavía no estamos en igualdad de condiciones. Debo
ampliar esta información remontándome a muchos años atrás donde la mujer era
simplemente un cero a la izquierda y el hombre era el rey de la casa ya que era
él quien traía un sueldo al hogar y es así como se mantenían millones y
millones de familias.
También
tengo que mencionar una labor ejemplar (al menos para mi) sobre el papel que en
todos estos años ha venido desempeñando la mujer en la crianza y educación de
sus hijos, sin ninguna remuneración. Dicho esto deseo expresar mi total repulsa
hacia el machismo y la violencia de género que tras muchas décadas la mujer ha
tenido que soportar pagando a veces la libre expresión con “su propia vida”.
Quisiera
poder contar una pequeña historia en este sentido, libre de expresión, sin
tabúes o miedo alguno a posibles represalias de esta lacra social que por
desgracia aun no se ha acabado y sigue cobrándose vidas de mujeres y niños
inocentes. Estoy muy orgullosa de haber nacido mujer porque he logrado crear mi
propio hogar con mi sueldo, mi esfuerzo diario, mi trabajo etc.…, pero no me
quedo satisfecha si no plasmo el dolor y la impotencia de una mujer que ni
siquiera tuvo la oportunidad de ir al colegio y estudiar como las demás niñas
de su edad. Esa niña que pasó pronto a ser una gran mujer es mi madre.
Ella
solo quería estudiar y poder tener un futuro mejor en su vida pero las
circunstancias que la rodeaban no le permitían realizar dicho sueño. Sueño de
casarse, seguir luchando y trabajar fuera y dentro de casa y llevar un sueldo
digno.
Quizás
ahora entendáis el dolor e impotencia de esa mujer al contaros como
acontecieron los hechos en un futuro cercano.
Se
casó con el hombre al que amaba más que a su propia vida, años más tarde
llegaban al mundo las niñas pequeñas, pero aun seguía trabajando en la calle y
en su hogar.
Recuerdo
gratamente, desde que tengo uso de razón, que todo, absolutamente todo su afán
en la vida se convirtió en que sus cuatro hijas estudiaran y llegaran muy alto.
Yo
era muy pequeña y no comprendía tanto empeño en que estudiáramos, tanto hasta
el punto de hipotecarse para que nos diesen clases particulares por las tardes.
Evidentemente mis notas eran ejemplares, pero mi madre nunca bajó la guardia e
insistía constantemente en el significado del esfuerzo diario.
A
través de nosotras ella estaba realizando sus sueños de llegar a ser alguien en
la vida.
A
ella no le gustaba pasar desapercibida. Una mujer muy luchadora y fuerte,
quizás demasiado, luchadora para su época, perno no para la nuestra, así que se
puso manos a la obra.
Mi
familia era muy humilde, pero a mi no me importaba porque crecí en manos de mi
madre y de mis hermanas, mi padre trabajaba fuera de casa todo el día.
Iba
pasando el tiempo incluso los años, un
día cualquiera, llegué antes del colegio y en toda la calle se escuchaban
muchos gritos, incluso había una patrulla de la policía llevándose a mi padre,
me quedé quieta en una esquina, en estado de shock, sinceramente no reaccioné
ante esta situación, ni siquiera llegué a llorar. Entonces en ese instante
comprendí la impotencia, el dolor, el miedo, la angustia por la que estaba
pasando mi madre.
Por
desgracia he de decir, si justificar a nadie, que fueron años muy muy difíciles
para la mujer, todos estaba en su contra. Pasaba el tiempo y nada en casa
volvió a ser igual.
Millones
de mujeres sufrían malos tratos por parte de sus parejas. Casi nada se podía
hacer ante esa lacra social, excepto denunciar como hizo ella, mi madre. Hoy en
día a mis 44 años lo cuento con la cabeza agachada por la vergüenza y el horror
vivido en ese instante.
Aquel
instante solo era el principio de lo que mas tarde acontecería sino poder
evitar.
Comienzo a intentar llegar a vuestros corazones y
haceros comprender la lucha diaria de muchas mujeres de esa época. La vida iba
pasando muy lentamente desde ese instante para mí.
Mi
madre como mujer reivindicó la libertad de expresión y también luchó contra la
violencia de género… pero a estas alturas de mi vida y a día de hoy yo me
pregunto, el por qué de aquello, sin obtener una respuesta coherente.
Antes
la lucha era silenciosa y desgarradora pero hoy en día muera una mujer
diariamente a manos de su pareja o expareja. Y yo me pregunto ¿Tanto hemos
avanzado? ¿Por qué no hay leyes que paren de una vez el machismo?
Hemos
avanzado en el terreno laboral, económico, etc, pero aun os queda mucho para
que el hombre y la mujer estén en la misma balanza.
Mujer
me dirijo a ti con fuerza, para que te agarres de mi mano, juntas podemos y
debemos cambiar esta sociedad para que no digamos nunca más que nuestro paso por la
tierra ha sido en vano.
Hagamos
todos, hombre y mujeres, un mundo mejor donde nuestro hijos e hijas se críen en
condiciones de igualdad, sin violencia, sin miedos, sin tabúes, podemos y
debemos luchar juntos de la mano para que seamos más fuertes.
Desde
luego yo tengo la firmeza, la fuerza, la valentía de haber luchado por un mundo
mas justo para todas.
Ahora
no respondas nada, solo calla y piensa ¿TÚ QUE HACES PARA CAMBIAR ESTA
SOCIEDAD?
Yo
no quiero que hables por mí.
No
quiero ser sumisa.
No
quiero ser cobarde.
No
quiero tu caridad.
No
quiero tus sobras.
No
quiero ser un mueble.
Queremos
igualdad.
Queremos
sueldos justos y acordes con nuestra labor.
Y
antes de despedirme quiero decir alto y claro que “NO SIGNIFICA NO”, no hay
término medio para este monosílabo.
“NO
A LOS ABUSOS SEXUALES”
Muchas
gracias a todos y todas.
Sonia.
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