miércoles, 20 de marzo de 2019

LO COTIDIANO

No valoramos lo suficiente las cosas cotidianas hasta que ocurre algo que nos impide realizarlas.
Viene esta reflexión a cuento de la enfermedad que atenaza a mi hermana pequeña: la esclerosis múltiple, una enfermedad neurodegenerativa que la va limitando cada vez más. De vez en cuando un órgano le deja de funcionar y le impide realizar alguna de esas cosas cotidianas que realizamos rutinariamente, pero que en su caso se convierten ya en actos difíciles, en casi hazañas, que no son precisamente rutina.
Por ejemplo el pasado 15 de marzo hizo años que lleva sondada para poder orinar. La sonda le ha producido numerosos problemas: le roza la piel y le produce heridas que sangran normalmente. Con frecuencia hay que cambiarle la sonda porque se quita y hay que colocarle una nueva. Sufre dolores terribles que le hacen ponerse parches de morfina y jeringas de anestesia, pero ni eso le quita del todo los dolores. Ella no puede orinar por sí misma. No puede realizar esa actividad cotidiana tan sencilla y necesaria que es orinar. Para ella orinar es un suplicio y me relata de vez en cuando los tiempos en los que ella podía orinar por sí misma. Ahora valora lo cotidiano. Ese acto tan sencillo como orinar se ha convertido en un calvario porque los riñones no le funcionan por culpa de la esclerosis múltiple. Si no fuera por la sonda no podría orinar y es algo que hay que hacer por necesidad vital. Pero ya no puede hacerlo cotidianamente. Lo echa de menos muchísimo y llora con frecuencia y entra en depresión y sufre crisis de angustia y de ansiedad. Valora lo perdido, cosa que no hacía cuando no
tenía la enfermedad. Creo que todos hacemos lo mismo.
Mi hermana mayor y mi cuñado padecen de apnea del sueño. Pueden dejar de respirar durante el sueño y morir. Necesitan una máquina para dormir. Echan de menos lo cotidiano: poder dormir con normalidad, sin tener que tener una mascarilla y estar atados a una máquina. Es muy molesto, pero les ayuda a respirar, a perder el riesgo posible de dejar de respirar y morir. Tienen que ir a revisiones con frecuencia y a veces les hacen modificaciones en la máquina. Algunas veces empeoran y el problema crece. El caso es que no pueden respirar, un acto cotidiano. Echan de menos lo cotidiano, lo normal, la normalidad de la que hablábamos en un artículo reciente. Vivir con lo cotidiano es lo ideal para vivir más felices.

Hay personas que están enfermas de cáncer y tienen que someterse a sesiones de quimioterapia o radioterapia. Lo cotidiano sería vivir sin someterse a esas sesiones. Pero la enfermedad les condiciona y tienen que ir al hospital a realizar el tratamiento. Tienen que soportar largas sesiones y lo pasan fatal. Psicológicamente también quema mucho y se convierten en dependientes de la medicación. Su cotidianeidad se ha convertido en un ejercicio de dolor, de sufrimiento, de dejarse llevar por una enfermedad terrible que cada vez se cobra más vidas.
Mi hermana pequeña, la de la esclerosis múltiple, tiene que ir una vez al mes al Hospital para que la aten a una máquina para que le suministren la medicación para la enfermedad. La medicación se llama trisavi y es lo mejor que funciona para la esclerosis. No cura, pero impide en parte, sólo en parte, el avance de la enfermedad. Tiene que estar alrededor de 3 horas atada a la máquina. Es medicación intravenosa. El personal sanitario suele ser bastante competente y amable. Sobre todo amable porque esta enfermedad es terrible y va mermando progresivamente a quien la padece, en este caso mi hermana. Hay cada vez más solidaridad ,se fundan asociaciones para ayudar a los enfermos de esclerosis múltiple. Yo mismo en mi última novela hablo en algunos capítulos de ella para darla a conocer y concienciar a los demás de lo importante que es la solidaridad.
Se han hecho películas con enfermos de esclerosis múltiple como 100 metros. La lucha de un atleta con esclerosis múltiple que quiere hacer una carrera y lo consigue con una enorme fuerza de voluntad. Se valora el esfuerzo de los enfermos para luchar contra la maldita enfermedad que convierte lo cotidiano en excepcional. No sabemos lo que tenemos cuando podemos hacer las cosas con normalidad, con sencillez, con la mayor facilidad del mundo. No nos damos cuenta: sencillamente lo hacemos como algo natural. Cuando llega la enfermedad se da la vuelta a todo y cuesta mucho trabajo hacer las cosas más elementales.
Hay personas que necesitan transfusiones con mucha frecuencia por padecer problemas con la sangre. También tienen que atarse a una máquina para ello. Todo lo que es cotidiano se convierte en excepcional. Es duro vivir así: siempre recibiendo sangre, lo que da cuenta de la importancia que tienen las donaciones de sangre. Yo antes donaba cada 3 meses . Llegué casi a las 40 donaciones. Tuve que dejarlo porque me detectaron anemia crónica y ya no podía donar. Me produjo una enorme tristeza. Me encantaba ir a donar cada 3 meses. Y tomarme un bocadillo después con un refresco. Pero tuve que dejarlo. No podía hacer más lo cotidiano de donar sangre. No se convertía en algo excepcional o esporádico, sino definitivo: no podía donar sangre. Me dolió. Otras personas necesitaban mi sangre. Siento mucho que esas personas que están atadas a una máquina ya no tengan mi sangre para poder vivir. Además mi sangre era la más habitual, A positivo. La vida y sus circunstacias.
Los drogadictos han convertido la toma de sus dosis en algo cotidiano. En este caso es algo negativo porque la droga puede matarles. Muchos se someten a la curación y desintoxicación con metadona. Esto es algo ya cotidiano para ellos. Es algo malo y bueno al mismo tiempo. Bueno porque intentan librarse de la heroína por ejemplo y malo porque es una rutina un poco triste tener que ir al médico para que les den la metadona para liberarse de la droga que los va matando lentamente. Aquí lo cotidiano es algo duro, muy difícil, muy doloroso y están estigmatizados como otros enfermos como pueden ser los mentales o nerviosos y casi tienen que ocultar lo que hacen por el miedo al rechazo o la marginación.

Beber, comer, hacer las necesidades básicas, andar y un largo etcétera forman parte del universo de lo cotidiano. Cuando hay algo que nos impide hacer alguna de estas cosas surge la excepcionalidad y echamos de menos lo que antes era tan sencillo de hacer. No valoramos lo suficiente lo que tenemos. No le damos la importancia debida a las cosas sencillas de la vida porque las tenemos incorporadas a nuestra rutina. Perdida esa rutina surge el dolor, el echar de menos lo que era normal. Somos así de difíciles y tontos los seres humanos. No es que haya que ponerse el parche antes de la herida, pero sí valorar suficientemente las cosas que hacemos como normales para que nunca se conviertan en excepcionales. O en inevitables si es una enfermedad como la esclerosis múltiples de mi hermana pequeña.
Desde aquí lanzo un mensaje positivo para que valoremos lo que tenemos bien, lo que podemos hacer con normalidad antes de que una enfermedad o cualquier otra cosas nos lo impida. No vivamos con suficiencia porque a cualquiera puede pasarle algo en cualquier momento y el mundo se le vuelve del revés. Mi hermana podría contar muchas cosas de esto.
Seamos positivos y que mi artículo sirva para algo, para concienciar de que somos humanos y por ello limitados, y debemos dar una importancia grande a lo cotidiano antes de que lo perdamos. Seamos positivos sí. Miremos con una sonrisa la vida. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

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