En mi último artículo
hablaba de que había en España sobre 8 millones de personas pobres
o en el umbral de la pobreza y que florecían cada vez más los
comedores benéficos o sociales.
Quiero dedicarles ahora un
artículo en particular. Para ello lo mejor que se me ha ocurrido
hacer es ir a uno de ellos, concretamente a uno de Sevilla situado en
la calle Patricio Sáenz. Se llama Comedor Benéfico San Vicente de
Paúl y está regentado por las Hijas de la Caridad, bajo la
dirección de la Asociación Paz y Bien.
Me
he quedado sorprendido de todo lo que he vivido en él durante unos
días de intenso trabajo. Lo que hacen las monjas que lo regentan es
casi milagroso porque dan de comer diariamente de lunes a domingo, es
decir todos los días del año, a cientos de personas que forman
hileras larguísimas.
De
estas cosas no hablan los políticos en precampaña ni en campaña.
Se limitan a hablar de grandes conceptos, de enormes promesas, de
términos de macroeconomía cuando lo que le interesa a la gente en
general es la microeconomía, es decir, la economía de todos los
días. Los políticos practican mucho la demagogia y deben dirigirse
de verdad a esos millones de personas que no tienen ni para comer,
que tienen que acudir con más humildad que nadie a los comedores
benéficos y a otros sitios parecidos.
He
conocido a muchas personas, cada una con su historia particular.
Había un chico que repartía publicidad por 20 euros y como decía
eso le daba para comer un par de veces pero después tenía que
acudir al comedor benéfico porque el dinero se le acababa en
seguida.
Estaba
también una mujer alcohólica que no recibía ninguna prestación
del Estado y tenía que ir allí a comer todos los días.
Conocí
a muchas personas que no cobran nada. ¿Cómo quiere el Estado que
vivan? ¿Del aire? Van allí por pura y estricta necesidad.
Había
una mujer con cinco hijos olvidada de ellos sin prestación ninguna
que comía allí también todos los días por estricta necesidad.
Y
un hombre muy bien vestido supongo que para mantener la dignidad que
se había quedado sin trabajo y no le había quedado más remedio que
ir allí.
Las
amables monjitas también dan desayunos. De lunes a sábados a las 9
de la mañana y los domingos a las 9 y media. Yo asistí a uno de
esos desayunos y había bastante gente buscando algo caliente que
llevarse al cuerpo y al alma, porque es mucho el amor que ponen las
monjas en su trabajo y esto se ve con una nitidez absoluta.
También
tienen las monjas un servicio de vestuario con ropa donada para las
personas que la necesiten.
Igualmente
tienen un servicio de duchas dos días en semana para quien pueda
necesitarlo. Yo asistí uno de esos días y vi la cantidad de gente
que iba allí para cuidar su higiene.
Hay
anuncios puestos en un tablón para ayudar también a la gente
necesitada. Por ejemplo uno de una peluquería que pela a los
clientes gratis ciertas horas y ciertos días de la semana.
Es
mucha la crisis y todo viene bien.
Entre
los usuarios se crea una hermosa hermandad. En la cola se habla de
todo un poco. En general cada uno cuenta su desgracia particular,
aunque también se aplica muchas veces el sentido del humor para ir
tirando.
Hay
edades muy variadas, desde ancianos que van con su andador y su
asiento hasta jóvenes desempleados que no encuentran la manera de
tener su primer trabajo.
Cada
uno sufre su situación a su manera. Los hay muy dignos y los hay muy
venidos abajo que no soportan esa situación y hablan de hacer algo
peor. No sé qué.
Lo
que hay es una hermandad muy grande. Yo he conocido por ejemplo a
Puri, a Eva, a Pilar, a Fernando, etc. Cada uno me ha enseñado algo
y lo duro que es no tener ni para comer.
Cada
uno se busca la vida como puede. Van muchos gorrillas que se sacan
unos euros. Personas que piden limosna en la cercana Basílica de la
Macarena. Hay personas que en su momento traficaron con droga y ya lo
dejaron porque no era vida. Vienen a comer, una necesidad básica.
Admito
que la comida de las monjas es extraordinaria. Hay un equipo de
trabajo muy bien preparado ayudando a las monjas entre cocineros,
repartidores de comida y un largo etcétera.
Antes
de las comidas se reza el Ave María en señal de agradecimiento a
Dios por los alimentos que se van a comer, algo que es muy emotivo,
al menos para mí que soy creyente.
Las
monjas concretamente estaban muy contentas estos días porque el Papa
en su próxima visita a Marruecos iba a visitar una de las casas de
las Hijas de la Caridad, lo cual era un gran honor.
Hay
vigilantes jurado para evitar cualquier escándalo o enfrentamiento
entre los usuarios. Son tremendamente educados y tratan a los
usuarios muy bien.
Cada
usuario tiene un carné intransferible identificado con un número.
Yo mismo me hice un carné para poder acceder al comedor. Fue una
experiencia fantástica. Había gente muy desvalida, muy famélica,
en muy malas condiciones físicas. Era triste. ¿Dónde están los
políticos insisto? ¿Dónde están las autoridades? Todo esto lo
llevan las monjitas que son unas bellísimas personas y que dedican
toda su vida a los demás. Son personas maravillosas que hace que
ninguno de los usuarios se sienta avergonzado de ir a comer allí.
No
hay por qué. Comer es necesario y es muy humano ir allí y acceder a
lo que las monjitas consiguen. Digo monjitas porque me parecen muy
tiernas y muy especiales, muy maternales. Tienen diferentes edades.
La mayor es la que lleva el rezo del Ave María.
Valoro
desde aquí el trabajo de todas estas personas silencioso en favor de
los más necesitados. Espero que nunca falte para que tantas personas
no se queden sin nada que llevarse a la boca. Ésta es la dura
realidad, no la que cuentan los políticos. Salud y suerte.
José
Cuadrado Morales
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