lunes, 26 de noviembre de 2018

UNA MADRUGADA Y UN MÓVIL

Hace una cuantas semanas viví una experiencia muy interesante y emotiva, donde tuvo protagonismo enorme un móvil, concretamente mi móvil Samsung Galaxy A5.
Era de madrugada y recibí un whatsApp. Afortunadamente no lo tenía en silencio por lo que me despertó. Y fue bueno. Era un mensaje de una amiga cubana de México donde me notificaba un hecho luctuoso: la muerte repentina del hombre con el que se iba a casar en breve.
Era soldado y estaban muy enamorados. Un infarto fulminante se lo llevó por delante en vísperas de la boda. Ella, con su particular filosofía de la vida, no cree en la muerte. Piensa que es una mera transición entre dos vidas, cosa en la que también creo yo. Para mí la muerte tampoco existe. Es sólo un cambio de traje. Cambiamos el cuerpo físico por el cuerpo anímico, por el alma, y seguimos viviendo. Nada termina del todo. Todo es una pura continuidad.
Y esa idea de continuismo le hace afrontar las situaciones más extremas con la mayor resignación y positividad posibles. Me mandó un whatsApp para decirme lo que le había pasado. Pero no había tragedia en sus palabras, ni angustia. Una profunda resignación y una cercanía tremenda a Dios. La vida sigue siempre. Lo mismo ocurriría después con la muerte de su madre por una isquemia. Lo aceptó con una profunda resignación y una actitud enormemente positiva.
Lo asumía todo lo relacionado con el que iba a ser su futuro marido, pero necesitaba compartirlo con sus amigos. Por eso me mandó el mensaje de madrugada. Hay 7 horas de diferencias entre México y España. Yo lo entendí perfectamente y le respondí de inmediato. Además era una de esas noches insomnes que suelo padecer y estaba disponible para escucharla en todo lo que me quisiera contar. Como amigo que me consideraba para todo estaba disponible para cuanto quisiera contarme.
Iniciamos una larga conversación por el chat del móvil por medio de whatsApps. Fue muy bonita. No diré el nombre del futuro marido para respetar la privacidad. Después de todo eso no tiene importancia. Lo importante es el hecho en sí de la muerte y la aceptación absoluta de ella.
Ella me contaba todas las pérdidas que había sufrido en su vida, cómo la habían ido marcando y cómo ella había ido acumulando todo lo positivo de lo malo que le pasaba. Ya tiene casi 60 años y lleva mucho vivido y tiene una larga experiencia que la ayuda a salir adelante en las situaciones más difíciles.
Yo le conté que tenía la misma impresión de la vida, que esto no podía terminar así como así de pronto, sin mayor sentido, sin una prolongación de alguna forma. Ella me explicó sus teorías y yo, más humilde, conté mis vivencias con la muerte y hablé de las pérdidas sufridas y de cómo había conseguido salir adelante con mis armas espirituales y mi condición de poeta y novelista.
Escribir me ayuda mucho a vivir. El arte en general ayuda mucho porque es una prolongación de la propia alma. En un libro uno pone todo lo que es y tiene y siente y no tiene límite. La creación es un proceso de supervivencia, de mantenimiento de la voluntad absoluta de vivir, de seguir adelante siempre sean cuales sean las circunstancias.
Yo escribo un libro y estoy creando vida, vida eterna, prolongación de mi propio ser. Mi amiga también escribe, pero sólo poesía. Yo últimamente estoy más con la novela. Me siento más libre escribiendo novela. Ella suele escribir unos poemas largos, como si no pudiera ponerles límite, densos, llenos de mucha espiritualidad. Lucha contra la muerte mediante la creación, por lo que la misma noche de la muerte de su futuro marido se puso a escribir sobre él para que no se olviden las cosas buenas que tenía, para que exista una perdurabilidad de la vida en la Literatura.
La muerte no existe. Existía la madrugada. Las 3, las 4, … El tiempo pasaba lenta y rápidamente al mismo tiempo. Íbamos hablando ampliamente, consumiendo la batería del móvil, dejándonos conducir por la noche como pasajeros metidos en una máquina del tiempo donde el tiempo era lo menos importante de todo.
Y estaba el móvil, el compañero que nos unía. No sé si el móvil forma parte de las nuevas tecnologías. El caso es que cada vez salen móviles nuevos con más prestaciones, más sofisticados. Yo en mi móvil, humilde, tengo de todo, incluido internet. Lo importante es que era un instrumento de comunicación válido para poner a dos personas a miles de kilómetros de distancia en contacto.
Y en contacto estábamos y estuvimos hasta altas horas de la madrugada. Quedó esa sensación de que lo que llamamos muerte nos puede coger en cualquier momento y acabar con nuestros más inmediatos proyectos, en este caso un matrimonio. Morir no es morir, pero sí puede ser la finalización de muchos proyectos. No existe la muerte absoluta, pero sí una especie de muerte relativa que nos lleva a reflexionar sobre todo lo que tenemos pendiente.
Morir según mi amiga es vivir, por eso se sentía feliz de la muerte de su pareja. Había trascendido. Ya no podría morir nunca más. Ya pertenecía a otro estrato anímico, a otro lado en la profundidad del alma. Era otro siendo el mismo, era el mismo mejorado. Ya no tendría que ser militar en la otra vida, sino un ser liberado de cualquier apego terrenal, dedicado exclusivamente a la evolución de la vida espiritual.
Mi amiga hace mucha meditación. La meditación la hace muy feliz y la libera de muchos apegos terrenales que no sirven para nada y que simplemente son fuentes de sufrimiento.
Yo trataba de entenderla lo mejor posible, pero a veces me resultaba difícil porque tiene una cultura tremenda y un vocabulario muy especial por vivir en México. A pesar de todo lo esencial lo entendí y pude comprender lo mejor posible cuanto quería transmitirme.
Yo no le tengo miedo a la muerte. A veces le tengo más miedo a la propia vida que a la muerte. La vida puede tener más obstáculos que la propia muerte. La muerte no la conocemos, la intuimos simplemente, pero desde la fe podemos saber más o menos cómo es y todo lo que puede darnos de bueno.
Fue una madrugada inolvidable y gracias a un móvil estuvimos en contacto y pudimos dialogar sin obstáculo ninguno. Es bonita la conversación, mucho más cuando es sincera y las personas están dispuestas a darlo todo. Salud y suerte.

José Cuadrado Morales

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