Estas vacaciones de verano han sido bastante atípicas por diversas
razones. Ya expliqué en un artículo anterior que no he realizado
ningún viaje de 4 ó 5 días como suelo hacer todos los años. Éste
ha sido una excepción por problemas económicos y otras
circunstancias personales. Madrid y Arcos de la Frontera, mis sitios
habituales de viaje, tendrán que esperar a una mejor ocasión. No
importa. Soy un hombre que cultiva cada vez más la paciencia y
procuro cada vez mejor adaptarme a la realidad. No he echado de menos
el viaje. He estado entretenido en casa leyendo libros atrasados y
prestados por amigos, y viendo películas y partidos de fútbol en la
televisión. Yo no me aburro. Afortunadamente yo no sé aburrirme.
También ha sido atípico porque he tenido un compañero de piso
especial durante aproximadamente una semana. El compañero ha sido un
conejo. Es de mi hermana mayor. Se llama así porque su hija, mi
sobrina, es aficionada, casi adicta a la saga de Harry Potter y le
pone nombres de los libros y las películas de Harry Potter a casi
todo. El conejo se lo regaló a su madre. Ella se fue de vacaciones a
Málaga durante una semana y sólo me tenía a mí para cuidar del
conejo y que estuviera bien. Yo le dije naturalmente que sí como el
año pasado en las mismas circunstancias.
Así me encontré con este singular personaje de compañero de piso.
Es muy bueno. Ha dado poco ruido. Se pasaba el día masticando,
mordiendo la jaula como suelen hacer los conejos. Para eso son
roedores. De vez en cuando la tomaba con el plato de la comida y le
daba unos empeñones tremendos que mandaba el plato a la otra punta
de la amplia jaula. Eran sus momentos de malhumor, su protesta quizás
por estar encerrado. Me daba miedo sacarlo de la jaula porque tengo
las piernas mal por problemas de circulación sanguínea y no quería
que me mordiera. Él está acostumbrado a salir con frecuencia en
casa de mi hermana. Pero sé que no me guardaba ningún rencor. No
tenía miedo de mí. Me miraba con dulzura, con la mirada fija, como
un animal que me entendiese perfectamente. Y yo a él, a sus ansias
de libertad.
Yo lo acariciaba de vez en cuando y me acordaba de Platero, el burro
de Juan Ramón Jiménez, porque tenía la piel muy suave. Tiene dos
colores: blanco y negro , y es muy bonito. Ya no crecerá más. Ha
llegado a la edad adulta, pero todavía es joven. No sé si echa de
menos a una compañera de convivencia o se ha acostumbrado como yo a
la soledad. Lo desconozco. Le hablaba, le preguntaba y sólo me
contestaba con miradas entre tristes y melancólicas.
Harry es muy travieso. Le gusta jugar con sus juguetes favoritos,
unos peluches que no son muy grandes para que no ocupen mucho espacio
en la jaula. Los tiene medio destrozados por tantos mordiscos como
les lleva dados. Tienen quitado hasta el color. Muerde también los
barrotes para practicar con su dentadura en calidad de roedor. Bebe
mucha agua. Tiene dos bebederos. Tiene predilección por uno de
ellos. Del otro casi no bebe nunca. No sólo tenemos manías los
seres humanos. También los conejos. Por lo menos Harry.
Harry es muy cariñoso. Te da trompaditas cuando lo acaricias. No te
muerde cuando ya te conoce. La primera vez que intenté acariciarlo
sí me mordió, pero después ya se acostumbró a mí y no me ha
vuelto a morder. Tiene buenas sensaciones y las transmite. A veces
parece que tiene sentimientos incluso. Y parece que está
escuchándote cuando le hablas. Y parece también que está mirando
la tele cuando la tengo puesta. Parece tener más de humano que
muchos seres humanos.
Yo le hablaba mucho y parecía escucharme con sus amplias orejas. Me
contestaba a su manera, haciendo unos ruiditos muy característicos,
como si estuviera hablándome en el lenguaje de los conejos que yo
tampoco entendía. Me recordaba al conejo blanco de Alicia en el País
de las Maravillas, tan travieso y tan inteligente siempre, amigo
íntimo de Alicia.
Harry no sabe que su nombre es muy famoso. El mago más famoso de la
historia del cine ha encontrado un ser vivo donde refugiarse. Es muy
bonito que tenga su nombre por mi sobrina. Yo no he leído ningún
libro de Harry Potter, pero por ejemplo mi hijo ha leído todos los
libros de la saga. Han ido creciendo los volúmenes poco a poco a
medida que se ha ido publicando la saga. El último volumen era ya
tremendo. No sé hasta cuándo habrán leído sus seguidores.
Y están también las películas que se han hecho basadas en los
libros. Harry me dijo que le gustaban sus películas. Decía que eran
sus películas porque tenía el mismo nombre que el protagonista. Y
es que Harry es muy humano. O a mí me lo parece. Me recuerda,
insisto, a ese burro tan especial, Platero, por el que consideraban
en Moguer a Juan Ramón como un loco.
Bendita locura la de relacionarse con animales como si fueran
personas. Eso sí es muy humano y es muy hermoso al mismo tiempo.
Me llevo bien con Harry y cuando voy a visitar a mi hermana a su casa
y lo veo parece que al escucharme me reconoce por la voz y no se
siente asustado.
No sé si pasaremos más vacaciones juntos, pero sí sé que nuestra
humilde amistad durará siempre. Hay afectos que son tan duraderos
como la vida misma.
Salud y suerte.
José
Cuadrado Morales
No hay comentarios:
Publicar un comentario