Hace una cuantas semanas viví
una experiencia muy interesante y emotiva, donde tuvo protagonismo
enorme un móvil, concretamente mi móvil Samsung Galaxy A5.
Era de madrugada y recibí un
whatsApp. Afortunadamente no lo tenía en silencio por lo que me
despertó. Y fue bueno. Era un mensaje de una amiga cubana de México
donde me notificaba un hecho luctuoso: la muerte repentina del hombre
con el que se iba a casar en breve.
Era soldado y estaban muy
enamorados. Un infarto fulminante se lo llevó por delante en
vísperas de la boda. Ella, con su particular filosofía de la vida,
no cree en la muerte. Piensa que es una mera transición entre dos
vidas, cosa en la que también creo yo. Para mí la muerte tampoco
existe. Es sólo un cambio de traje. Cambiamos el cuerpo físico por
el cuerpo anímico, por el alma, y seguimos viviendo. Nada termina
del todo. Todo es una pura continuidad.
Y esa idea de continuismo le
hace afrontar las situaciones más extremas con la mayor resignación
y positividad posibles. Me mandó un whatsApp para decirme lo que le
había pasado. Pero no había tragedia en sus palabras, ni angustia.
Una profunda resignación y una cercanía tremenda a Dios. La vida
sigue siempre. Lo mismo ocurriría después con la muerte de su madre
por una isquemia. Lo aceptó con una profunda resignación y una
actitud enormemente positiva.
Lo asumía todo lo relacionado
con el que iba a ser su futuro marido, pero necesitaba compartirlo
con sus amigos. Por eso me mandó el mensaje de madrugada. Hay 7
horas de diferencias entre México y España. Yo lo entendí
perfectamente y le respondí de inmediato. Además era una de esas
noches insomnes que suelo padecer y estaba disponible para escucharla
en todo lo que me quisiera contar. Como amigo que me consideraba para
todo estaba disponible para cuanto quisiera contarme.
Iniciamos una larga
conversación por el chat del móvil por medio de whatsApps. Fue muy
bonita. No diré el nombre del futuro marido para respetar la
privacidad. Después de todo eso no tiene importancia. Lo importante
es el hecho en sí de la muerte y la aceptación absoluta de ella.
Ella me contaba todas las
pérdidas que había sufrido en su vida, cómo la habían ido
marcando y cómo ella había ido acumulando todo lo positivo de lo
malo que le pasaba. Ya tiene casi 60 años y lleva mucho vivido y
tiene una larga experiencia que la ayuda a salir adelante en las
situaciones más difíciles.
Yo le conté que tenía la
misma impresión de la vida, que esto no podía terminar así como
así de pronto, sin mayor sentido, sin una prolongación de alguna
forma. Ella me explicó sus teorías y yo, más humilde, conté mis
vivencias con la muerte y hablé de las pérdidas sufridas y de cómo
había conseguido salir adelante con mis armas espirituales y mi
condición de poeta y novelista.
Escribir me ayuda mucho a
vivir. El arte en general ayuda mucho porque es una prolongación de
la propia alma. En un libro uno pone todo lo que es y tiene y siente
y no tiene límite. La creación es un proceso de supervivencia, de
mantenimiento de la voluntad absoluta de vivir, de seguir adelante
siempre sean cuales sean las circunstancias.
Yo escribo un libro y estoy
creando vida, vida eterna, prolongación de mi propio ser. Mi amiga
también escribe, pero sólo poesía. Yo últimamente estoy más con
la novela. Me siento más libre escribiendo novela. Ella suele
escribir unos poemas largos, como si no pudiera ponerles límite,
densos, llenos de mucha espiritualidad. Lucha contra la muerte
mediante la creación, por lo que la misma noche de la muerte de su
futuro marido se puso a escribir sobre él para que no se olviden las
cosas buenas que tenía, para que exista una perdurabilidad de la
vida en la Literatura.
La muerte no existe. Existía
la madrugada. Las 3, las 4, … El tiempo pasaba lenta y rápidamente
al mismo tiempo. Íbamos hablando ampliamente, consumiendo la batería
del móvil, dejándonos conducir por la noche como pasajeros metidos
en una máquina del tiempo donde el tiempo era lo menos importante de
todo.
Y estaba el móvil, el
compañero que nos unía. No sé si el móvil forma parte de las
nuevas tecnologías. El caso es que cada vez salen móviles nuevos
con más prestaciones, más sofisticados. Yo en mi móvil, humilde,
tengo de todo, incluido internet. Lo importante es que era un
instrumento de comunicación válido para poner a dos personas a
miles de kilómetros de distancia en contacto.
Y en contacto estábamos y
estuvimos hasta altas horas de la madrugada. Quedó esa sensación de
que lo que llamamos muerte nos puede coger en cualquier momento y
acabar con nuestros más inmediatos proyectos, en este caso un
matrimonio. Morir no es morir, pero sí puede ser la finalización de
muchos proyectos. No existe la muerte absoluta, pero sí una especie
de muerte relativa que nos lleva a reflexionar sobre todo lo que
tenemos pendiente.
Morir según mi amiga es
vivir, por eso se sentía feliz de la muerte de su pareja. Había
trascendido. Ya no podría morir nunca más. Ya pertenecía a otro
estrato anímico, a otro lado en la profundidad del alma. Era otro
siendo el mismo, era el mismo mejorado. Ya no tendría que ser
militar en la otra vida, sino un ser liberado de cualquier apego
terrenal, dedicado exclusivamente a la evolución de la vida
espiritual.
Mi amiga hace mucha
meditación. La meditación la hace muy feliz y la libera de muchos
apegos terrenales que no sirven para nada y que simplemente son
fuentes de sufrimiento.
Yo trataba de entenderla lo
mejor posible, pero a veces me resultaba difícil porque tiene una
cultura tremenda y un vocabulario muy especial por vivir en México.
A pesar de todo lo esencial lo entendí y pude comprender lo mejor
posible cuanto quería transmitirme.
Yo no le tengo miedo a la
muerte. A veces le tengo más miedo a la propia vida que a la muerte.
La vida puede tener más obstáculos que la propia muerte. La muerte
no la conocemos, la intuimos simplemente, pero desde la fe podemos
saber más o menos cómo es y todo lo que puede darnos de bueno.
Fue una madrugada inolvidable
y gracias a un móvil estuvimos en contacto y pudimos dialogar sin
obstáculo ninguno. Es bonita la conversación, mucho más cuando es
sincera y las personas están dispuestas a darlo todo. Salud y
suerte.
José
Cuadrado Morales
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