Durante mis muchos años de
padecer una enfermedad mental (odio cada vez más esta expresión) he
conocido a muchos psiquiatras y psicólogos que me han enseñado
muchas cosas. Por ejemplo, que es muy difícil establecer una
relación afectiva perdurable entre dos personas que padecen
problemas psiquiátricos. Lo he podido comprobar con parejas
sentimentales y con simples amigos.
Nunca se sabe a qué atenerse
con un enfermo mental. Es siempre sorprendente, inesperado, súbito,
no se sabe por dónde va a salir y eso genera confusión, ansiedad,
angustia, todo lo contrario a lo que sería una buena relajación. Es
aumentar el sufrimiento que ya se tiene como enfermo mental.
He aprendido por ejemplo lo
que es tener autoestima. Siempre me decían los psicólogos y
psiquiatras que yo empezaba mis relaciones de pareja y me dejaban
casi siempre por mis problemas nerviosos. Decían que era como si
llevara una camiseta con el logotipo puesto de “hombre kleenex”,
es decir, hombre de usar y tirar.
La primera vez que me lo
dijeron me afectó bastante y eso influyó en que mi autoestima
bajara bastante porque me sentía utilizado, un hombre de usar y
tirar, sacaban lo mejor de mí, exprimían mi persona y después me
abandonaban. Lo pasé muy mal hasta que yo también aprendí a saber
abandonar, a romper una relación cuando no funcionaba. Yo tenía el
mismo derecho que los demás. Pero se me quedó tan grabada esa
expresión que he tenido que lidiar con ella toda mi existencia y me
sigue doliendo porque el divorcio me afectó bastante, porque he
creído muchas veces que me querían y en realidad querían a un
hombre perfecto y yo particularmente no conozco a ningún hombre
perfecto.
Perfectos se creen aquellos
que te juzgan continuamente y van destacando tus defectos por encima
de todas tus virtudes. Porque yo tengo virtudes y muchas. Yo soy
escritor como todos sabéis y ésa es una maravillosa virtud porque
es muy difícil escribir un libro. Un buen libro. Y yo escribo buenos
libros, no libros de usar y tirar. Me dejo la vida en cada libro,
como en el tercero de la trilogía Monólogo en clave neurótica que
estoy a punto de terminar para que se publique sobre junio o julio.
Podría destacar más
virtudes, pero para qué. No es necesario justificarse porque siempre
seré seguramente un hombre kleenex aunque ahora tengo mucha más
autoestima y me valoro bastante más y valoro todas las cosas que sé
hacer, además de escribir libros, que ya es muy importante y muy
difícil.
Sexualmente me he sentido
también muchas veces un hombre kleenex. Me he relacionado con muchas
mujeres y lo que les interesaba únicamente era mi aspecto sexual. Si
las cosas quedan claras desde un principio no hay problema. Pero no
siempre las cosas quedan tan claras y se genera confusión y
sufrimiento porque desgraciadamente soy una persona muy sensible, muy
hipersensible. Y estoy cansado de esto. Quisiera ser Clint Eastwood,
un tipo duro, pero no malvado. Alguien fuerte pero que no haga daño.
Estoy cansado de que hasta la más pequeña cosa me haga daño. Eso
cansa hasta límites insospechados y no puedo más.
Quisiera ser Charles Bronson y
que las cosas no me afecten tanto en una primera instancia y tener
que recurrir a ansiolíticos para superar los malos estados en los
que me veo inmerso.
Quisiera ser Sylvester
Stallone y tener la fuerza de voluntad suficiente para que no me
arrasen los acontecimientos más irrelevantes de la vida cotidiana
que en mi alma se convierten en argumentos de una profunda angustia.
Estoy cansado en definitiva de
ser un enfermo mental y un hombre kleenex a quien pueden utilizar y
tirar porque es débil.
Antes a los enfermos mentales
se les encerraba en manicomios. Eran guetos en los que se los
encerraba y ahí quedaban aislados de la sociedad. Eran hombres
kleenex, mujeres kleenex. Aquí hay igualdad de sexos. Yo recuerdo
que una vez fui de visita al Manicomio de Miraflores porque ahí
trataban a mi padre y vi los enfermos esparcidos por el suelo como si
fueran miserias humanas.
Conocí a una mujer que le
pedía una pepsi-cola a todas las personas que veía. A mí también.
Era una obsesión. Yo la convertí después en un personaje literario
de una de mis novelas.
Afortunadamente la verja se
saltó y desaparecieron los manicomios y empezó a hablarse de salud
mental, de enfermedad mental, etc. Pero eso no acababa con los
estigmas sociales y con la sensación que tenemos los enfermos
mentales siempre de ser hombres kleenex, personas que no podemos
realizar las mismas cosas que una persona llamemos normal. Todos
estamos capacitados para hacer las mismas cosas. Lo único que varía
es la sensibilidad, la maldita sensibilidad. La sensibilidad que
oprime, dependiza, entorpece, hace daño, duele hasta físicamente.
Ser un hombre kleenex no es
fácil. Es difícil conducirse por la vida así porque si se empieza
una relación siempre tienes miedo a mostrarte como eres por miedo al
rechazo y al lógico abandono. Estoy cansado de empezar relaciones y
que terminen en rupturas. Ahora mismo no quiero relaciones ninguna.
Quiero estar solo sin querer estarlo. Es la triste contradicción.
Pero es que no quiero que me utilicen más como hombre kleenex porque
eso supone la pérdida de un trocito más de autoestima y cada vez
me queda menos y lo que sí aumenta es la ansiedad.
Y de la ansiedad estoy muy
harto y estoy harto de tomar alprazolam cuando tengo una crisis de
ansiedad, cuando la angustia me ahoga y no puedo vivir y tirar para
adelante. O me tengo que meter en la cama para dormir porque no puedo
vivir.
Es triste huir a la cama por
no tener con quien relacionarse porque te van a catalogar como hombre
kleenex. Ya no quiero volver a ser un hombre kleenex. Yo soy un
hombre muy válido que vale para muchas cosas, además de para
escribir libros como todos sabéis. Se amar, sé ser buen padre, sé
ser fiel en mis relaciones de amistad, sé hacer y sentir muchas
cosas y lo demuestro todos los días de mi vida.
Así que léanlo: YO NO SOY UN
HOMBRE KLEENEX. No somo hombres ni mujeres kleenex. Valemos mucho y
en el fondo nos tienen envidia porque tenemos una especial
sensibilidad para vivir las cosas y vivirlas a tope.
Somos seres maravillosos que
hacemos tantas cosas que a veces no tenemos ni tiempo para
terminarlas.
Somo triunfadores porque
llevamos a cabo nuestros proyectos.
Y somos fieles personas en la
pareja como para no merecer tanto abandono.
Somos hombre y mujeres, los
kleenex sirven para otra cosa con la que no tenemos nada que ver.
Así de rotundo y así de
claro. Valemos un MONTÓN. Salud y suerte.
José
Cuadrado Morales
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